El bandolerismo urbano lo inventó Luis Candelas a principios del siglo XIX. Luego le han salido presuntos imitadores, pero ni el Dioni, ni Luis Roldán, ni Juan Antonio Roca han alcanzado su arte y sus buenas maneras. Luis Candelas, el bandolero más guapo de Madrid, murió ajusticiado a garrote vil el 6 de noviembre de 1837. Eran las once de la mañana cuando en el patíbulo instalado en la Puerta de Toledo el verdugo le rompió el pescuezo a Candelas entre los quejidos de las damas madrileñas.
Su ficha policial decía: ladrón, de estatura regular, pelo y ojos negros, boca grande, dientes iguales y blancos, muy bien formado, sin bigote, perilla ni patillas. Con tal descripción no se sabe si Luis Candelas fue el más famoso bandolero urbano del siglo XIX o mister Madrid, pero a las señoras las traía de cabeza.
Luis Candelas se hizo tan popular porque introdujo importantes mejoras en los robos a domicilio, sin daños a terceros ni destrozos innecesarios; porque se ocupaba de que sus rehenes permanecieran cómodos y tranquilos mientras los robaba; porque no dejó viudas ni huérfanos y jamás hirió a nadie ni acogotó a ciudadanos pobres. Además, era muy educado y muy ilustrado, lo cual está estupendo, porque al menos se puede mantener una conversación inteligente mientras te roban.
Pese a no tener delitos de sangre, Luis Candelas fue condenado por cuarenta robos y condenado a garrote vil, el que obligaba al condenado a llegar hasta el patíbulo en burro o arrastrado. Si le hubieran sentenciado a garrote noble, habría llegado en caballo ensillado. Y son curiosas las cabriolas que hace la historia, porque Luis Candelas, que robaba de noche y de día se hacía pasar por un rico hacendado peruano, un inmigrante de los que entonces entraban en España por la puerta grande porque traían la faltriquera llena, nunca supo que su lugar de encierro en la cárcel de la Corte acabaría siendo el actual Ministerio de Asuntos Exteriores.
Cárcel o ministerio, Luis Candelas salió de allí hacia el patíbulo y pasó luego, ya con los pies por delante, al cementerio general del sur, a la fosa común que esperaba a todos los ajusticiados. Triste fin para un bandolero guapo.