«Mister Lennon?»

Han pasado casi treinta años y muchos aún seguimos con la boca abierta por una muerte tan absurda y tan innecesaria como la de John Lennon. El 8 de diciembre de 1980 John Winston Lennon y su mujer, Yoko Ono, regresaban a su casa del edificio Dakota, en el número 1 de la calle 72 de Nueva York, cuando alguien llamó la atención de la pareja por la espalda. «Mister Lennon.

El músico se giró y recibió por toda respuesta cinco tiros. Aquella frase que salió del genio de Lennon y que decía «imagina que no hay nadie por quien matar o morir» se fue al garete.

Mark David Chapman fue su asesino. Un tipo desquiciado, un mitómano de veinticinco años que admiraba a Lennon hasta la obsesión. Un vulgar cazador de autógrafos a quien el propio músico le había regalado su firma, estampada sobre el disco Double Fantasy, sólo unas horas antes de morir. Chapman llevaba en los bolsillos el libro de Salinger El guardián entre el centeno, de donde, según él mismo declaró, sacó la inspiración para matar al Beatle. Pero esto es lo de menos, porque dado su estado mental, también un prospecto de aspirinas le hubiera empujado a asesinar a Lennon.

Lennon llegó todavía vivo al Hospital Roosevelt en un coche de policía, pero una de las cinco balas había destrozado la aorta y murió desangrado. Chapman cumple cadena perpetua en la prisión neoyorquina de Attica, alejado del resto de los internos por su propia seguridad. Lleva desde el año 2000 intentando salir con la condicional, pero no hay tutía. Cuatro veces se la han denegado, y se la volvieron a rechazar en octubre de 2008 cuando la solicitó por quinta vez.

Todos los 8 de diciembre, los admiradores de John Lennon se congregan en Central Park, junto al gran mosaico que recuerda al Beatle con la inscripción «Imagine». Es su única y simbólica tumba. David Chapman ya ha cumplido más de medio siglo, pero por su culpa Lennon no pudo cumplir más de cuarenta.