El capítulo más importante de la conquista de América, después, evidentemente, de la propia conquista, fue la toma de posesión de lo que había al otro lado. Pues bien, eso sucedió el 29 de septiembre de 1513, fecha en la que Vasco Núñez de Balboa tomó posesión del mar del Sur, al que luego Fernando de Magallanes cambió el nombre por el de océano Pacífico, una historieta que encontrarán unas páginas más adelante. Alguna fuente señala que todo esto sucedió el 25 de septiembre, pero no. El día 25 Núñez de Balboa vio el mar, pero no se lo pudo quedar oficialmente hasta el día 29. ¿Y cómo se toma posesión de un océano? Pues fácil. Es conveniente saberlo por si se presenta la oportunidad.
Se mete uno en las aguas hasta las rodillas, con la espada en la mano derecha y un estandarte con la Virgen en la izquierda. Se levantan los brazos y dice uno algo así como «me quedo con esto en nombre de mis soberanos los reyes de Castilla y Aragón y bla, bla, bla». Al menos así lo hizo Núñez de Balboa y ha quedado para la historia.
Núñez de Balboa llevaba meses empeñado en comprobar si era cierto lo que le contaban los indígenas. Que muy cerca del Atlántico, hacia el oeste y atravesando unas montañas había otro inmenso mar. Ahora sabemos que Balboa estaba en el istmo de Panamá, esa franja larga y estrecha de tierra sujeta a Norteamérica y de la que pende América del Sur. Y no es en sentido figurado, porque Estados Unidos no dejó el control del famoso Canal en manos de Panamá hasta el 31 de diciembre de 1999.
El Canal, el principal recurso del país, no para de dar dinero y satisfacciones y ya está en marcha la ampliación de este emporio acuático, una obra que va a ser de órdago a la grande.
El Canal no pierde actualidad y Balboa, tampoco, porque cada vez que un ciudadano abre el monedero saca eso, unos cuantos balboas.