El 7 de marzo de 1939 se producía en la bocana del puerto de Cartagena la mayor catástrofe naval de la historia de España. Se fue a pique el transporte de guerra Castillo de Olite, y en su hundimiento arrastró mil quinientas almas. Fue en una acción de guerra en la que los republicanos tuvieron mucha puntería y en la que los sublevados franquistas en Cartagena mostraron una torpeza imperdonable. La muerte de aquellos mil quinientos hombres de una sola tacada se podría haber evitado, primero y evidente, si los republicanos no hubieran disparado y, segundo, si los sublevados no hubieran dado por hecho que Cartagena ya estaba ganada.
El Castillo de Olite partió del puerto de Castellón con destino al de Cartagena junto con otros buques. Iban en auxilio de los sublevados en esa ciudad, porque los republicanos, aunque tocados de muerte, no acababan de rendirla. El Castillo de Olite transportaba dos mil doscientos hombres, era muy pesado, muy lento y llevaba la radio estropeada. O sea, que se quedó el último del convoy. El día 6 de marzo la artillería de costa de Cartagena estaba en manos de los golpistas, con lo cual pudieron proteger de los ataques republicanos la llegada de los barcos que iban por delante del Castillo de Olite.
Pero, en una rápida maniobra, los republicanos recuperaron las baterías de costa y como el Castillo de Olite iba el último, llevaba un día de retraso y encima navegaba sin radio, no fue advertido de que iba derechito a una ratonera, convencidos todos sus mandos de que Cartagena estaba ganada para la causa. Cuando recibieron el primer disparo estaba claro que no era así. El segundo remató el hundimiento. El episodio del Castillo de Olite, más que un pírrico triunfo republicano, lo que dejó al descubierto fue el caos y la desorganización de los sublevados en Cartagena. Pero, sobre todo, dejó dos preguntas en el aire. Una: ¿por qué se ordenó el embarque de dos mil doscientos hombres en un barco sin radio? Y dos: ¿por qué nadie frenó el avance del buque, aunque fuera por paloma mensajera? Mil quinientos hombres murieron esperando respuestas.