Unos cuantos privilegiados se apresuraban a hacer las maletas con sus mejores galas el 3 de octubre de 1883 porque al día siguiente emprenderían una aventura apasionante. Eran los elegidos para realizar el primer viaje oficial del Orient Express, un tren de reyes y el rey de los trenes. Aquel expreso era un empeño del belga Georges Nagelmackers, el joven visionario que puso en marcha el primer tren que atravesó Europa de este a oeste. Cuando el Orient Express abandonó la estación de Estrasburgo de París aquel 4 de octubre, arrancó un sueño sobre raíles.
La idea del belga no era original, sólo le dio una vuelta de tuerca. El proyecto se lo trajo madurado de Estados Unidos, porque comprobó que allí se podían hacer largos recorridos ferroviarios durmiendo en coches cama. Pero quiso ir un paso más allá, más hacia el lujo, hacia la comodidad más insospechada, así que se inventó el tren más pijo posible. Porque no se trataba de desplazarse, se trataba de viajar, de negociar a bordo, de amancebarse, de intrigar; de comer mejor que en el mejor de los restaurantes parisinos, de dormir en sábanas de seda, de manejar cubertería de plata; de ducharse con agua caliente, de hacer pis en sanitarios de mármol… lo nunca imaginado en un tren.
Pero aquel belga, además de emprendedor, era listo y necesitaba la mayor publicidad para su proyecto. La mejor manera de asegurársela era invitando a aquel viaje inaugural a ocho periodistas de los ocho principales periódicos europeos. Imaginen las maravillas que contaron los ocho reporteros después del viaje que se pegaron.
Pero Nagelmackers también tuvo la precaución de completar la lista de sus cuarenta exclusivos pasajeros con aristócratas, políticos y hombres de negocios. Cuando cada uno cantó en su respectivo círculo social las excelencias del Orient Express ya estaba todo hecho.
Aquel tren había alcanzado la fama en su primer viaje. Luego llegaron malos tiempos, peores guerras, la decadencia y el final de un sueño. Pero, caramba, qué bien se lo pasaron… sobre todo Mata Hari, que ligó a cuatro manos a bordo del Orient Express.