«Quan el mal ve d'Almansa…»

Las aspiraciones austríacas al trono de España recibieron hace poco más de trescientos años su tiro de gracia. Fue el 25 de abril de 1707 cuando se produjo en los campos de Almansa, en Albacete, la batalla decisiva para que Felipe V asentara sus reales en el trono español. No es que los austríacos dieran por perdida la lucha, porque aún plantaron cara en otras dos batallas posteriores, las de Villaviciosa y Brihuega, pero los Borbones ya se los habían merendado en la famosa batalla de Almansa.

Borbones y austríacos se disputaban el trono de España desde que en 1700 muriera Carlos II sin descendencia. El lío vino porque Carlos II era un Habsburgo, austríaco, y pese a ello dejó como heredero al trono a un Borbón, a un francés, a Felipe V. Los austríacos pensaron que Carlos II estaba tonto (que es verdad que lo estaba) y, por supuesto, no aceptaron perder una corona que monopolizaban desde hacía doscientos años. Felipe V, el Borbón beneficiado en la herencia, dijo que Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita, y se plantó en España. El archiduque Carlos de Austria también hizo las maletas y se encajó aquí con todas sus tropas. La guerra por la sucesión quedó servida en bandeja.

En el bando de Felipe V estaban Francia y España, y en el del archiduque Carlos, Austria, Gran Bretaña, Portugal y una unión temporal de empresas formada por siete provincias del norte de los Países Bajos conocida como Provincias Unidas. En Almansa nunca habían oído hablar tantos idiomas, pero encima los almanseños tuvieron que hacer de sepultureros, enfermeros y posaderos de dos ejércitos con más de cuarenta mil hombres. Ganó el Borbón.

Y menos mal que cuando se conmemoró en 2007 el tercer centenario del encontronazo, en Valencia estaban entretenidos con la Copa América de vela, porque no les hacía ninguna gracia recordar que después de aquella batalla perdieron todos sus fueros y vieron arrasadas sus tierras por haber apoyado al austríaco. Por allí dicen que «Quan el mal ve d'Almansa, a tots alcança» (Cuando el mal viene de Almansa, a todos alcanza). No lo dicen por los almanseños de ahora, sino por los Borbones de entonces.