17. LA DIOSA NEFERTITI

El nombre de Nefertiti va precedido con frecuencia de la frase Nefer-Neferu-Atón, «Perfecta es la perfección de Atón». Por consiguiente, es la reina la encargada de expresar esta «perfección» del dios, indicada por el término egipcio nefer, que se traduce también por «bello, bueno, justo». Aquello que es nefer ha alcanzado una armonía que no tiene nada de estática e inerte. A partir de tal perfección, es posible encarar una nueva evolución.

Nefertiti es también la que hace reposar Atón con su dulce voz y sus hermosas manos que sostienen sistros. Ese papel de gran sacerdotisa música es totalmente tradicional. Normalmente lo llenaba la superiora del colegio femenino de la diosa Hator, con la que se identificó precisamente a Nefertiti.

En la ciudad del sol, las tareas rituales de Nefertiti eran considerables. Participaba activamente en muchas ceremonias y dirigía algunas de ellas. Probablemente estaba encargada de un santuario, «La morada del reposo de Atón», y tenía a sus órdenes un clero femenino.

Pero sin duda hay más todavía. Un texto de una tumba de Aketatón indica que el disco sale para manifestar su favor a Nefertiti y se pone redoblando de amor por ella.[23]

El «gran himno a Atón», grabado en la pared este de la tumba de Ay, está dirigido a Atón, Akenatón y Nefertiti. Dato capital, ese texto clave termina con la mención de «la gran esposa a la que ama Akenatón», la reina Nefertiti. La soberana de Egipto aparece como la concretizadora del pensamiento expresado por su esposo, dándole valor de realidad eterna. La presencia de la reina es aquí de orden mágico. Hace efectivo el verbo emitido, sella las palabras pronunciadas por el rey, transforma el himno entero en una cadena de revelaciones destinadas a nutrir de luz la humanidad.

Subrayar así el papel de la reina equivale a atribuirle un lugar a la cabeza del Estado. Significa asociaría al poder real de la manera más directa y más manifiesta. Pero significa también, sin duda, conferirle un estatuto divino idéntico al de Akenatón. No se venera así a la Nefertiti histórica, sino a la reina en función sagrada, como potencia celeste manifestada. La soberana de las Dos Tierras se halla para siempre al lado de «El único de Ra», su esposo. Se le ofrecen las fiestas de regeneración, lo mismo que al rey. Vive, por lo tanto, por toda la eternidad, que encarna simbólicamente en la tierra.

Otro indicio susceptible de confirmar la existencia de una diosa Nefertiti es la presencia de estatuas de la reina en el gran templo de Atón, en Aketatón. Hay sobre ese cuerpo de piedra cartuchos que contienen el nombre de Atón, dos sobre los pechos, dos en el bíceps, otro en el centro del ser, justo por encima del ombligo. Si se rendía un culto a esas estatuas, se trata en efecto de una diosa, cuyos favores se solicitaban así.

Como otras reinas que desempeñaron la función suprema de faraón, el nombre de Nefertiti aparece doblado en las inscripciones. Se utiliza para dirigirse a ella el término dua, «adorar, orar», normalmente reservado a las divinidades y al rey en su aspecto divino.

Por último, hay que evocar una particularidad iconográfica en extremo reveladora. De ordinario, se ven cuatro diosas en los ángulos de los sarcófagos más refinados. El arte amarniano las reemplaza por Nefertiti. En otras palabras, la reina contiene en su persona a todas las diosas indispensables para celebrar los ritos osirianos de resurrección, lo que confirma nuestra hipótesis según la cual la pareja real no suprimió ni rechazó la enseñanza de tipo osiriano, sino que la integró en la simbología de Atón. El rey y la reina forman por sí solos un verdadero Panteón, que reemplaza a las divinidades oscurecidas por la luz de Atón.

Nefertiti es a la vez Isis y Neftis, las dos diosas principales del mito osiriano. Es también Hator, la diosa más importante del mito solar. Y por último, en mi opinión, es también la diosa Nefertiti, la diosa mayor del culto de Atón, celebrado en la nueva capital.