Las mujeres españolas de principios del siglo XX que aspiraban a algo más que a cuidar maridos, niños y cocidos fueron arañando derechos civiles muy poco a poco. Por ejemplo, el derecho a trabajar y ganar un salario, cuestión esta que se consiguió aunque no se viera con naturalidad que la mujer trabajase. Eran frágiles, débiles, flojas… por eso el 27 de febrero de 1912 se promulgó una de las leyes más tontas de este país: la ley de la silla. La Ley no era tonta en sí, lo que era tonto es el hecho de que se pensara sólo para las mujeres, no para los hombres.
La ley de la silla obligaba a los empleadores a proporcionar una silla a toda mujer que trabajara en la industria o el comercio. De los hombres no decía nada. Ellos podían seguir de pie.
En la ley de la silla estaba implícito el derecho de las mujeres a sentarse un ratito cada hora. La promotora de la ley fue María de Echarri, concejal del Ayuntamiento de Madrid e inspectora de Trabajo. Lo que ocurre es que la ley, aunque fuera buena, más que apoyar la incorporación de la mujer al trabajo lo que hacía era recalcar su debilidad. Lo lógico es que la ordenanza hubiera sido para empleados en general, no sólo para empleadas.
A quienes les vino muy, pero que muy bien, la ley de la silla fue a las operadoras de Telefónica de España, esas señoritas que sacaban y metían frenéticamente clavijas en un panel frontal repleto de agujeros. Telefónica las obligaba a ser solteras y a que la falda llegara muy por debajo de la rodilla; hasta les medían los brazos antes de contratarlas para asegurarse de que llegarían a los agujeritos más altos. Pero Telefónica las tenía de pie derecho. Cuando llegó la ley de la silla, las otras condiciones seguían inalterables, pero pudieron trabajar sentadas. Y también pudieron sentarse las que desplumaban pollos y las que clasificaban tornillos.
España no fue la primera en aplicar la Ley de la Silla. Fue Argentina, a la que después se unieron Chile, Uruguay, Colombia… y varios de estos países aún recogen la Ley de la Silla en sus actuales códigos de derecho laboral. Hay que ver lo que costó trabajar y lo que luego costó hacerlo sentada.