Capítulo 23

TOMARON una copa de vino tinto antes de ponerse a hablar sobre Mendenhall y los acontecimientos del día. Hannah dijo que necesitaba relajarse unos minutos antes de hablar de cosas serias.

—Está bueno —dijo, en referencia al vino pedido por Bosch.

Puso la mano sobre la mesa, cogió la botella y miró la etiqueta. Sonrió.

Modus Operandi… Naturalmente. Tenías que pedir este vino, y no otro.

—Me tienes calado.

Hannah bebió otro sorbito y a continuación se reajustó de forma innecesaria la servilleta sobre el regazo. Bosch se había fijado en que era un gesto de nerviosismo que solía hacer cuando estaban en un restaurante y la conversación se centraba en su hijo.

—La inspectora Mendenhall me ha dicho que el lunes va a desplazarse a San Quintín para hablar con Shawn —dijo finalmente.

Bosch asintió con la cabeza. No le sorprendía que Mendenhall fuera a San Quintín. Lo que sí que le sorprendía un poco era que se lo hubiese dicho a Hannah. No era una buena práctica revelarle a un entrevistado los propios planes de hablar con otro entrevistado, incluso si eran madre e hijo.

—No tiene mucha importancia que Mendenhall vaya allí —dijo Harry—. Shawn no está obligado a hablar con ella si no quiere. Pero si toma la decisión de hablar con ella, es preciso que le diga toda la…

Bosch se detuvo en seco, pues de pronto comprendía lo que Mendenhall posiblemente se proponía.

—¿Qué pasa? —preguntó Hannah.

—El encubrimiento siempre resulta peor que el delito original.

—¿Qué quieres decir?

—Eso que ha hecho de decirte que el lunes va a ir a San Quintín. Quizá te lo ha dicho porque sabía que me lo ibas a contar. Y es posible que quiera ver si trato de hablar con Shawn antes, para explicarle lo que tiene que decir o para instarle a que se niegue a hablar con ella.

Hannah frunció el ceño.

—No me ha parecido que fuese del tipo retorcido. Más bien me pareció franca y directa. De hecho, tuve la impresión de que no le gustaba encontrarse metida en un asunto de tintes políticos.

—¿Eso lo dijo ella? ¿O fuiste tú la que usó esa expresión?

Hannah lo pensó antes de contestar:

—Creo que yo lo mencioné o lo di a entender antes, pero no le pilló por sorpresa. Dijo que trataba de tener en cuenta la motivación que había detrás de la denuncia interna. Me acuerdo bien. Eso lo dijo ella, no yo.

Bosch asintió con la cabeza, asumiendo que Mendenhall se refería a que O’Toole era el que había elevado la queja. Quizás haría mejor en tener un poco de fe en Mendenhall, en pensar que podía ver las cosas tal y como eran.

Pino les trajo las dos ensaladas César. Se pusieron a comer y dejaron de hablar de la investigación interna. Al cabo de unos minutos, Bosch llevó la conversación en una nueva dirección.

—La semana que viene estoy de vacaciones —indicó.

—¿En serio? ¿Por qué no me lo has dicho? Podría haberme cogido unos días libres. A no ser que… Bueno, es evidente que te apetece estar solo.

Bosch sabía que Hannah llegaría a dicha conclusión.

—Voy a estar trabajando. En el centro del estado: Modesto, Stockton, un pueblo llamado Manteca.

—¿Por el caso Blancanieves?

Sí. O’Toole no habría dado su aprobación a un viaje por mi parte ni loco. No quiere que resuelva este caso. Así que voy a ir por mi cuenta, en mi tiempo libre y pagándolo de mi bolsillo.

—¿Sin un compañero? Harry, eso no es muy…

Bosch denegó con la cabeza.

—No voy a hacer nada que resulte peligroso. Tan solo voy a hablar con unas personas y vigilar a otras. Desde lejos.

Hannah frunció el ceño otra vez. No le gustaba la idea. Antes de que pudiera poner otra objeción, Bosch apuntó:

—¿Qué te parecería quedarte en casa con Maddie mientras estoy fuera?

La sorpresa se reflejó con claridad en el rostro de Hannah.

—Maddie normalmente se quedaba en casa de una amiga cuya madre se había ofrecido a cuidar de ella, pero Maddie y la chica ya no son amigas. Así que es complicado. Mi hija siempre dice que no tiene inconveniente en quedarse sola, pero no me agrada mucho la idea.

—Ni a mí. Pero no sé qué decirte… ¿Se lo has preguntado a Maddie?

—Aún no. Voy a decírselo esta noche.

—No puedes «decírselo» entre comillas. También tiene que ser su decisión. Tienes que preguntárselo.

—Mira, yo sé que tú le caes bien. Y también sé que habláis de vuestras cosas…

—No hablamos de nada. Solo somos amigas en Facebook.

—Bueno, pues es lo mismo. Así es como se comunican los jóvenes de hoy, por el Facebook y enviando mensajes de texto. Tú fuiste la que compró las cervezas para mi cumpleaños, porque ella te lo pidió.

—Eso no fue nada. Desde luego, no tiene nada que ver con quedarme con ella en tu casa.

—Claro, pero estoy seguro de que a Maddie le parecerá bien. Si así lo deseas, se lo preguntaré cuando llegue a casa. Y cuando me diga que sí, ¿me dirás que sí tú también?

Pino se acercó y retiró los platos de las ensaladas. Bosch volvió a formular la pregunta una vez que se hubo ido el camarero.

—Sí, claro —dijo Hannah—. Estaría encantada de hacerlo. Como me encantaría estar en tu casa cuando tú también estés.

Ella ya había mencionado antes eso de ir a vivir juntos. Bosch estaba cómodo con la relación, pero no tenía claro de si quería dar el paso. No sabía por qué. Ya no era ningún jovencito. ¿A qué estaba esperando?

—Bueno, esto podría ser un paso en esa dirección, ¿no te parece? —dijo, en un intento de aparcar la cuestión.

—Más bien parece una especie de examen. Si la hija me da el aprobado, entonces puedo entrar a vivir en la casa.

—No es eso, Hannah. Pero, mira, no quiero ponerme a discutir de estas cosas ahora mismo. Estoy en mitad de un caso, el domingo o el lunes me voy de viaje y ando con una inspectora de asuntos internos pisándome los talones. Quiero hablar de todo esto. Es importante. Pero ¿te parece si esperamos a que todo lo demás haya quedado atrás?

—Claro.

Lo dijo de una manera que daba a entender que no le gustaba que Harry postergara la cuestión.

—Vamos, no te enfades.

—No me enfado.

—Se nota que estás enfadada.

—Tan solo quiero decirte que no estoy en tu vida para hacer de niñera.

Bosch meneó la cabeza. La cosa se le estaba yendo de la mano.

Sonrió con expresión pensativa. Era lo que siempre hacía cuando se sentía acorralado.

—A ver un momento. Yo solo te he pedido que me hicieras este favor. Si no quieres hacerlo o crees que nos va a causar problemas, pues entonces mejor que…

—Te he dicho que no estoy enfadada. ¿Podemos dejar el asunto para otro momento?

Bosch cogió la copa y bebió un largo trago de vino, hasta vaciarla. Y cogió la botella para servirse más.

—Claro —dijo.