Segundo matrimonio de Fernando el Católico

Fernando el Católico guardó ausencia a la difunta Isabel el tiempo justo, porque tardó menos de un año en volver a casarse, primero por poderes y luego de forma oficial. Y no con cualquiera. Fue con una chavalita bastante mona, francesa y muy pija. Se la bautizó como Germaine de Foix, pero como pronunciado en francés sonaba a paté de oca, en España la conocimos más como Germana de Foix. El 22 de marzo de 1506, Fernando, cincuenta y tres años, oficializó su segundo matrimonio con Germana, de dieciocho abriles.

El interés de Fernando por matrimoniar con la francesita comenzó siendo meramente político, pero luego no le amargó un dulce tan jovencito. ¿Por qué con Germana, al margen de que estuviera buena? Porque la muchacha era sobrina de Luis XII de Francia, y este matrimonio traía para el rey de Aragón apoyos del país vecino que hasta entonces ostentaban su hija Juana la Loca y su yerno Felipe el Hermoso. Esto es un lío, pero el meollo de la cuestión está en que Fernando y Felipe no se podían ver.

Los reyes castellanos, Felipe y Juana, disfrutaban ya del reino de Castilla por herencia y serían los futuros reyes también de Aragón si el viudo Fernando el Católico no tenía un heredero de un segundo matrimonio. Pero es que el rey de Aragón, además, maniobraba todo lo posible por quedarse con Castilla.

Juana, ya se sabe, un poco trastornada estaba, pero su padre ayudó lo suyo para que se trastornara un poco más y hacerse con el trono castellano. Como Felipe el Hermoso tenía el apoyo francés, su suegro, en una jugada maestra, le robó ese apoyo casándose él con la sobrina de Luis XII, y así el hijo que tuvieran acabaría siendo el heredero de la corona de Aragón. Como ese niño tendría sangre francesa, el reino estaría bien defendido de las garras de Felipe el Hermoso.

En el fondo, tanto Fernando como Felipe querían unir Castilla y Aragón bajo el mismo trono, pero ninguno quería que lo consiguiera el otro. Y aquel crío nació, pero se murió a las pocas horas, con lo cual los planes se le desbarataron al rey Fernando. El hombre continuó intentándolo, pero, qué quieren, ya no pudo.