Atentado en Sarajevo

El 28 de junio de 1914 se produjo el atentado que dio pie a la Primera Guerra Mundial: los asesinatos en Sarajevo, en Serbia, del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando y de su mujer. A los nacionalistas serbios no les caían bien los austrohúngaros, y un grupo de desquiciados que se puso por nombre La Mano Negra decidió que la mejor manera de meter el dedo en el ojo era matando a dos austríacos importantes.

Los Balcanes siempre han sido un polvorín. De hecho, el canciller alemán Bismarck vaticinó, diecisiete años antes de que ocurriera, que una gran guerra europea acabaría estallando por culpa de alguna maldita estupidez en los Balcanes. Y aquella maldita estupidez fue el atentado contra la pareja real austrohúngara en Sarajevo. Imposible resumir en una historia menuda la situación europea para que la Primera Guerra Mundial acabara reventando por culpa de este magnicidio. Pero sí conviene recordar que a muchos se les pusieron los pelos de punta cuando en 1991, con la dislocación de la antigua Yugoslavia, volvió a estallar la guerra. Otra vez los Balcanes, otra vez Europa boca abajo, otra vez las limpiezas étnicas y los nacionalismos asesinos.

Aquel 28 de junio, la pareja real hacía una insignificante visita oficial a Sarajevo. En el recorrido de la comitiva hacia el ayuntamiento se habían distribuido veinticuatro miembros de La Mano Negra, pero todos muy zoquetes. Sólo uno se atrevió al final a lanzar una granada que rebotó en el coche e hirió a doce espectadores. En el trayecto de regreso se hizo el mismo recorrido y, en un momento en que el carruaje paró, otro terrorista de La Mano Negra cosió a balazos al archiduque y a su mujer. Los dos asesinos implicados, el que tiró la granada y el que luego disparó, intentaron suicidarse según los planes tomando cápsulas de cianuro, pero el veneno estaba caducado y sólo consiguieron vomitar. Fueron juzgados y ejecutados, pero la que liaron fue fina: Austria contra Serbia, Rusia contra Austria, Alemania contra Rusia, Inglaterra contra Alemania y, al final, todos contra todos, la guerra y la muerte.