Es el cuadro más valorado del mundo, el más estudiado, sobre el que más tonterías se han dicho, el más enigmático y el más difícil de admirar por los codazos de los turistas. Y La Gioconda también es el más difícil de robar, al menos ahora. En 1911 lo birlaron, pero dos años después, el 12 de diciembre de 1913, la Mona Lisa fue recuperada en Florencia con la sonrisa puesta.
El autor del robo fue el italiano Vincenzo Peruggia, un carpintero del Louvre que salió tan pancho del museo con la tabla debajo de su bata de trabajo. Lo hizo por patriotismo. Si don Leonardo era italiano, si la dama era italiana y si el cuadro se pintó en Italia, ¿qué diablos hacía La Gioconda en París?
Peruggia fue el autor material del robo, pero el cabeza pensante fue un argentino que enredó al italiano diciéndole que el único interés del escamoteo estaba en devolver La Gioconda a su país de origen. El carpintero picó, pero el objetivo del argentino era otro. Porque, previo al robo, había encargado a un virtuoso de la falsificación seis Giocondas, de tal manera que cuando el italiano consumó el robo, el argentino vendió las seis copias a distintos magnates haciéndoles creer que compraban la auténtica, la robada. La jugada fue redonda, porque el argentino se embolsó 60 millones de dólares y los que habían comprado las seis falsas Giocondas no pudieron denunciarle.
El cuadro lo han estudiado psiquiatras, neurobiólogos, oftalmólogos, otorrinolaringólogos, cirujanos plásticos y odontólogos… y cada uno saca sus propias conclusiones. Los odontólogos dicen que la Gioconda parece que sonríe porque la modelo padecía bruxismo, esa patología que te hace apretar los dientes involuntariamente; los oftalmólogos dicen que no sonríe, que sólo es una ilusión óptica de la visión periférica cuando el espectador mira a cualquier parte del cuadro menos a la boca; los ginecólogos apuestan a que sí sonríe, pero porque estaba embarazada… Y si entramos en la identidad de la modelo, las teorías se disparan. Según unos, fue la esposa de un comerciante toscano; según otros, una amante de Leonardo, y otros dicen que era el propio Leonardo travestido y afeitado. Y justo aquí se desmontaría la hipótesis del embarazo. La Gioconda disfruta hoy de una sala enorme y exclusiva, iluminación especial, vitrina con climatización propia y un cristal antibalas, casi antimisiles. Si Mona Lisa aún sonríe, ya es bastante.