Cuánto riesgo para la integridad física acarrea ser diseñador de moda. Alguno del siglo XVIII vio peligrar su vida por crear más allá de lo socialmente aceptado. El 15 de enero de 1797 un inglés de nombre John Etherington salió a pasear por las calles de Londres con un nuevo diseño en la cabeza: el sombrero de copa. Su paseo vespertino acabó en comisaría y él detenido por extravagante. Algún diseñador contemporáneo que se empeña en que todas tengamos la talla 36 debería correr igual suerte.
John Etherington salió de su mercería aquel 15 de enero muy confiado en que su nuevo diseño de sombrero atraería las miradas de los caballeros londinenses, todos tocados con el típico bombín de fieltro duro y ala corta que quince años antes había puesto de moda el XII conde de Derby para acudir a las carreras de caballos. Etherington, efectivamente, concitó la atención con su sombrero de copa, y tanta gente comenzó a seguirle, tanto tumulto provocó, que la muchedumbre o el propio Etherington, nunca quedó claro, rompió un escaparate. Llegaron los polis, buscaron al causante del desastre callejero, todos señalaron al del sombrero raro y el pobre mercero acabó detenido.
Se le impuso una multa de 500 libras por alteración del orden público. La multa fue excesiva, pero no importó. La repercusión de la noticia provocó que, un mes después, Etherington no diera abasto para atender la descomunal demanda de sombreros de copa. Ya se sabe que los ingleses se ponen cualquier cosa en la cabeza. Fue el diario The Times el que recogió el revuelo diciendo que un comerciante de reputación intachable había osado salir a la calle con un sombrero «de ala estrecha y alto como una chimenea».
Dado el éxito del nuevo tocado, los franceses, por supuesto, dijeron que ese inglés no había inventado nada. Que un año antes, un comerciante textil había creado algo muy parecido a lo que Etherington se puso en la cabeza. Nadie prestó atención a la protesta, porque los franceses no soportan ir por detrás en algo que tenga que ver con la moda.