Churchill
Sé que estarás ansiosa por saber más cosas de Frederica y tal vez me hayas juzgado negligente por no haberte escrito antes. Llegó con su tío hace ya quince días y, naturalmente, le pregunté en seguida por la razón de su comportamiento y, de inmediato, me di cuenta de que había acertado por completo al atribuirlo a mi carta. Lo que en ella anunciaba hizo que se asustara de tal modo que, para llevarme la contraria de manera infantil, a la vez que movida por la insensatez y sin considerar que aunque huyera de la calle Wigmore no tenía manera de escapar a mi autoridad, decidió abandonar esa casa y dirigirse directamente a la casa de sus amigos, los Clarke. Llegó a alejarse dos calles cuando, afortunadamente, se dieron cuenta de su marcha y la alcanzaron.
Así fue la primera gran hazaña de la señorita Frederica Susanna Vernon. Si tenemos en cuenta que la ha realizado a la tierna edad de dieciséis años, podemos albergar los pronósticos más halagadores para su futuro renombre. Con todo, me han irritado mucho las invocaciones al decoro que han permitido a la señorita Summers rechazar a la niña. Me parece que ha tenido una gran sutileza, considerando las conexiones de la familia de mi hija, que no puedo suponer otra cosa que lo que teme es que nunca conseguirá su dinero. Sea como fuere, Frederica ha vuelto a mis manos y, no teniendo nada que hacer, se dedica a seguir con sus planes románticos que ya empezó en Langford. ¡De hecho, se está enamorando de Reginald de Courcy! Desobedecer a su madre, rechazando una oferta a la que no se le pueden hacer objeciones, no le basta; quiere entregar sus afectos sin tener la aprobación de su madre. Nunca he visto a una chica de su edad facilitar tanto a los hombres que la tomen como un pasatiempo. Sus sentimientos son tolerablemente intensos y actúa con una falta de astucia encantadora para demostrarlos, así que sólo se puede esperar que cualquier hombre que se cruce con ella la ridiculice y desprecie.
La falta de astucia nunca conseguirá nada en asuntos amorosos y esa chica es una ingenua de nacimiento. Esa falta de astucia le viene por naturaleza o por amaneramiento. Aún no estoy segura de que Reginald se haya dado cuenta de qué está tramando ni tampoco importa mucho. Él, por el momento, se muestra indiferente. Si él llegara a percibir sus emociones, sólo la menospreciaría. Los Vernon admiran su belleza, pero eso no ha causado ningún efecto en él. Goza por completo de los favores de su tía porque, naturalmente, se parece muy poco a mí. Es la compañera perfecta para la señora Vernon, a la que le encanta ser la mejor y la más juiciosa e ingeniosa durante una conversación. Frederica nunca la eclipsará. Cuando llegó, me esforcé para que no pudiera estar mucho tiempo con su tía, pero ahora me he relajado, puesto que creo que puedo confiar en que ella respete las reglas que he fijado para su relación.
No creas, sin embargo, que tanta indulgencia me ha hecho abandonar ni por un momento mis planes en relación con su matrimonio.
No; en lo tocante a este punto, no voy a alterar mis intenciones aunque aún no he decidido la manera en que lo llevaré a término. No sería una buena idea ocuparse del asunto aquí, expuesta a las prudentes opiniones del señor y la señora Vernon, pero tampoco puedo permitirme ir a la ciudad. La señorita Frederica tendrá, pues, que esperar un poco.
Cordialmente,
S. Vernon