Laika se va al espacio

El 3 de noviembre de 1957, una perra mil leches, feúcha y de padres desconocidos se llevó la gloria de ocupar con nombre propio un espacio en las enciclopedias. Se llamaba Laika, era moscovita y fue el primer ser vivo que salió a orbitar la Tierra. El primer ministro soviético, Nikita Krushchev, quiso dar a los americanos con un triunfo en las narices a la vez que celebraba el cuarenta aniversario de la Revolución bolchevique, y ese triunfo era ganarles la carrera espacial con la primera criatura viviente astronauta.

Laika ladraba en vez de hablar, pero eso era lo de menos. Lo importante era que, a las diecinueve horas y doce minutos de aquel 3 de noviembre, la Unión Soviética pudo entonar el chincha rabiña mirando a Washington. Pero hicieron trampa.

El Sputnik 2, una cápsula cónica de cuatro metros de alto con una base de dos metros de diámetro, se lanzó con Laika dentro. El plan era matarla después de diez días en órbita con una emisión de gas o con una ración de comida envenenada, porque era del todo imposible hacerla regresar viva. La tecnología no daba para tanto. La cápsula iba a pulverizarse cuando volviera a entrar en contacto con la atmósfera, y se trataba de proporcionar a Laika una muerte dulce. Ahora viene la trampa.

Los soviéticos hicieron creer al mundo que Laika había muerto, según los planes, unos días después del despegue y con la misión cumplida, pero la pobre perra murió a las siete horas de viaje. La verdadera causa de la muerte de Laika se conoció en 2002: fue el estrés y el sobrecalentamiento de la cápsula. La nave Sputnik dio 2.570 vueltas a la Tierra antes de desintegrarse el 4 de abril de 1958, pero Laika llevaba ya cinco meses en el otro barrio. Después de Laika no se organizó otra misión tripulada por perros mientras no se pudiera asegurar el regreso del animal vivo. Eso ocurrió dos años después: otras dos perras soviéticas, Belka y Strelka, regresaron con éxito de su misión. Yuri Gagarin ya fue sobre seguro. En la Ciudad de las Estrellas, un pueblo al noroeste de Moscú, está el monumento con estatuas de los astronautas rusos. Laika asoma entre las piernas de uno de ellos.

Después de Laika, al espacio se mandaron chimpancés, moscas, tortugas, escarabajos, renacuajos, macacos, amebas, abejas, esporas… No enviaron camellos por si se quedaban traficando con el polvo estelar.