Carta 26 La señora Johnson a lady Susan

Calle Edward

Me siento halagada por tus atenciones y éste es mi consejo: ven a la ciudad sin perder más tiempo, pero deja a Frederica allí. No cabe duda de que es prioritario conseguir tu estabilidad casándote con el señor De Courcy que irritarle a él y al resto de su familia haciendo que tu hija se case con Sir James. Deberías pensar más en ti y menos en tu hija. No tiene el talante para que puedas sentirte orgullosa de ella ante el mundo. Y Churchill, con los Vernon, parece el lugar más adecuado para ella. Pero tú sí estás hecha para la sociedad y es una pena tenerte exiliada. Deja que Frederica se castigue a sí misma por los apuros que te ha hecho pasar, permitiéndole esa ternura romántica que no le traerá sino desgracias y ven tú a la ciudad tan pronto como puedas.

Tengo otra razón para solicitarte que lo hagas: Manwaring ha llegado a la ciudad esta semana y se las ha ingeniado, a pesar del señor Johnson, para conseguir verme. Se siente absolutamente desgraciado por tu causa y celoso hasta tal punto por los De Courcy que sería muy poco recomendable que ellos se encontraran ahora. Y, sin embargo, si no consientes en verle aquí, no puedo asegurarte que no cometa la imprudencia que llevaría al mismo resultado y que sería la de acudir a Churchill, por ejemplo. ¡Sería espantoso! Además, si sigues mi consejo y te decides a casarte con De Courcy, te resultará indispensable librarte de Manwaring. Sólo tú tienes influencia suficiente para mandarle de nuevo junto a su mujer. Aún tengo otro motivo para que vengas: el señor Johnson se va de Londres el próximo martes. Va a hacer una cura de salud a Bath, donde, si las aguas se muestran favorables con su organismo y mis deseos, la gota lo retendrá varias semanas. Durante su ausencia, podremos decidir qué compañía queremos y divertirnos de verdad. Te invitaría a la calle Edward, pero en cierta ocasión, él me arrancó la promesa de no invitarte nunca a mi casa. Sólo por haberme visto necesitada de dinero, acepté concederle ese deseo. Sin embargo, puedo conseguirte un bonito estudio en la calle Seymour y podemos estar siempre juntas allí o aquí. Considero que mi promesa al señor Johnson sólo comprende (cuanto menos en su ausencia) que no duermas en la casa.

El pobre Manwaring me cuenta historias de los celos de su mujer. ¡Qué mujer tan ingenua: esperar constancia de un hombre tan encantador! Pero siempre ha sido una ingenua y lo demostró con creces al casarse con él. ¡Ella, la heredera de una gran fortuna, y él, sin un penique! Un título, cierto, además de baronía, sí que consiguió. Su desatino al formalizar la unión fue tal que, aunque avalado por el señor Johnson, con el que en general no comparto sus sentimientos, nunca la podré perdonar.

Atentamente,

Alicia