Viena, 19 de abril de 1787
Entre dos sesiones de trabajo sobre Don Giovanni, Wolfgang había intentado componer un quinteto para cuerda cuyo rechinante comienzo no llevaba a ninguna parte. Volvió a leer la frase escrita en su álbum, el 11 de abril, por su hermano Gottfried von Jacquin: «Un verdadero genio sin corazón es un absurdo. Pues ni la mera elevación de la inteligencia, ni la imaginación, ni ambas reunidas hacen el genio. ¡El Amor! ¡El Amor! ¡El Amor! Ésa es el alma del genio.»
Como liberado de un peso que lo oprimiera, Wolfgang se lanzó a un amplio quinteto para dos violines, dos violas y un violoncelo[142]. La obra severa y recogida, hacía merodear a la muerte, sentida unas veces como un combate y otras como una escapada hacia la Luz. En ningún momento prevalecía la angustia. Al contrario, el soplo vital atravesaba un espacio desolado a veces y, a pesar de las agresiones procedentes de las profundidades, el dinamismo creador no se debilitaba nunca, hasta retorcer el gaznate a la tentación de la nada.
Mozart recibió al joven Beethoven, enojado y molesto a la vez.
—Me hubiera gustado recibir vuestras enseñanzas —afirmó—, pero por desgracia será imposible.
—Si se trata de un problema financiero…
—No, mi madre acaba de caer gravemente enferma y debo regresar urgentemente a Bonn. Creed que lo lamento.
—Buena suerte, Ludwig.
Don Giovanni, acto primero, escenas de la once a la dieciocho
Wolfgang encontró a un don Juan en pleno desamparo, ante la pareja formada por doña Ana y don Octavio.
—«¡Ya sólo faltaba este encuentro!», exclama el Compañero.
—Ana le hace una pregunta ritual —concretó Thamos—: «¿Tenéis corazón y una alma generosa?»
—«¿Se lo ha soplado el diablo?», se pregunta don Juan. ¿Acaso sospecha que es su agresor? No carece de aplomo al ofrecerle sus bienes, su espada y su sangre, atreviéndose incluso a preguntarle por qué llora y quién fue tan cruel como para turbar la tranquilidad de su vida.
—Entonces interviene doña Elvira: «De ese impío, la negra alma debe ser juzgada», afirma.
—¿Sabéis cómo don Juan se traiciona a sí mismo? Al despedirse de Octavio y de Ana, pronuncia un insistente «adiós», y la hija del Comendador asesinado reconoce al culpable… ¡por su voz!
—«Estoy muerta», le dice Ana a Octavio. Encarnación del pilar Fuerza, él mantiene en vida a la Sabiduría. Ella le cuenta la terrible prueba durante la que estuvo a punto de ser violada. Al pedir socorro, Ana provocó la aparición del Maestro de Obras, asesinado por el Compañero. Exige, pues, venganza.
—El Primer Vigilante Leporello avisa al Compañero: todo va mal. Don Juan se niega a admitir la realidad y canta su primera aria, de una formidable vitalidad: que todos sus huéspedes tengan la cabeza nublada por el vino, que se organice una gran fiesta y un animado baile. Por la mañana, su lista debe haber aumentado con una decena de bellezas. Por impulso de su comunicativo y desbordante entusiasmo, invita incluso a Masetto y a Zerlina, a la que no renuncia a seducir.
—Haz intervenir aquí los Tres Grandes Pilares de la logia —propuso Thamos—, animándolos y enmascarándolos: Ana, la Sabiduría; Octavio, la Fuerza, y Elvira, la Belleza. Juntos, acuden a la invitación del Compañero, para hacer que se sepa su culpabilidad. «Por su rostro y su voz, el traidor se revela», afirman juntos. Don Juan abre una de las ventanas de su morada y los invita a entrar. Guiadas por el cielo, las tres máscaras descubren una sala iluminada, preparada para un gran baile.
—Proclamando su total libertad para actuar, don Juan ordena a tres pequeñas orquestas que toquen un minueto aristocrático, una contradanza burguesa y una alemana popular. Sobreponiéndose, los tres temas reflejan el conjunto de la humanidad. Creyéndose dotado de un poder absoluto, el Compañero sólo piensa en seducir a Zerlina. Pero los Tres Grandes Pilares se descubren quitándose las máscaras. Estupefacto, don Juan identifica a Octavio y a Elvira, pero no a Ana, la Sabiduría, más allá de sus facultades de percepción. El trío lo califica de «traidor» y recuerda que los hechos son ya ritualmente conocidos. Ahora, a causa de su crimen, debe ejercerse la venganza.
—¿Se doblega por fin el Compañero? —preguntó Thamos.
—En su cabeza todo es confusión, reconoce, ya no sabe lo que hace, y la tormenta amenaza. Sin embargo, no le falta el valor y no se estima perdido ni confuso. Aunque el mundo se hundiera, presume, nada nunca lo asustará.
—Y el Primer Vigilante repite esas palabras al concluir el primer acto. ¿Vencerá el Compañero a la adversidad que él mismo ha provocado?
Viena, 24 de abril de 1787
Wolfgang recorrió con tristeza las hermosas estancias de su grande y lujoso apartamento en Schulerstrasse, que ocupaba desde el 29 de septiembre de 1784. Dado el enorme alquiler y sus magras ganancias, desde hacía unos meses era imposible residir por más tiempo allí.
El compositor añoraba ya los 170 m2, su gran despacho, los estucos rococó y el salón que permitía recibir a huéspedes de paso. Pero era preciso dar prioridad a otros gastos y trasladarse a un alojamiento más modesto, en el 224 de Landstrasse[143].
—No te preocupes —lo tranquilizó Constance—. Nuestro nuevo apartamento me gusta mucho, al igual que a Karl Thomas, a nuestro pájaro Star y a Gaukerl. Me parece incluso más práctico que el antiguo. Hemos vivido felices aquí y viviremos más felices aún allí.
—Este traslado, durante tu embarazo…
—¡Yo no llevo los muebles! —repuso ella, divertida—. Ven, es hora de partir.
En su álbum, Wolfgang escribió un doble canon y anotó: «¡Ah! ¡Demasiado breve es el curso de nuestra vida!» ¿Cómo olvidar que había compuesto, en aquella Casa Camesina, Las bodas de Fígaro, su primera ópera ritual, fulgurante de juventud y de entusiasmo?
Mientras se alojaba allí, había sido iniciado a los grados de Aprendiz, de Compañero y de Maestro, y había descubierto la inmensidad de los Grandes Misterios.
Aquella morada seguiría siendo el lugar del florecimiento espiritual, del éxito material y de la notoriedad. Y aquella felicidad, dados el incierto porvenir de la francmasonería vienesa y las primeras dificultades financieras, ¿no comenzaba a escurrírsele de los dedos?