Viena, 6 de abril de 1785
Tras haber pagado unos derechos de admisión de treinta florines y su cotización trimestral de quince, Leopold Mozart, vicemaestro de capilla de Salzburgo, libre y de buenas costumbres, recibió la Luz en la logia La Beneficencia, donde su hijo ostentaba el grado de Maestro.
Como Wolfgang, meditó en plena gruta principal, el «Gabinete de Reflexión», fue despojado de sus ropas profanas, le vendaron los ojos y llevó a cabo los peligrosos viajes. De purificación en purificación, de prueba en prueba, abandonó poco a poco el estado de neófito y accedió al de Aprendiz.
Mucho tiempo después de que hubo finalizado la ceremonia, Leopold seguía silencioso. De regreso en casa de Wolfgang, pidió un licor fuerte.
—¿Y si os quedarais en Viena? —le propuso su hijo—. Os buscaría alumnos, conciertos, publicaríais una nueva versión de vuestro método de enseñanza.
—No, debo regresar a Salzburgo.
—Desde la boda de Nannerl vivís solo en un gran apartamento. ¡Ahora somos hermanos! Permitidme que os conceda hospitalidad y edifiquemos juntos el porvenir.
—Sobre todo, no le digas una palabra de mi iniciación masónica a Nannerl. Mis cartas sólo relatarán los acontecimientos profanos. Tu hermana no comprendería mi andadura. Está muy apegada a la Iglesia y a las creencias ordinarias.
—¿Acaso no estamos sometidos al secreto? De todos modos, pensad en mi propuesta.
—Si me quedara junto a ti, Nannerl se sentiría abandonada y despreciada. Debo tratar por igual a mi hijo y a mi hija.
—Aun así, no pierdo la esperanza de convenceros. Además, solicitaré vuestro ascenso al grado de Compañero.
—¿Y el plazo?
—Muy breve.
Weimar, 7 de abril de 1785
El nuevo jefe de la Orden de los Iluminados, Johann Joachim Christoph Bode, no lograba calmarse. ¿Por qué el fundador, Adam Weishaupt, se comportaba de un modo tan lamentable? Ciertamente, en Baviera la represión policíaca no carecía de magnitud, ¡pero un general no abandona a su ejército en medio de una batalla!
La guerra aún no estaba perdida. Los duques de Gotha y de Weimar protegían a los Iluminados, y José II no imitaba en absoluto al príncipe-elector Karl Theodor. En Berlín, Federico II permanecía neutral. Por lo que se refiere al príncipe-arzobispo Colloredo, a pesar de las recomendaciones del señor de Baviera, se negaba a llevar a cabo una investigación sobre los pocos Iluminados que había en Salzburgo.
De modo que Bode no se rendía. Acudiría a Sajonia, a Hamburgo, a Hannover y a Bremen, reuniría sus tropas y les devolvería la moral. Si los intelectuales lo abandonaban, tendría muchas dificultades para mantener una apariencia de coherencia.
Sin embargo, las ideas de los Iluminados avanzaban, y pronto dominarían el conjunto de Europa. ¿No llegaba demasiado tarde la ofensiva de Karl Theodor? Aplicándose sólo en Baviera, su decreto de excomunión no acabaría con el impulso de un movimiento filosófico que, antes o después, barrería a la Iglesia y a los príncipes.
Los católicos, conscientes del peligro, pasaban al ataque intentando conservar el apoyo de las autoridades y tomar el control de la francmasonería.
Pero Bode velaba. Aunque fuera ahora la única muralla ante el oscurantismo, no cedería.
Viena, 8 de abril de 1785
—¡Mozart! —exclamó Emmanuel Schikaneder, visiblemente encantado de volver a ver al compositor que había conocido en Salzburgo, cinco años antes—. ¡Os habéis convertido en una celebridad vienesa!
—Tampoco exageréis.
—Todos vuestros conciertos son un éxito, el emperador se quita el sombrero ante vos, los críticos callan, funciona el boca a boca… ¡Soberbio!
—¿Y vos?
—Con altibajos, pero no puedo quejarme. Mi compañía ha sido contratada por el Burgtheater hasta febrero de 1786. Estamos sometidos a la censura y debemos respetar sus imperativos. Pero ¿qué importa si consigo montar obras que gusten al público? Actuar, eso es lo esencial. Y vos, ¿tenéis alguna ópera a la vista?
—Sigo buscando un libreto.
—¡Viena es un nido de autores de talento! No tardaréis en encontrar un texto divertido y vuestra música nos encantará. Tal vez tengamos la ocasión de trabajar juntos.
El modo en que Schikaneder estrechó la mano de Mozart no permitía albergar la menor duda.
—¿Conocéis la primera letra? —preguntó Wolfgang.
—Puedo daros la segunda.
Ambos hombres intercambiaron la palabra sagrada.
—¿Vais más lejos? —verificó el compositor.
Schikaneder dio la respuesta adecuada.
—¡De modo que somos hermanos!
—No practico desde hace mucho tiempo —reconoció el director de la compañía—, pero nuestra respetable orden suscita toda mi admiración. ¿Acaso no eleva el espíritu hacia grandiosos horizontes? Cierto día, tal vez, nuestra sociedad será mejor. ¡Y se lo deberá a los francmasones!
Mozart y Schikaneder prometieron volver a verse.
Viena, 9 de abril de 1785
—Las noticias de París no son buenas —reveló Ignaz von Born a Wolfgang—. El convento sólo ha acogido a un pequeño número de hermanos, las discusiones se paralizan. Como he comprobado desde hace tantos años, la mayoría de los francmasones no se interesan demasiado por el aspecto iniciático de su orden.
—¿Thamos no consigue convencerlos de un necesario regreso a las fuentes?
—A pesar de sus esfuerzos, la logia de los Filaletes carece de coherencia. A la sociedad francesa la desgarran tan graves tensiones que a la francmasonería le costará desempeñar un papel moderador.
—Quiero pediros un favor, Venerable Maestro. Mi padre abandonará muy pronto Viena y me gustaría que conociese otros Misterios.
—Deseas que se convierta en un verdadero francmasón, ¿no es cierto? Así, no regresaría a Salzburgo.
—Ésa es mi esperanza.
—La Beneficencia delegará en La Verdadera Unión para que inicie a Leopold Mozart en el grado de Compañero el 16 de abril.
El 11, el anuncio de aquel «aumento de salario» se transmitió al conjunto de las logias vienesas. Y el 12, Wolfgang, sereno de nuevo, participó en una Tenida del grado de Aprendiz, donde se trabajó sobre la piedra en bruto, uno de los aspectos de la materia prima, indispensable para la realización de la Gran Obra.