Apéndice A
por Michael J. Campbell
A medida que vamos cumpliendo años es natural que nuestros pensamientos se vuelvan espontáneamente hacia la religión, así que yo me he dedicado a valorar las metáforas religiosas en el ámbito de la estadística. Está claro que, en sentido metafórico, los frecuentistas son católicos, puesto que dividen los resultados en función de que éstos se revelen «significativos» o «no significativos», en lugar de clasificar los pecados en «mortales» (que sería el equivalente de «significativos») y veniales. La aleatorización es la gracia que salva al mundo. En la confesión, el sacerdote se interesa en la frecuencia con la que uno acostumbra a cometer un pecado (y yo imagino que los fieles podrían entregarle al confesor un diagrama de columnas con el número de veces que han soltado alguna maldición o que se han mostrado poco caritativos en lugar de presentarle una mera lista verbal —¡de ese modo el sacerdote dispondría de una información mucho mejor!—). Después de la confesión, los frecuentistas, al igual que los católicos, reciben el perdón, de modo que tras rechazar una hipótesis nula con un valor p < 0,05 son libres, tras su publicación, de volver a utilizar como límite el valor 0,05. La oración frecuentista dice así: «Fisher nuestro, que estás en los Cielos…». Los santos de esta confesión son Pearson y Neyman. En lugar de un Cielo y de un Infierno tienen hipótesis Nulas y Alternativas, y en su Credo, en vez de responder a la pregunta: «¿Renunciáis a Satanás…?», atienden a la intimación: «¿Renunciáis a la hipótesis nula…?».
Por otra parte, los bayesianos son, en términos religiosos, fundamentalistas neoconversos. Resulta imperativamente necesario pertenecer a la comunidad de los «creyentes» y es muy frecuente que los bayesianos puedan señalar el día en que Bayes se apareció en sus vidas, la fecha exacta en la que abandonaron las pueriles manías frecuentistas (o incluso el momento mismo de la «revelación»). Es evidente que el reverendo Thomas Bayes actúa como su director y guía espiritual, un hombre que llegaría al extremo de imitar al Dios cristiano al no publicar una sola línea en vida (¡pero cuidado, he oído decir que algunos no bayesianos desearían que algunos de sus seguidores hubieran hecho lo mismo!). Los bayesianos dividen el mundo en creyentes y en no creyentes, y en las conferencias de estadística no tienen empacho en preguntarle a un completo desconocido si es o no es partidario del bayesianismo, como quien se informa de una importante característica definitoria. Cuando topan con un estudioso que no es adepto del teorema de Bayes se muestran sorprendidos por el tipo de cosas que llegan a hacer los no bayesianos, señalando al mismo tiempo las certezas que permite alcanzar la fe que ellos profesan al objeto de intentar convertir al infiel.
Y luego están las sectas. Las personas que creen que la estadística no paramétrica tiene respuesta para todo son el equivalente científico del agnóstico. De manera similar, los instaladores de rutinas de arranque informáticas no alcanzan a comprender por qué ha de mezclarse a Dios en todo. Y no hay que olvidar a los que practican el culto de la «campana de Gauss», que piensan que para explicar algo, sea lo que sea, basta con remitirse a la distribución normal. Los simuladores piensan que Dios es una invención puramente humana.
¿Y dónde me sitúo a mí misma? Bueno, haciendo honor a la característica y cálida moda inglesa, me considero asimilable a los practicantes del anglicanismo. Creo que la estadística es una de las vías que permiten descubrir la verdad, y no tengo inconveniente alguno en seguir cualquier medio legítimo que pueda ayudarme a llegar hasta ella. Advierto peligros en los extremismos que acechan en todas direcciones, de modo que trato de atenerme al «justo medio». Sigo utilizando los valores p y los intervalos de confianza, pero atempero su crudeza con las creencias a priori. Me agrada la idea del «bayesianismo empírico», en el cual se emplean los estudios realizados con anterioridad como elemento de información para los a priori que decidan asumirse. Veo perfectamente las ventajas que presentan los métodos bayesianos cuando es preciso establecer modelos de uno o más sistemas complejos e incluir la incertidumbre en los parámetros considerados, y creo también que, en muchos aspectos, el método de Bayes refleja mejor el proceso de la inferencia científica. Con todo, prefiero no tenerme más que por una simple creyente, sin asignar ninguna etiqueta particular a la fe que profeso.
Y ya que hablamos de religión, me viene a la mente una tira cómica que se publicó hace ya algunos años y que guardaba relación con el bayesianismo. En ella se veía a un grupo de monjes. Uno de ellos tenía la mirada perdida, el otro había trocado el hábito por el uniforme militar, un tercero sostenía una guía turística y la estudiaba afanosamente, con la punta de la lengua fuera… Todos ellos representaban, respectivamente, al a priori vago, al a priori uniforme, al a priori informativo y, por supuesto, al a priori impropio…[AA.i]