Las minas de Potosí

«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y a nombre del muy augusto emperador de Alemania, España y los reinos del Perú, señor don Carlos, tomamos posesión de esta montaña». Sucedió el 1 de abril de 1545. Cinco capitanes del ejército español se apropiaban bajo fórmula tan divina del cerro Potosí, un monte cuajado de plata en sus entrañas que haría un poco más rico al imperio español y mucho más esclavos a los indios del virreinato de Perú.

El cerro Potosí está ahora en Bolivia, pero cuando se descubrió, aunque no se ha movido del sitio, estaba en territorio peruano, según la división que hicieron los conquistadores. Está aceptado que fue un pastor indio, Diego Huallpa, el que encontró la primera veta de plata del cerro Potosí, pero no está tan claro que, como dice el mito, fuera por casualidad, porque los incas ya conocían las minas de plata antes de que llegara el hombre blanco. Es más, no fue el indio Diego quien les dijo a los españoles lo que había encontrado, sino otro indio chivato amigo del indio Diego.

Sea como fuere, el monte Potosí se destapó como un yacimiento excepcional y por eso creció en sus faldas la ciudad más próspera, desordenada y comercial de América. Pasó de ser poblacho a villa imperial y luego a metrópoli; tan grande en habitantes en el siglo XVII como las grandes ciudades europeas de la época.

Pero más divertido que el crecimiento comercial de Potosí es el origen del nombre. Se remonta a la época prehispánica del emperador inca Huayna Cápac. Le gustó a él aquel cerro y lo bautizó como «el monte más hermoso» por su color rojizo. Y fue precisamente el color el que le hizo sospechar al inca que allí habría piedras preciosas, por eso envió a sus súbditos a extraerlas. Cuando empezaron a picar, surgió un trueno de las profundidades del cerro que dijo: «Esta plata no es para vosotros, es para quienes vendrán del más allá». Los indios se acongojaron, dejaron el monte en paz y lo llamaron Potocsi, que significa «estruendo, explosión».

Como leyenda está muy bien, pero eso de que los dueños iban a venir del más allá suena a invento español puesto en bocas indígenas.