Agradecimientos

Tanto por su perspectiva científica y su asesoramiento erudito como por la paciencia que han demostrado hacia alguien que no paraba de hacerles un sinfín de preguntas, he contraído una profunda deuda de gratitud con Dennis V. Lindley, Robert E. Kass y George F. Bertsch. Todos ellos dedicaron sus mejores esfuerzos a la lectura de este libro, realizando diversos y muy perspicaces comentarios relacionados con el conjunto de la obra, ya fuera tras el examen de uno de sus muchos borradores o de varios. Y de no haber contado con el apoyo de mi marido, George Bertsch, me habría resultado totalmente imposible escribir este libro.

Por su inteligente orientación en varios de los más cruciales hilos narrativos de este texto, agradezco igualmente la colaboración de James O. Berger, David M. Blei, Bernard Bru, Andrew I. Dale, Arthur P. Dempster, Persi Diaconis, Bradley Efron, Stephen E. Fienberg, Stuart Geman, Roger Hahn, Peter Hoff, Tom J. Loredo, Albert Madansky, John W. Pratt, Henry R. («Tony») Richardson, Christian P. Robert, Stephen M. Stigler y David L. Wallace.

Otros muchos expertos y especialistas tendrían la amabilidad de conversar conmigo, a menudo durante largo tiempo, tanto para asesorarme acerca de las particularidades que han venido marcando las distintas épocas como para señalarme los problemas, detalles y personas que intervinieron en ellas. Quisiera mencionar, entre otros, al capitán Frank A. Andrews, así como a Frank Anscombe, George Apostolakis, Robert A. y Shirley Bailey, Friedrich L. Bauer, Robert T. Bell, David R. Bellhouse, Julian Besag, Alan S. Blinder, George E. P. Box, David R. Brillinger, Bruce Budowle, Hans Bühlmann, Frank Carter, Herman Chernoff, Juscelino F. Colares, Jack Copeland, Ann Cornfield, Ellen Cornfield, John Piña Craven, Lorraine Daston, Philip Dawid, Joseph H. Discenza, Ralph Erskine, Michael Fortunato, Karl Friston, Chris Frith, John («Jack») Frost, Dennis G. Fryback, Mitchell H. Gail, Alan E. Gelfand, Andrew Gelman, Edward I. George, Edgar N. Gilbert, Paul M. Goggans, I. J. «Jack» Good, Steven N. Goodman, Joel Greenhouse, Ulf Grenander, Gerald N. Grob, Thomas L. Hankins, Jeffrey E. Harris, W. Keith Hastings, David Heckerman, Charles C. Hewitt hijo, Ray Hilborn, David C. Hoaglin, Antje Hoering, Marvin Hoffenberg, Susan P. Holmes, David Hounshell, Ronald H. Howard, David Howie, Bobby R. Hunt, Fred C. Iklé, David R. Jardini, William H. Jefferys y Douglas M. Jesseph.

Debo citar asimismo, con mi reconocimiento, a Michael I. Jordan, David Kahn, David H. Kaye, John G. King, Kenneth R. Koedinger, Daphne Koller, Tom Kratzke, James M. Landwehr, Bernard Lightman, Richard F. Link, Edward P. Loane, Michael C. Lovell, Thomas L. Marzetta, Scott H. Mathews, John McCullough, Richard F. Meyer, Glenn G. Meyers, Paul J. Miranti hijo, subcomandante Dewitt Moody, contraalmirante Brad Mooney, R. Bradford Murphy, John W. Negele, vicealmirante John «Nick» Nicholson, Peter Norvig, Stephen M. Pollock, Theodore M. Porter, Alexandre Pouget, S. James Press, Alan Rabinowitz, Adrian E. Raftery, Howard Raiffa, John J. Rehr, John T. Riedl, Douglas Rivers, Oleg Sapozhnikov, Peter Schlaifer, Arthur Schleifer hijo, Michael N. Shadlen, Edward H. («Ted») Shortliffe, Edward H. Simpson, Harold C. Sox, David J. Spiegelhalter, Robert F. Stambaugh, Lawrence D. Stone, William J. Talbott, Judith Tanur, el Centro de Información de Defensa, Sebastian Thrun, Oakley E. (Lee) Van Slyke, Gary G. Venter, Christopher Volinsky, Paul R. Wade, Jon Wakefield, Homer Warner, Frode Weierud, Robert B. Wilson, Wing H. Wong, Judith E. Zeh y Arnold Zellner.

Quisiera dejar igualmente constancia de mi gratitud hacia dos críticos externos: Jim Berger y Andrew Dale. Los dos leyeron el manuscrito con gran atención y realizaron comentarios útiles que han contribuido a mejorarlo.

Varios amigos y miembros de la familia han aportado igualmente algunas sugerencias cruciales. Pienso en Ruth Ann Bertsch, Cindy Vahey Bertsch, Fred Bertsch, Jean Colley, Genevra Gerhart, James Goodman, Carolyn Keating, Timothy W. Keller, Sharon C. Rutberg, Beverly Schaefer y Audrey Jensen Weitkam. Estoy asimismo en deuda con el personal de la biblioteca matemática de la Universidad de Washington. Y debo añadir que tanto mi agente literaria, Susan Rabiner, como mi editor, William Frucht, me han mostrado siempre un apoyo inquebrantable.

Pese a todas estas ayudas, soy yo, evidentemente, la responsable de los errores que pueda contener este libro.