Eduardo VIII, la vida padre con la excusa del amor

Nació para ser rey, pero no le apeteció. Aunque en realidad llegó a serlo durante casi un año, pero, la verdad, sin ganas. Eduardo de Sajonia-Coburgo-Gotha, príncipe de Gales, fue proclamado rey justo tras la muerte de su padre Jorge V, pero duró con el nombre de Eduardo VIII apenas once meses. El 11 de diciembre de 1936 anunció su renuncia al trono. ¿Fue por amor? Bueno, eso dicen.

Eduardo y la señora Wallis Simpson, luego duques de Windsor, se han paseado por todo el siglo XX con un halo de enamorados dispuestos a todo por defender su pasión, y con esa edulcorada pose los ha recogido la historia. Es cierto que Eduardo se empecinó en casarse con la divorciada Wallis Simpson, y que todo el mundo fuera de Inglaterra aprobó la decisión porque el romanticismo vende mucho y bien. Pero no es menos cierto que, puesto que renunció al trono por aquel inoportuno enamoramiento, igualmente debería haber renunciado al resto de prebendas de las que disfrutaba por ser un miembro destacado de la realeza.

Lejos de ello, al duque de Windsor sólo le preocupaba tener suficiente presupuesto personal para sus gastos a lo largo y ancho del mundo. Viajes en el Oriente Express, fiestas millonadas, residencia en París, en el castillo austríaco del barón Rothschild, en Lisboa, en el hotel Ritz de Madrid, un carguito cómodo como gobernador de Bahamas… lo cierto es que la renuncia al trono le permitió pegarse la vida padre. Continuos festejos y bastantes excentricidades le acompañaron hasta su muerte. Y lo peor, su simpatía y la de su querida Wallis hacia el nacionalsocialismo y la cercanía con Hitler trajo más de un disgusto para su país. En algún momento, hasta intentó convencer al gobierno británico para que se aliara con el Tercer Reich. Los servicios británicos tuvieron que enfocar muy bien sus movimientos porque su insensatez ponía en peligro las relaciones diplomáticas del Reino Unido cada dos por tres.

Que Wallis y Eduardo se quisieron mucho, pues mira qué bien, pero eso no tiene ni mérito ni premio.