Un kilo de 800 gramos

¿Se puede decretar por ley que un kilo de pan pese 800 gramos? Poderse se puede, aunque sea una tomadura de pelo y, de hecho, se hizo. El 10 de abril de 1918 el gobierno del conservador Antonio Maura admitió oficialmente que el kilo de pan pesara 800 gramos. Para entendernos: no es que se aprobara la venta de 800 gramos al precio de un kilo, porque eso sería simplemente un encarecimiento del producto, sino que tú pedías un kilo de pan y te daban 800 gramos. Aunque también podías comprar medio kilo. Pero entonces te daban 400 gramos.

El episodio se sitúa en mitad de una crisis social que el gobierno no supo atajar por pura inutilidad, porque en vez de legislar para defensa del consumidor, decretó a favor de los especuladores. Se sabía que los acaparadores ocultaban mercancías para provocar la escasez y la inflación. Lo sabía todo el mundo, pero el gobierno se mostró absolutamente incapaz de frenar los abusos. Y eso que antes ya se había aprobado una ley de subsistencias para evitar situaciones de este tipo.

¿Por qué estaba tan caro el precio del pan en 1918? Los tahoneros decían que porque la harina se había disparado. ¿Y por qué estaba cara la harina? Pues los fabricantes decían que porque no había trigo. Pero trigo había para parar un tren. Parte de él estaba acaparado y oculto, y otra parte se exportaba clandestinamente al extranjero.

Puestos en este plan, las tahonas iban a lo suyo y cada una ponía el pan al precio que le apetecía. Así que, un buen día el gobierno, incapaz de obligar a que la mercancía acaparada se distribuyera y de frenar la exportación clandestina, decidió subir el pan y que todas las tahonas lo pusieran al mismo precio. Pero como era muy impopular decir el kilo de pan pasa de 36 céntimos a 54, decidieron que mejor dejar el precio del kilo al mismo costo, pero declarando por ley que a partir de entonces el kilo de pan pesaba 800 gramos.

Era una patada al sistema métrico, pero una patada legal. Tal y como escribió un cronista de la época, el gobierno, por no frenar una ilegalidad, legalizó una inmoralidad. Y de paso llamó tonto al ciudadano.