Castilla invade Tenerife

Hay quien cree que las islas Canarias han sido españolas de toda la vida. Pues no. En realidad, Castilla no terminó de conquistar el archipiélago hasta después de haber descubierto América, y fue la noche del 13 de noviembre de 1494 cuando comenzó la batalla que puso en manos castellanas la última de las islas por conquistar Tenerife. Los guanches lucharon como fieras para defender su terruño, pero no pudo ser. En el cuerpo a cuerpo no había quien pudiera con ellos, pero los castellanos llevaron consigo un arma secreta: la enfermedad.

La historia de las Canarias es muy compleja, pero por resumir y llegar cuanto antes a aquel 13 de noviembre, baste decir que dos años después de haber iniciado la conquista de América, a Castilla sólo le faltaba Tenerife para completar el archipiélago. Así que, Alonso Fernández de Lugo, que, como su propio nombre indica, había nacido en Sanlúcar, en Cádiz, se fue a por la isla. El primer intento de conquista fracasó estrepitosamente. Los isleños dieron la del pulpo a los peninsulares en La Matanza del Acentejo. Los arcabuces no pudieron con el genio guanche.

Pero los perdedores volvieron, y aquel 13 de noviembre atrajeron a los guanches a una llanura. Gordo error indígena el de bajar a luchar a campo abierto en la famosa batalla de La Laguna, aunque los castellanos contaron con una ayuda extra. Los guanches fueron definitivamente derrotados después de la batalla gracias a una epidemia, una enfermedad que aún hoy es un enigma y que no afectó a un solo castellano.

Dos y dos son cuatro, y parece claro que los isleños sucumbieron a los virus, no a los invasores. Se la llamó «la modorra guanche», porque a los castellanos les pareció que aquellos guerreros tan bravos estaban así, amodorrados. Pobres, sólo estaban enfermos y por eso terminaron de perder su isla. Si no, quién sabe, a lo mejor todavía hoy deberíamos estar enseñando el pasaporte para visitar el Teide.