Viena, 3 de junio de 1786
Thamos comunicó a Wolfgang que Cagliostro —absuelto por el Parlamento de París tras diez meses de instrucción referente al asunto del collar de la reina María Antonieta—, había sido expulsado del territorio francés y se había embarcado hacia Inglaterra, donde intentaría imponer su rito, que mezclaba la francmasonería, la magia y el ocultismo.
Cagliostro no sería maestro espiritual en el reino de Francia, y la pareja real, aunque absuelta de las acusaciones que se le hacían, salía muy debilitada de aquel escándalo. El pueblo detestaba a la austríaca, manirrota y frívola. ¿Acaso no vivía de modo suntuoso despreciando a los pobres?
Wolfgang terminó su primera obra compuesta después de Las bodas de Fígaro, un cuarteto[105] para piano y cuerda, recogido y meditativo, de una gravedad serena, donde se percibían, aquí y allá, ecos de Johann Sebastian Bach. En el movimiento lento, una contemplación de los Misterios y, más precisamente, de una escena ritual de la Apertura de los Trabajos, cuando el Venerable, los dos Vigilantes y el Maestro de Ceremonias procedían al encendido del fuego y a desvelar las estrellas. Estallaba entonces la alegría comunitaria y se elevaba el canto de los hermanos, felices de participar en la construcción del templo.
Luego, Wolfgang se entregó sólo al piano, creando un rondó[106] diáfano y severo al mismo tiempo. El alma aspiraba al cielo, pero la realidad terrenal le recordaba que quedaban muchos combates por librar.
Y el hermano Mozart, Maestro masón, no retrocedería.
Viena, 22 de junio de 1786
A causa de la dimisión de Tobias von Gebler y de la anulación de la fiesta del San Juan de verano, la Tenida de primer grado de la logia La Esperanza de Nuevo Coronada se desarrolló en un clima sombrío.
—No debemos renunciar a la fiesta —propuso Mozart—. Forma parte de nuestras tradiciones ancestrales.
—Ni hablar de desafiar al emperador —repuso un viejo conde—. La discreción es la condición para nuestra supervivencia.
—Puesto que nuestro número está limitado y ya no iniciamos a casi nadie, ¿no resulta ilusoria esta supervivencia? —se preocupó un Compañero.
—No niego la gravedad de los acontecimientos —reconoció Wolfgang—, pero debemos seguir progresando por el camino de la iniciación. En cuanto la puerta del templo se ha cerrado herméticamente y nuestros metales están purificados, escuchamos la voz de los símbolos y trabajamos sobre la piedra en bruto, esa misteriosa materia prima que contiene todas las potencialidades.
Thamos reveló una de las enseñanzas del Libro de Thot, referente al tallado de los bloques por los constructores iniciados, luego recordó la importancia de la pirámide. Piedra primordial, encarnaba el amor divino y permitía que la energía creadora circulara entre el cielo y la tierra. Aquella noche, los hermanos olvidaron al emperador, Viena y las incertidumbres del porvenir.
Viena, 30 de julio de 1786
El estío era maravilloso. Constance, Karl Thomas y el pájaro Star se encontraban bien. El Burgtheater había representado de nuevo Las bodas de Fígaro, el 4, y El rapto del serrallo, el 21. Formando todavía parte de los músicos apreciados por los vieneses, a pesar de los ataques de Salieri, Mozart compuso rápidamente un concierto para trompa[107] exigido por el tosco Leutgeb, cansado a veces de su actividad de quesero. A pesar de la banalidad de la obrita, Wolfgang se permitió introducir en el tema inicial una alusión a la alegría iniciática que celebraba ya una cantata[108].
Y puesto que le estaba prohibido escribir para su logia obras abiertamente masónicas, utilizaba títulos profanos. Así, cinco Divertimenti[109], muy poco divertidos, ofrecían movimientos lentos adaptados a las marchas rituales. Por lo que se refiere a los doce dúos para dos cors de basset[110], sirvieron durante algunas Tenidas de investigación en casa de Jacquin, en compañía de Thamos y de otros Maestros capaces de mantener el silencio.
El 8, Wolfgang concluyó su primer verdadero trío para piano, violín y violoncelo. Hizo brillar en él una polifonía inspirada en Bach y en Haendel, al tiempo que llevaba el arte de la variación a una suerte de perfección. Los movimientos graves recordaban, sin embargo, que el pensamiento del hermano Mozart ya no era el de un virtuoso galante que deseaba seducir.
Lyon, 30 de julio de 1786
Aunque empapado del mensaje crístico y de su alta moral, al místico Jean-Baptiste Willermoz le gustaban mucho las mujeres. Algunos de sus discípulos se extrañaban ante esa propensión a disfrutar de los placeres de la carne, pero el Superior de los Grandes Profesos no quería dejar que le dictaran su conducta.
En teoría, sólo obedecía al «Agente desconocido», cuyos mensajes él era el único que comprendía. Y, aquel día, su oculto contacto le aconsejó que reformara los rituales masónicos del primer al cuarto grado, y que advirtiera de su decisión al duque de Brunswick, Gran Maestre de la Estricta Observancia.
El Agente desconocido iba un poco retrasado, puesto que se trataba de una de las incitaciones principales del desastroso convento de Wilhelmsbad.
Presa de un leve remordimiento, pero sin la menor intención de hacerlo, Willermoz escribió de todos modos al duque para tranquilizarlo. ¿No decían que estaba enfermo y desesperado por culpa del hundimiento de su orden? En Francia, la situación seguía siendo turbulenta. El asunto del collar de la reina hacía que los ánimos —incluidos los de los francmasones— se encolerizaran contra el poder. Por fortuna, el Agente desconocido y su intérprete mantendrían a los Caballeros bienhechores de la Ciudad Santa en el camino de Cristo.
Viena, 8 de agosto de 1786
Los primeros días de un soleado y cálido agosto vieron brotar dos sorprendentes obras en el sombreado jardín de los Jacquin. En primer lugar, una sonata para piano a cuatro manos[111] que explotaba todas las posibilidades del instrumento, explorando el conjunto del teclado. El adagio introductorio, en el que se advertía la herencia de Johann Sebastian Bach, era una meditación ante la puerta del templo. ¿Acaso no era preciso dominar las fuerzas oscuras, decididos a arrojar al postulante al mundo profano? Wolfgang nada ocultaba de las tormentas que todo hermano sufría durante su búsqueda de una Luz nunca conquistada por completo.
Luego, mientras jugaba a los bolos con sus hermanos, Wolfgang imaginó un trío para piano, clarinete y viola[112] que dedicó a la familia Jacquin, y especialmente a Franziska. La sorprendente alianza de timbres engendraba un himno a los maravillosos momentos de una vivida fraternidad de la que la angustia estaba ausente. No una alegría superficial, sino la felicidad contenida de un hombre maduro que sabe captar instantes apacibles y suaves.
Se desvanecían ya. Pues Wolfgang debía pensar en hacer vivir de un modo adecuado a su familia, que pronto aumentaría con un segundo hijo.