Según los puritanos, el Ulises de Joyce era obsceno e irreverente. Una guarrería de novela en la que se habla sin tapujos de todos los aspectos de la vida, la ciencia, los problemas raciales, los religiosos, los familiares… La primera edición completa del Ulises tuvo que editarse en París, y como los tipógrafos franceses se manejaban mal con el inglés, salió plagada de erratas. Dio igual, el éxito no tuvo precedentes. Si aún no lo han leído, cojan carrerilla, porque el Ulises tiene mil páginas.
La novela narra un día, el 16 de junio de 1904, en la vida de Leopold Bloom. La repercusión de la obra es tal, que todos los años desde 1954, cada 16 de junio, dublineses y turistas se echan a la calle para hacer el mismo recorrido que hizo por tabernas y bares el protagonista de Ulises. Celebran el Bloomsday.
Los más ortodoxos se visten de época y comienzan haciendo el mismo desayuno que Leopold Bloom toma en la novela: una taza de té, una rebanada de pan con mantequilla y un riñón a la plancha, pero muchos bares de Dublín sustituyen el riñón por salchichas y beicon, porque si no, no hay quien desayune.
El Bloomsday continúa luego con tentempié, almuerzo, cena… todo ello regado con varias pintas de Guinness, con lo cual es fácil imaginar que la fiesta termina de aquella manera en la madrugada del día siguiente. Pero lo que también celebran los dublineses cada año es el éxito de James Joyce sobre la hipocresía, las convenciones sociales y el puritanismo. El triunfo de la libertad de imprenta. Pues eso, que viva la Constitución.