Patentada la máquina de escribir

El 23 de julio de 1829 quedó marcado en el calendario de efemérides como una fecha reseñable. Pero lo cierto es que quien lo marcó lo mismo podría haber señalado el nacimiento de un sobrino, porque mérito, lo que se dice mérito, no tiene mucho. Aquel día, un señor llamado William Austin Burt patentó la máquina de escribir. Gran invento si no hubiera sido porque ya estaba inventada, porque no se parece en nada a la que todos hemos conocido y porque era más lenta que escribir a mano.

Lo que William Austin Burt patentó no servía prácticamente para nada. De hecho nadie compró la patente y nadie comercializó el invento. Hubo que esperar hasta principios del siglo XX para tener una máquina de escribir de teclas y rodillo, las mismas que comenzaron a vender como churros las empresas Remington y Underwood.

Ahora bien, todos nos hemos preguntado alguna vez, mirando el teclado del ordenador, a quién se le ocurrió distribuir el abecedario de forma tan anárquica. ¿Por qué la «ese» está junto a la «a» y por qué entre la «erre» y la «uve» doble está la «e»? Pues tiene su sentido. Porque se trataba de que las letras que formaban las combinaciones más comunes de palabras estuvieran alejadas lo más posible. Así se evitaba que las varillas que golpeaban el papel e imprimían la letra se amontonaran, provocando el atasco de la máquina.

Es evidente que esto ya no tiene sentido, porque como todo el mundo sabe la letra sale ahora del teclado y aparece milagrosamente en una pantalla de ordenador, pero la distribución del alfabeto es igual a la de hace siglo y pico. Y no es la única herencia de la máquina de escribir. Hay muchas, pero una especialmente simpática. Cuando escribimos un correo electrónico existe la opción de mandarlo con copia: es lo que en la pantalla aparece como «CC». Pues estas siglas CC significan, literalmente, copia de carbón; una clara referencia a aquel papel negro que poníamos entre dos folios en una máquina de escribir para tener dos textos por el trabajo de uno. Ahora somos todos muy modernos, pero gran parte de la jerga del ordenador se la debemos directamente a la abuelita, la máquina de escribir.