Fue de penalti, fue en el estadio de Maracaná y fue el 19 de noviembre de 1969. Jugaba Pelé con el Santos frente al Vasco de Gama, y en el minuto treinta y tres del segundo tiempo el árbitro pitó la máxima pena. Pelé metió la pierna derecha, disparó y anotó su gol número mil. Mil goles. Lloros, abrazos, el estadio que se viene abajo… pero qué pasa con el pobre arquero que encajó el gol. El argentino Edgardo Andrada pasó de ser un gran guardameta a ser recordado como el portero al que Pelé le coló su gol número mil. Pero estas cuentas tienen un pelín de trampa.
Pelé, «o rey do gol», como todos los reyes, se apunta tantos dudosos. El jugador llevaba una muy particular cuenta de sus goles. Es decir, contabilizaba los goles en partidos oficiales, en amistosos, contra amiguetes y en los entrenamientos, con lo cual, según él, llegó a anotar 1.282 goles en toda su carrera. Pero aquí las estadísticas que cuentan son las oficiales, y para contar como es debido y no hacer la cuenta de la vieja está la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, que ya ha dejado claro que los goles que cuentan son los que se hacen jugando en Primera División. Según este organismo, Pelé sigue siendo el mayor goleador de todos los tiempos, pero los tantos oficiales que metió se quedan en unos seiscientos, que no son moco de pavo.
Lo que sí disgustó a Pelé fue enterarse de que un compatriota, el delantero Romario, también alcanzara el número mil. Y curiosamente Romario logró la hazaña jugando con el Vasco de Gama, el equipo al que «o rey» le marcó su milenario gol.
Pelé querría haber sido el único en llegar a esta cifra extraoficial, pero tuvo que aguantarse con que Romario también se contara los goles fuera de Primera División. Eso sí, para dejar constancia de su rabieta, Pelé porfió y recordó a todo el mundo que él había metido el gol número mil con veintinueve años, y que Romario lo hizo con cuarenta y uno. Lo dicho, se enfadó.