La madre de Ramón Cabrera

Madre no hay más que una, por eso, cuando al líder carlista Ramón Cabrera le fusilaron a la suya simplemente por haberlo parido, perdió del todo los estribos. El 16 de febrero de 1836 María Griñó fue fusilada por orden del general isabelino Agustín Nogueras para escarmentar al hijo de la rea, pero lo único que consiguió con ello fue que Ramón Cabrera decretara la guerra sin piedad y se convirtiera en el general carlista más sanguinario que se recuerda. La pobre mujer no tenía culpa de nada.

No queda otra que recordar por qué se pegaban isabelinos y carlistas. Fernando VII se muere y deja como heredera a su hija Isabel II, porque no tenía un niño al que ajustarle la corona. Esto sentó fatal, pero que muy mal, al hermano del rey, a Carlos María Isidro, que estaba loco por reinar y que se sentía heredero legítimo por obra y gracia de la ley sálica. Y en torno al aspirante Carlos se unió un sector poco dado a las ideas liberales, católico a muerte y muy tradicionalista: los carlistas.

Ramón Cabrera se unió a la causa de Carlos María Isidro y tenía tal cerebrito para esto de batallar que organizó un ejército regular con lo que hasta entonces sólo eran grupos de carlistas desperdigados y anárquicos. Y andaba Ramón Cabrera por Teruel cuando se enteró de que dos alcaldes de la zona se chivaron a los isabelinos de que los carlistas andaban cerca. Cabrera fusiló a los alcaldes acusicas, y a un general isabelino, Agustín Nogueras, no se le ocurrió otra que irse a por la madre del carlista a Tortosa.

La detuvo y la fusiló por no haber hecho nada. La decisión de matar a la madre de Ramón Cabrera fue torpe a más no poder, y más torpe aún la de Cabrera, cuando en represalia fusiló a cuatro mujeres vinculadas con los liberales. A partir de aquí la pelota engordó de tal manera que aquella primera guerra carlista se convirtió en un sinsentido de sangre y violencia. Se les fue a todos la cabeza, a los carlistas, a los isabelinos, a los soldados y a los civiles. Y todo por un trono en el que los únicos que no se mancharon de sangre fueron la que reinaba y el que pretendía reinar.