Fin de la guerra de las Malvinas

Argentina quemó su penúltimo cartucho para arrebatar las islas Malvinas a los británicos en 1982, y el 14 de junio de aquel año se rendía ante Reino Unido después de una guerra de setenta y cuatro días, mal llevada, peor planteada y absolutamente innecesaria. ¿Por qué se empeñó el general Leopoldo Galtieri en recuperar las islas por las bravas cuando el asunto se estaba tratando por la vía diplomática en Naciones Unidas? ¿A qué vino aquella invasión anacrónica y en el momento más inoportuno? Todo fue una mascarada, una patochada más del régimen militar argentino que costó la vida a mil hombres.

Los militares arrearon un golpe de mano en Argentina porque el país iba mal. Pero luego llegaron ellos y lo dejaron mucho peor. La crisis que vivía la República en aquel 1982 alcanzó niveles históricos, y había que hacer una maniobra de distracción para que el país dejara de mirar hacia dentro. Leopoldo Galtieri enfocó a las Malvinas y despertó en los argentinos un sentimiento patriótico por recuperar aquellas islas que les quitaron los británicos en el siglo XIX.

Pero Galtieri calculó mal, porque pensó que el Reino Unido no respondería militarmente. ¿Por qué se iban a preocupar los british por unas islas que les pillaban a 8.000 kilómetros de distancia, áridas y donde hace un frío que pela? Pues, primero, porque a Margaret Thatcher nadie le tocaba las narices y, segundo, porque, en el hipotético caso de que algún día se cerrara el Canal de Panamá, las Malvinas tendrían una enorme importancia estratégica para el Reino Unido.

Así que la Thatcher envió veinticinco mil soldados a defender las islas, bien preparados, mejor asistidos y con excelente material bélico. Argentina tuvo que capitular y dejó en el camino a seiscientos cincuenta hombres. El fracaso de la guerra dio la puntilla al régimen militar, y quedó claro que el ejército argentino sólo tenía buenas estrategias para torturar y asesinar a los disidentes de su país, para organizar los vuelos de la muerte y hacer desaparecer a treinta mil ciudadanos. Un año después, la democracia volvió a Argentina. Fue la única consecuencia bondadosa de aquella estúpida guerra.