Lo que inició Magallanes lo terminó Elcano

A Magallanes le pasó lo mismo que a Colón, que salió para hacer una cosa y terminó haciendo otra. Colón descubrió un continente y se murió sin saberlo, y Magallanes comenzó lo que sería la primera circunvalación al globo y también se murió sin enterarse porque se lo comieron en el camino. El 20 de septiembre de 1519 cinco barcos partieron de Sanlúcar de Barrameda con la misión de abrir una ruta marítima hacia las islas de las Especias. Volvió sólo uno y, de milagro.

Hasta entonces las especias llegaban a Europa por vía terrestre, y aquello era una paliza. Pero era la única forma de echar a los guisos clavo, canela, pimienta y nuez moscada. Cuando Magallanes consiguió que la corona española apoyara su aventura, Portugal, que previamente le había negado la financiación, inició una carrera desenfrenada contra España. Los portugueses estaban picados. Siempre les ganábamos por la mano, así que cuando se enteraron de que Fernando de Magallanes tenía intención de abrir una ruta hacia las Molucas, en Indonesia, pero atravesando el Atlántico y pasando por debajo de América, los lusos salieron en su busca para fastidiarle los planes.

Más de un año estuvieron jugando al ratón y el gato por el mar, pero los portugueses no dieron caza a Magallanes. A Magallanes se lo acabaron merendando unos indígenas durante una escala técnica y, por eso, Juan Sebastián Elcano asumió el mando de la flota, que ya no era flota ni era nada, porque fueron perdiendo barcos por el camino.

Lo que sí tenía claro Elcano es que no volvería por donde habían venido, que no atravesaría otra vez ni loco el maldito estrecho de Magallanes. Y, además, esa ruta no era tan corta como creían cuando zarparon. Así que Juan Sebastián volvió a casa siguiendo ruta hacia el oeste y, cuando se quiso dar cuenta, había sido el primer hombre en dar la vuelta al mundo. El objetivo de la misión se cumplió, pero a qué precio. Habían partido cinco barcos y doscientos cincuenta hombres. Regresó una nave, la Victoria, y quince marineros harapientos y mareados. Eso sí, las bodegas venían hasta arriba de canela y clavo.