No sabía la que se le venía encima María Cristina de Habsburgo cuando aquel 17 de noviembre de 1879 abandonaba Austria con su madre y algunos familiares más para casarse con Alfonso XII y ser reina de España. La mujer lo puso todo de su parte, pero tenía en contra las costumbres de un país que no conocía de nada, un idioma que no hablaba, un futuro marido liado con una cantante de ópera y, lo peor, una antecesora de leyenda cuyo recuerdo aún dolía a los españoles. Porque María Cristina sólo era la sustituía de María de las Mercedes, la de la copla. La otra.
El primer error que cometió María Cristina de Habsburgo cuando aceptó casarse con Alfonso XII fue enamorarse, porque nunca iba a ser correspondida. El rey sólo necesitaba otra esposa para asegurarse descendencia oficial a la que sentar en el trono, ya que sus necesidades amorosas estaban más que cubiertas. De hecho, cuando se celebró la boda de María Cristina con Alfonso XII a finales de noviembre, la cantante Elena Sanz, su amante, estaba embarazada de siete meses.
Y no sería el único hijo que el rey tendría con ella, ni ella sería la última amante del rey. Así que éste es el panorama que se encontró la joven Cristina cuando ya había dado el «sí quiero» y no había marcha atrás. Y encima su suegra, Isabel II, llamaba a la amante de su hijo, a la cantante, «mi nuera ante Dios», y a los hijos que tuvo con ella, «mis nietos ante Dios». Bonita forma de comenzar un matrimonio.
María Cristina hizo todo lo femeninamente posible por enamorar a Alfonso, pero el rey sólo veía a su esposa como una mujer culta y virtuosa. Y encima, mientras su amante Elena le daba hijos varones, la reina sólo le daba niñas. Alfonso XII murió muy joven y se quedó sin saber que había dejado en camino a su heredero oficial, a Alfonso XIII. En el otro extremo estaba el auténtico primogénito del rey, Alfonso Sanz, quien murió luchando en los tribunales por ver reconocido el apellido Borbón. No pudo ser. La Justicia dijo que el rey de España no estaba sujeto al derecho común. Ya lo dijo la abuela Isabel II, era su nieto ante Dios, pero la justicia de los hombres es otra cosa.