La velación de Carlos V e Isabel de Portugal

Real boda en los Reales Alcázares del emperador Carlos V con Isabel de Portugal. En realidad, ya estaban casados por poderes desde mes y pico antes, pero la boda de Sevilla fue la fetén. La del banquete, la del festejo… la de la consumación. Pero no crean que el emperador se había estado quieto hasta entonces, porque ya tenía cuatro hijos y una retahíla de amantes en varios puertos de su Sacro Imperio Romano Germánico. Pero, bueno, aquel 11 de marzo de 1526 se casó con la novia oficial. Era Sábado de Pasión, un buen día para matrimoniar.

El primer escollo a salvar, aunque se salvó fácilmente, fue conseguir una dispensa papal, porque Carlos e Isabel eran primos hermanos. Una vez conseguido esto, y sin chanchullos, lo más atractivo era la dote que aportaba la novia: novecientas mil doblas de oro, que venían de perlas a las menguadas arcas castellanas. Carlos V, en cambio, tuvo que hipotecar varias de sus villas para tributar con las trescientas mil doblas que le tocaban. Solucionados los asuntos pecuniarios, sólo faltaba rematar los carnales.

El desposorio se celebró a las doce de la noche en el Salón de Embajadores de los Reales Alcázares de Sevilla, por donde ahora pasan miles de turistas. En un altar preparado en la habitación de la reina, el arzobispo de Toledo celebró misa y veló a los novios, que no era otra cosa que ponerle un trapito blanco en la cabeza a ella, y sobre los hombros a él. Con esta ceremonia de las velaciones se daba vía libre a la cohabitación, al sexo divino consentido.

Despidieron entonces al emperador para que la emperatriz se pusiera el salto de cama; el arzobispo y los testigos se largaron a esperar fuera y el emperador regresó a la cámara de su esposa para iniciar su duro trabajo: buscar un heredero para el imperio. El cronista de Carlos V, el bufón Francesillo de Zúñiga, le puso picardía a la noche con esto de la velación. Dijo este maestro de bufones que el emperador se desposó, se veló y se desveló. Y desvelado estuvo dos horas. Poco aguante para tanto emperador.