Absurdos límites de velocidad

La velocidad mata. De esto estaba convencido el Parlamento británico hacia mediados del siglo XIX, porque por algo aprobó el 5 de julio de 1865 la primera ley del mundo que limitaba la velocidad de circulación en carretera. Fue una ley muy severa. Ríanse de los puntos que se quitan ahora o de las sanciones económicas. Entonces fue mucho peor, y nadie se atrevía a pasar de los 6 kilómetros por hora de velocidad máxima permitida.

Gran Bretaña se puso en este plan porque también fue el país pionero en contabilizar las primeras víctimas de tráfico. Ocurrió años antes, cuando la caldera de una diligencia con motor a vapor explotó y mató a cinco viajeros e hirió a otros muchos. Aquí le cogieron miedo al vehículo a motor, porque los tradicionales caballos no explotaban. Para evitar males mayores, se pusieron en marcha para elaborar una ley muy restrictiva en límites de velocidad y en la construcción de vehículos a motor. La llamaron la Locomotiv Act, estuvo vigente treinta años y frenó cualquier intento de los fabricantes de desarrollar vehículos autopropulsados.

Porque fíjense lo que hacían. No sólo limitaron la velocidad a 4 millas por hora, unos 6 kilómetros de velocidad máxima, es que, además, un tipo agitando un trapo rojo tenía que correr delante de cada coche alertando a los peatones del peligro que se les venía encima. Claro, los constructores de vehículos y los ingenieros se negaron a desarrollar la industria mientras el gobierno no quitara al tipo del trapo rojo, que, por supuesto, corría más que los coches. Pero nada, los del trapo rojo siguieron corriendo delante durante tres décadas.

Precisamente por ello, Gran Bretaña sufrió un parón en el desarrollo automovilístico y se le adelantaron en la industria Francia, Alemania y Estados Unidos. El propio Thomas Alva Edison, aquel que lo inventó casi todo, echó una bronca tremenda a los ingleses. Les dijo: «Ustedes tienen las mejores carreteras, los mejores ingenieros, pero también tienen tantos prejuicios estúpidos que siempre irán por detrás del resto de la industria». Y encima conducen por la izquierda.