Scapa Flow: todos a una

El orgullo es lo único que le puede quedar a una nación derrotada en una guerra, y el día 21 de junio de 1919 la vencida Alemania tras la Primera Mundial dio señales de ser un país más que orgulloso: hundió todos sus barcos antes que entregarlos a las naciones vencedoras. Casi todos se fueron a pique y todos a la vez. En total se auto hundieron cincuenta y un barcos entre acorazados, destructores y cruceros de batalla. Se salvaron veintitrés, pero porque estaban varados. Fue el fin de la marina imperial alemana. Años después Hitler tuvo que empezar de cero porque no tenía ni una barquita.

Alemania había perdido la Primera Guerra Mundial y las naciones vencedoras se reunieron en París para firmar el famoso Tratado de Versalles, con el que se impondrían las sanciones oportunas a los alemanes por haber liado la que liaron. A la espera de que se firmara el tratado se ordenó a toda la flota imperial alemana que se reuniera en la base británica de Scapa Flow, en las islas Orcadas, al norte de Reino Unido, donde se acaba Escocia. Los alemanes, muy obedientes porque habían perdido, reunieron allí sus setenta y cuatro buques a la espera de que el Tratado de Versalles decidiera cómo se los repartían los que habían ganado, aunque ya se sabía que la mayor parte de la flota se la iba a quedar Gran Bretaña.

Aquel 21 de junio, los ingleses que custodiaban la armada alemana se hicieron a la mar y, aprovechando la falta de vigilancia, el comandante en jefe alemán inició un plan previamente pactado con todos los oficiales de los buques: izó la bandera de su acorazado con una señal que preguntaba si estaban dispuestos a hundir sus barcos. Todos izaron sus banderas con la señal afirmativa, y el buque insignia volvió a izar otra con la orden inmediata de hundir los buques. En ese momento, todos a una, como Fuenteovejuna, abrieron las espitas y las válvulas, y se fueron a pique.

Fue el suicidio de la flota imperial alemana antes de entregarla a manos extranjeras. En aquel acto de honor, murieron nueve marineros. Las últimas víctimas de la Primera Guerra Mundial cuando ya nadie estaba en guerra.