Hotel
Por qué me escribe? ¿Por qué me pide detalles? Pero ya que así lo quiere, me veo en la obligación de afirmar que los relatos sobre su comportamiento maligno, mientras vivía su marido y después de su muerte, que habían llegado hasta mí, y que yo creí por completo antes de conocerla, ¡pero que usted, ejerciendo sus habilidades perversas, había conseguido que yo desacreditara!, han sido demostrados como ciertos de manera incontestable. Más aún, me aseguran que una relación, que yo ni siquiera había imaginado, existe desde hace algún tiempo y aún no ha cesado, entre usted y el hombre a cuya familia ha robado la paz a cambio de la hospitalidad que se le ofreció. Que ha mantenido correspondencia con él, desde que se fue de Langford (no con su mujer, sino con él) y que ahora le visita cada día. ¿Puede, se atreve a negarlo? ¡Y todo esto, mientras yo era el pretendiente alentado y aceptado! ¡De qué me he escapado! No puedo más que sentirme agradecido. Nada más lejos de mi intención que todo sean quejas y suspiros de lamento. Mi arrojo me ha puesto en peligro y mi salvación se la debo a la amabilidad e integridad de otros. La desgraciada señora Manwaring, cuyas agonías mientras relataba estos sucesos parecían amenazar su juicio… ¿Cómo se la puede consolar a ella?
Después de manifestaciones como ésta, no creo que pueda fingir más estupor por los motivos de mi despedida. He recobrado el juicio y me dice que debo aborrecer las artimañas a que me han sometido, tanto como despreciarme a mí mismo, por la debilidad en que ellas basaron su poder.
R. De Courcy