Viena, 20 de julio de 1785
A pesar de los esfuerzos de Ignaz von Born y de Thamos, había sido imposible celebrar un ritual iniciático del solsticio de estío, pues muy pocos francmasones deseaban semejante cambio. ¿Por qué trastornar sus costumbres folclóricas, tan bien arraigadas, e intentar dar profundidad a unas ceremonias agradables y superficiales?
«No es en absoluto necesario», alegaban varios dignatarios que comenzaban a desconfiar de las investigaciones esotéricas de Von Born y del entusiasmo de Mozart, su discípulo preferido. ¿No eran las logias lugares de encuentro entre personas de calidad, y no laboratorios alquímicos donde se preocupaban de las enseñanzas de los antiguos egipcios?
Sin embargo, el Venerable solicitó dos nuevas melodías a Mozart: una destinada a la Apertura de los trabajos para el grado de Maestro, La obra de la muerte, y la otra a su Clausura, El trabajo se ha hecho[52].
Wolfgang conocía momentos de perfecta felicidad. Su muchachito se portaba a las mil maravillas, vivía un apacible amor con Constance y pasaba deliciosas veladas musicales en casa de su hermano Gottfried von Jacquin.
Desgraciadamente, estas obras, como otras partituras destinadas a las logias, se han perdido o fueron destruidas.
Escribir para su logia y transmitir, así, su percepción de la iniciación le ofrecía un gozo casi irreal.
Viena, 24 de julio de 1785
—La Sociedad de Músicos de Viena se niega a admitirme en su seno —le dijo Wolfgang a Thamos—. Sigue estudiando mi expediente pero demora la respuesta sine die.
—Dicho de otro modo, no entrarás nunca.
—¡Porque no tengo un certificado de bautismo!
—Una falta característica de un francmasón rebelde, ¿no crees?
—¿Acaso mi compromiso espiritual suscita la repulsión de esa honorable sociedad?
—Estoy seguro de ello.
—En ese caso, todos los hermanos acabarán siendo unos apestados.
—Probablemente.
Wolfgang quedó aterrado.
—¿Por qué expulsamos y excluimos cuando buscamos la Luz de la iniciación, sin la que el mundo no podría mantenerse en rectitud?
—Porque el mundo prefiere ser engañado, como tú mismo musicaste.
—¿La afición al poder y al dinero es lo único que lo dirige?
—Peor aún: la estupidez. Advierte cómo los movimientos masónicos se desgarran entre sí y se sabotean unos a otros. El abad Hermes, heredero de la sabiduría egipcia, me enseñó que dos fuerzas antagónicas se oponen a cada instante: Maat e Isfet. Maat es la justicia, la armonía, la verdad, la rectitud, el gobernalle de la embarcación y el zócalo de las estatuas. Isfet es el desorden, la destrucción, la injusticia, la tendencia a la podredumbre y el rechazo de la Luz, todas ellas tendencias innatas en el individuo. El primer deber de los iniciados consiste en poner a Maat en lugar de Isfet, pero ¿cuántos son conscientes de ello? La perversidad de Isfet consiste en confundir el bien con el mal e, incluso, en hacemos considerar el mal como bien y el bien como mal. Por eso, los iniciados sospechosos serán perseguidos, exterminados incluso. Entonces, Isfet reinará sobre esta tierra, de la que habrá desaparecido Maat.
—¿Acaso la vida humana lleva al caos y a las tinieblas?
—No mientras exista un Mozart para combatirlas. No te halago, hermano mío, pues ésa sería la peor de las traiciones. Te comunico sencillamente tu deber: crear sabiduría, fuerza y armonía por medio de tus obras. Si lo logras, espera ataques de una violencia inaudita. La estupidez y la mediocridad de nuestro mundo no podrían admitir semejante intento de restauración de Maat.
—Nunca renunciaré a mi ideal de Maestro masón.
—He aquí la próxima etapa, de una importancia decisiva: el 12 de agosto, el Venerable Ignaz von Born elevará al sublime grado de Maestro a Carl von König, un francmasón veneciano cuya logia[53] acaba de ser prohibida por la Inquisición. Ten la bondad de componer una música para el acto central del rito, la muerte y la resurrección del Maestro dentro del atanor alquímico, el sarcófago que los antiguos egipcios denominaban el «proveedor de vida».
Viena, 25 de julio de 1785
A los cuarenta y un años de edad, natural de la región del lago de Como y hermano de logia de Mozart, Francesco Artaria dirigía, con su hermano Cario, francmasón de La Esperanza Coronada, una de las principales editoriales de Viena, que se hallaba en la Michaelerplatz, cerca del Burgtheater. Preparaba la publicación de la cantata Die Maurerfreude, que revelaría a todo el mundo la pertenencia de Mozart.
—¿No temes reacciones negativas? —se inquietó Anton Stadler, que de pronto se había puesto muy serio.
—¿Vacila un cristiano en afirmar su fe? Y, si lo hace, es un hipócrita, un cobarde. ¿Por qué la fe masónica iba a ser inferior a la cristiana?
—Olvidas un detalle: el número de fieles.
—Soy tanto más consciente de ello cuanto una amplia mayoría de masones cristianos no se interesan por el simbolismo ni por la iniciación.
Poco importa, puesto que un pequeño grupo coherente y decidido busca realmente la Luz.
—Sin duda yo no soy capaz de ello, pero me tienta de todos modos. Me gustaría luchar a tu lado.
—Piénsalo, Anton, y sobre todo no te comprometas a la ligera.
—¿Sigues confiando en mí?
—Eres mi más antiguo y mi más fiel amigo.
—Entonces, todo está dicho. Por fin me comprendes.
Viena, 10 de agosto de 1785
La carta de Leopold alegró y, al mismo tiempo, entristeció a Wolfgang.
En Salzburgo, Nannerl acababa de dar a luz a un niño, Leopold Aloys Pantaleon. Feliz acontecimiento, ciertamente, pero ¿por qué Leopold se ocupaba del niño y lo alojaba en su casa[54]? Actuando así, mostraba su preferencia por Nannerl y, sobre todo, se encerraba en Salzburgo separándose de la francmasonería. En vez de encontrarse con sus hermanos, se consagraba a un bebé y nunca volvería a la logia.
Un importante vínculo se rompía, Wolfgang lo deploró. Pero su padre había tomado su decisión y él no era quién para cambiarla.
Viena, 12 de agosto de 1785
El Venerable Ignaz von Born se sintió feliz al recibir al hermano Cari von König, expulsado de Venecia. Ante los abucheos de una multitud de fanáticos, los bienes del hereje habían sido quemados.
El tenor Adamberger cantó dos cortas obras[55] de Mozart, luego, en el momento crucial del rito de elevación al tercer grado, Wolfgang dirigió la Maurerische Trauermusik[56] para coro de hombres y orquesta.
La magnitud de aquella obra maestra conmovió a Thamos, ya que expresaba, a la vez, la tragedia del asesinato de Hiram y su resurrección durante la creación de un nuevo Maestro masón.
Esta obra extraordinaria sumía al oyente en el espanto de la muerte antes de abrirle la puerta de los Grandes Misterios.
La emoción no impidió al abad Vittorio de Este pronunciar, en italiano, un violento ataque contra la Inquisición: «Los adversarios y las persecuciones con las que combaten nuestra Orden real son la piedra angular con la que se demuestra la fuerza de ánimo del francmasón; de ahí se desprende que debe ser, mucho más, su carácter distintivo. Hoy, no sólo le hacen la guerra la ignorancia y la gazmoñería, sino también la política y la fuerza. Gracias al Supremo Arquitecto, bajo este cielo donde reina el mejor de los príncipes, nuestras familias viven protegidas contra un insulto abierto; pero allí, en pleno Adriático, se insulta a nuestro Tiempo.»