El enigma de Mayerling

El emperador austrohúngaro Francisco José I cavilaba el 31 de enero de 1889 cómo escamotear a la historia oficial el mayor escándalo de su imperio. Y tomó una decisión: el emperador dio orden de enterrar en una tumba secreta en las afueras de Viena, sin nombre y sin lápida, el cuerpo de la amante de su hijo, la baronesa María Vetsera. Mientras, su heredero, el archiduque Rodolfo de Habsburgo, muerto junto a su enamorada de dieciocho años, salía camino de unas honras fúnebres imperiales. Nació el enigma de Mayerling.

La tragedia de Mayerling sigue siendo uno de los mayores misterios de la historia de Austria. Aún hoy no se ha aclarado oficialmente si aquellas dos muertes fueron producto de un suicidio concertado, un crimen de Estado o un complot internacional. Ocurrió en el antiguo pabellón de caza de Mayerling, en las afueras de Viena. Allí, sobre la cama, se descubrieron los cuerpos de los dos amantes. Continúa sin saberse si fueron asesinados, o si el desequilibrio emocional de Rodolfo le llevó a disparar a su amante para luego suicidarse, porque aquel amor no tenía solución de continuidad.

El crimen recorrió las monarquías europeas, a su paso convulsionó el Vaticano y cuando los ecos regresaron a Austria la orden era, por encima de todo, guardar silencio. Francisco José I y su mujer, la edulcorada emperatriz Sissi, utilizaron todas las trampas a su alcance para evitar que se supiera la verdad. De aquellas dos muertes sólo trascendió una, la del heredero, porque María Vetsera acabó enterrada en secreto aquel 31 de enero, bajo 2 metros de tierra mezclada con chanchullos imperiales. Se impuso un pacto de silencio entre los Habsburgo, que se mantuvo hasta 1983, cuando Zita de Borbón-Parma, la que fue última emperatriz de Austria, se negó a llevarse el secreto a la tumba. Aseguró que el archiduque Rodolfo fue asesinado junto a su amante por negarse a participar en una maniobra internacional para convertir el imperio en una federación. Nadie hasta hoy lo ha desmentido, quizás porque para que el enigma de Mayerling siga siendo apasionante, necesita seguir rodeado de misterio.