Roland Garros, sin red

Roland Garros antes de ser un torneo de tenis era un señor, lo que pasa es que ha perdido su verdadera identidad en beneficio del Gran Slam. Roland Garros no se hizo famoso con una raqueta, porque, como mucho, jugaba los domingos en una pista alquilada de once a doce. Garros era piloto de aviación, y en el aire es donde a él le gustaba competir. El 18 de diciembre de 1912 el señor Garros batió la plusmarca mundial de altura al alcanzar los 5.600 metros en un aeroplano. Ahora parece una tontería, pero entonces se podía haber matado, porque los aviones eran unas tartanas.

El que bautizaran con su nombre al estadio de París y al trofeo más importante de tenis en tierra batida no tuvo otra razón que el considerarlo un héroe nacional. Es como los Premios Goya. Se llaman así pese a que Goya jamás dirigió una película.

Roland Garros fue un pionero de la aviación. Además del récord de altitud, que se arrebató a sí mismo varias veces, también fue el primero en cruzar el Mediterráneo. Pero ganó más cosas. Fue el ganador en una carrera de aviones entre París y Roma, y también el primero de la historia de la aviación que derribó a tiros a otro avión; por eso está considerado el primer piloto de guerra del mundo. Y esto fue clave en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial.

Roland Garros se convirtió en héroe durante la Primera Gran Guerra gracias a que desarrolló con un ingeniero un artilugio que permitía disparar frontalmente a un avión enemigo. Antes no quedaba más remedio que hacerlo de costado, porque si disparabas al frente te cargabas tu propia hélice y te derribabas a ti mismo. Garros y su ingeniero se inventaron un blindaje de las hélices para que las balas rebotaran, mientras que las que pasaban entre aspa y aspa podían hacer blanco.

Después de cuatro derribos, los alemanes capturaron el avión de Roland Garros y le copiaron el invento. No sólo lo copiaron, sino que lo mejoraron con un sincronizador que sólo permitía el disparo cuando las balas pudieran pasar entre las aspas. Garros continuó con sus hazañas aéreas hasta que, tanto fue el cántaro a la fuente, que acabó derribado y muerto sin haber ganado un solo trofeo de tenis en toda su vida de aviador.