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Viena, 16 de abril de 1785

Por delegación de la logia La Beneficencia, La Verdadera Unión inició a Leopold Mozart y a cinco Aprendices más en el grado de Compañero. Ni Von Born ni Wolfgang eran partidarios de estas hornadas, que pretendían aumentar el número y no permitían vivir con profundidad un ritual.

Así, la ceremonia fue más convencional que el rito practicado en la iniciación del compositor. Sin embargo, Leopold tuvo acceso a algunas nociones básicas del Compañerismo masónico, apertura hacia las artes sagradas y la construcción del Ser.

El acontecimiento es seguido por la primera parte de un discurso del hermano Anton Kreil. A la pregunta: «¿Existe una francmasonería científica?», dio una serie de respuestas, algunas de las cuales interesaron a Wolfgang. ¿Acaso los Antiguos no conocían el principio de todas las ciencias? «Los jeroglíficos de los tres grados» contenían los secretos de los iniciados que la francmasonería había recogido, parcialmente al menos, y que debía transmitir.

—Estas ideas me superan —confesó el hermano Puchberg a Mozart—, pero sin duda no carecen de valor.

El comerciante apreció el Gesellenreise, el Viaje del compañero, para tenor y órgano[34], compuesto con ocasión de la ceremonia. Durante algunos instantes, los hermanos presentes sintieron deseos de progresar por el sendero de la sabiduría, rechazar la ceguera y viajar juntos hacia la fuente de la Luz.

En el registro de la logia, Wolfgang Mozart puso su firma sobre la de su padre, convertido en su hermano.

Klosterneuburg, 19 de abril de 1785

Leopold, atrapado en un torbellino, disfrutó un hermoso día de campo en casa de la condesa Waldstätten, a la que tanto admiraba. Aquella juguetona aristócrata, a la que tanto agradaban las bromas picantes, había protegido a Wolfgang y a Constance con benevolencia, y favorecido su boda, a la que Leopold se oponía.

Hoy, esas peripecias se habían olvidado y la condesa se alegraba del perfecto entendimiento entre el padre y el hijo.

—Querido Leopold —dijo—, se rumorea que os habéis adherido a la francmasonería, siguiendo el ejemplo de Wolfgang.

—Es una sociedad honorable cuyo pensamiento e investigaciones me parecen dignos de estima.

—¿Os instalaréis en Viena?

—Probablemente, no.

—¿No apreciáis esta magnífica ciudad, donde la música ocupa un lugar tan notable?

—Por supuesto, pero gozo de un puesto estable en Salzburgo, donde he pasado casi toda mi vida.

—¿Por qué no intentar una nueva aventura?

—A mi edad, condesa, se piensa sobre todo en la seguridad. ¿Cómo se me juzgaría si me negara a cumplir con mis obligaciones?

—¡Es una lástima, querido Leopold! Habríais sido un perfecto vienés y hubiéramos tenido el gusto de veros a menudo.

Aprovechando un momento de respiro, mientras la condesa Waldstätten hablaba con Constance del pequeño Karl Thomas, Wolfgang expuso un argumento que, así lo esperaba, sería decisivo para retener a su padre en Viena.

—La logia La Verdadera Unión os ascenderá al grado de Maestro el 22 de abril.

—¿No es algo precipitado?

—Si os veis obligado a regresar a Salzburgo, debéis conocer los tres grados y toda la magnitud de la iniciación masónica.

Sobre este punto, Leopold cedió.

Lyon, 20 de abril de 1785

Gran Profeso y Superior de los Caballeros bienhechores de la Ciudad Santa, Jean-Baptiste Willermoz se había negado a ir a París para participar en el convento de los Filaletes, preocupados por los orígenes de la iniciación y las ciencias esotéricas. Vanas cuestiones, puesto que él, Willermoz, disponía ahora de formidables revelaciones, reservadas a sus discípulos. Desconfiaba, pues, de los francmasones, cuya creencia en Jesucristo no era claramente proclamada.

Olvidando las promesas hechas al Gran Maestre de la Estricta Observancia templaría y pensando sólo, ya, en redactar los tan esperados nuevos rituales, Willermoz obedecía al Agente desconocido que le dictaba sus decisiones y le encargaba que dirigiese una «logia elegida y querida».

Tenía así varios cuadernos de instrucciones, formados por signos indescifrables y términos pertenecientes a una lengua desconocida. Finalmente, había anunciado la gran noticia a sus hermanos: en aquella «era de la renovación» iba a aparecer entre ellos un auténtico profeso.

Cada quince días, se reunían esperando que se manifestara el enviado de Cristo. No los decepcionaba, en absoluto, su ausencia; esperarían el tiempo necesario.

A veces, Willermoz recordaba al extraño Thamos, Superior desconocido. ¿Debería haberle escuchado más?

Viena, 20 de abril de 1785

Wolfgang trabajaba con tanto afán que Leopold no se atrevía a interrumpirlo. Constance no lo invitó a almorzar, y el pájaro Star se guardó mucho de entonar una melodía que pudiera molestar al compositor.

Por fin, dejó la pluma.

—Creo que eso servirá —murmuró.

—¿Puedo conocer tu nuevo desafío? —preguntó su padre.

—¡A vos y a mi esposa puedo decíroslo todo! Se trata de una cantata masónica[35] muy especial, puesto que está dedicada al Venerable Ignaz von Born. Recientemente ha descubierto un procedimiento para amalgamar metales preciosos y su reputación no cesa de aumentar en los medios universitarios, por lo que el emperador en persona apoya sus trabajos. La fama de Von Born se derrama sobre la francmasonería vienesa y la logia La Esperanza Coronada desea rendirle un homenaje oficial. Para esta ocasión, me ha encargado una cantata cuyo texto[36] alaba, a la vez, los méritos de nuestro hermano y los del emperador.

—¿Ignaz von Born apoya la política de José II?

—¡Con absoluta lealtad!

—Estoy impresionado —confesó Leopold—. Ese Venerable es una especie de monarca que conduce a la francmasonería por buen camino.