Megan no había llegado muy lejos. La encontré al fondo del túnel, sentada en una pila de cajas viejas, justo fuera del refugio. Me acerqué, dudoso, y me miró con recelo. Su expresión se suavizó al cabo de un instante, y se volvió para seguir escrutando la oscuridad. Tenía el móvil encendido para iluminarse.
Me subí a las cajas y me senté a su lado, pero no hablé. Quería tener las palabras idóneas que decir y, como de costumbre, no se me ocurría nada. El problema era que básicamente estaba de acuerdo con el Profesor, aunque me sintiera culpable por ello. Pese a que no tenía la educación necesaria para predecir qué sucedería en Chicago Nova si su líder era asesinado, sabía que Steelheart era malvado. Ningún tribunal lo condenaría, pero yo tenía derecho a buscar justicia por las cosas que nos había hecho a mí y a los míos.
Así que me quedé allí sentado, tratando de decir algo que no la ofendiera pero que tampoco pareciera una tontería. Es más difícil de lo que parece, y probablemente por eso digo lo primero que me pasa por la cabeza la mayoría de las veces. Cuando me paro a pensar, nunca se me ocurre nada.
—Es un monstruo —dijo Megan al cabo de un rato—. Sé que lo es. Odio que parezca que lo defiendo. Es simplemente que no sé si matarlo va a ser bueno para la misma gente a la que tratamos de proteger.
Asentí. Lo entendía, de verdad que lo entendía. Volvimos a guardar silencio. Mientras permanecíamos allí sentados oía sonidos lejanos en los pasillos, distorsionados por la extraña composición y la acústica de las catacumbas de acero. A veces se podía oír correr el agua, porque las cañerías de la ciudad estaban cerca. En otras ocasiones habría jurado oír ratas, aunque me sorprendía que pudieran vivir ahí abajo. En otros momentos era como si la tierra gimiera en voz baja.
—¿Qué son, Megan? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
—¿Te refieres a los Épicos? Hay un montón de teorías.
—Lo sé. Pero ¿qué piensas tú?
No respondió inmediatamente. Un montón de gente tenía sus propias teorías y estaba encantada de contártelas. Los Épicos eran el siguiente paso en la evolución humana, o un castigo enviado por tal o cual dios, o alienígenas. Tal vez el resultado de un proyecto gubernamental secreto; o todo era una patraña y estaban usando la tecnología para fingir que tenían poderes.
La mayor parte de las teorías se venían abajo cuando se cotejaban con los hechos. Personas normales habían adquirido poderes y se habían convertido en Épicos: no eran alienígenas ni nada por el estilo. Había suficientes historias acerca de familiares que manifestaban particulares habilidades. Los científicos decían que no comprendían la genética de los Épicos; pero yo de eso no entiendo mucho. Además, la mayoría de los científicos habían desaparecido o trabajaban para alguno de los Épicos más poderosos.
De todas formas, muchísimos rumores eran absurdos, aunque seguían difundiéndose y probablemente seguirían haciéndolo.
—Creo que son una especie de prueba —dijo Megan.
Fruncí el ceño.
—¿Quieres decir desde un punto de vista religioso?
—No, no una prueba de fe ni nada por el estilo —respondió ella—. Quiero decir una prueba de lo que haríamos si tuviéramos poder. Un poder enorme. ¿Qué nos haría? ¿Cómo lo manejaríamos?
Puse mala cara.
—Si los Épicos son un ejemplo de lo que haríamos con poder, entonces es mejor que nunca lo tengamos.
Ella guardó silencio. Unos momentos más tarde oí otro extraño sonido. Silbidos.
Me volví y me sorprendió ver a Cody caminando por el pasillo. Iba solo, a pie, lo que significaba que había dejado el motocarro que había usado para transportar las cajas de suministros en el hangar. Llevaba el arma al hombro y la gorra de béisbol con el supuesto emblema de su clan escocés. Se llevó una mano a la visera para saludarnos.
—¿Qué, de fiesta? —preguntó. Comprobó su móvil—. ¿Es la hora del té?
—¿Té? —pregunté—. Nunca te he visto tomarlo.
—Suelo tomar palitos de pescado y una bolsa de patatas fritas —dijo Cody—. Es una costumbre británica. Vosotros sois yanquis y no lo entenderíais.
Algo parecía erróneo en esas palabras, pero yo no sabía lo suficiente para contradecirlo.
—¿Por qué esas caras tan serias? —preguntó Cody, subiendo de un salto a las cajas para sentarse junto a nosotros—. Parecéis un par de cazadores de mapaches en un día de lluvia.
«Guau —pensé—. ¿Por qué no se me ocurren comparaciones así?».
—El Profesor y yo hemos discutido —dijo Megan con un suspiro.
—¿Otra vez? Creía que ya lo habíais superado. ¿Por qué ha sido esta vez?
—Por nada de lo que quiera hablar.
—Muy bien, muy bien. —Cody sacó su largo cuchillo de cazador y empezó a limpiarse las uñas—. Nightwielder ha estado en la ciudad. La gente informa de que se lo ha visto en todas partes atravesando paredes y buscando en los cubiles de los facinerosos y los Épicos menores. Ha puesto nervioso a todo el mundo.
—Eso es bueno —dije—. Parece que Steelheart se está tomando la amenaza en serio.
—Tal vez —repuso Cody—. Tal vez. Todavía no ha dicho nada del desafío que le lanzamos, y Nightwielder está comprobando a un montón de gente corriente. Tal vez Steelheart sospecha que alguien intenta soplarle humo en el kilt.
—Tal vez deberíamos atacar a Nightwielder —dije—. Ahora conocemos su punto flaco.
—Quizá sea una buena idea —dijo Cody, al tiempo que sacaba un largo y estilizado aparato de su bolsa. Me lo lanzó.
—¿Qué es esto?
—Una linterna de luz ultravioleta. Conseguí encontrar un sitio donde las venden… Bueno, venden bombillas al menos. Las he puesto en las linternas. Tengo listas unas cuantas. Es mejor que estemos preparados por si Nightwielder nos sorprende.
—¿Crees que vendrá aquí? —pregunté.
—Tarde o temprano empezará con las catacumbas de acero —contestó Cody—. Tal vez haya empezado ya. Tener una base defendible no significa nada si Nightwielder decide atravesar las paredes y estrangularnos mientras dormimos.
Alegres pensamientos. Me estremecí.
—Al menos ahora podemos combatirlo —dijo Cody, sacando otra linterna para Megan—. Pero creo que estamos mal preparados. Seguimos sin saber cuál es el punto flaco de Steelheart. ¿Y si en efecto desafía a Limelight?
—Tia encontrará la respuesta —dije—. Tiene un montón de pistas para descubrir qué había en la cámara del banco.
—¿Y Firefight? —preguntó Cody—. Todavía no hemos empezado siquiera a planear cómo enfrentarnos a él.
Firefight, el otro de los grandes Épicos guardaespaldas de Steelheart. Megan me miró, obviamente interesada en escuchar mi respuesta.
—Firefight no será un problema —dije.
—Eso dijiste cuando nos planteaste el asunto. Pero todavía no has dicho por qué.
—Lo he hablado con Tia. Firefight no es lo que pensáis. —Me sentía razonablemente confiado al respecto—. Ven, te lo demostraré.
Cody arqueó una ceja, pero me siguió mientras volvía por el túnel. El Profesor ya sabía lo que decían mis notas, aunque yo no estaba seguro de que lo creyera. Sabía que planeaba una reunión para hablar de Firefight y Nightwielder, pero también que estaba a la espera de lo que consiguiera Tia antes de avanzar demasiado en el plan. Si ella no encontraba una respuesta para matar a Steelheart, lo demás no importaría.
Yo no quería pensar eso. Rendirme en aquel momento por no conocer su flaqueza habría sido como averiguar que han echado a suertes el postre en la Fábrica, solo quedaba un número y, además, no importa, porque Pete se ha colado para robar el postre, así que nadie va a tenerlo de todas formas… ni siquiera Pete, dado que para empezar no había postre. Bueno, algo así. Esa comparación era una mejora en mi progreso.
Una vez llegados al final del túnel, conduje a Cody a la caja donde guardaba mis notas. Las hojeé brevemente y vi que Megan nos había seguido. La expresión de su rostro era inescrutable.
Cogí la carpeta de Firefight, la puse en la mesa y saqué algunas fotos.
—¿Qué sabes de Firefight? —pregunté.
—Es un Épico de fuego —dijo Cody, señalando una foto en la que se veía una silueta de llamas, que despedía un calor tan intenso que el aire a su alrededor se ondulaba. Ninguna foto podía captar en detalle los rasgos de Firefight, ya que estaban hechos de llamas sólidas. De hecho, en todas las fotos que saqué de la carpeta brillaba tanto que distorsionaba la imagen.
—Tiene poderes de fuego Épicos estándar —dijo Megan—. Puede convertirse en llamas… En realidad, casi siempre aparece en forma de fuego. Puede volar, arrojar llamas con las manos y manipular las existentes. Crea un intenso campo de calor a su alrededor capaz de derretir las balas, aunque es probable que no lo hirieran aunque no se derritieran. Es un ejemplo clásico de Épico de fuego.
—Demasiado básico —dije—. Todo Épico tiene sus pegas. Ninguno posee exactamente el mismo conjunto de poderes. Eso fue lo que primero me llamó la atención. Aquí está la otra pista.
Indiqué la serie de fotografías, cada una de ellas una imagen de Firefight tomada un día distinto, a menudo con Steelheart y su séquito. Aunque Nightwielder salía con frecuencia de misión, Firefight solía quedarse junto a Steelheart para actuar como guardaespaldas de primera línea.
—¿Lo veis? —pregunté.
—¿Ver qué? —preguntó Cody.
—Aquí —dije, señalando a un hombre que estaba junto a los guardias de Steelheart en una de las fotos. Era delgado, lampiño e iba trajeado, con gafas de sol y un sombrero de ala ancha que le cubría la cara.
Señalé la siguiente foto. Aparecía la misma persona. Y la siguiente. Y la siguiente. Su rostro era difícil de distinguir en las otras fotos también: no era el centro de ninguna, y el sombrero y las gafas enmascaraban siempre sus rasgos.
—Esta persona está siempre presente cuando aparece Firefight —observé—. Es sospechoso. ¿Quién es y qué está haciendo ahí?
Megan frunció el ceño.
—¿Qué estás dando a entender?
—Tomad, echad un vistazo a estas —dije. Saqué una serie de cinco fotos tomadas en rápida secuencia. La escena mostraba a Steelheart volando por la ciudad con un séquito de sicarios. Lo hacía a veces. Aunque siempre parecía que estuviera haciendo algo importante, yo sospechaba que en realidad aquellos vuelos eran su versión de un desfile.
Nightwielder y Firefight lo acompañaban, volando a unos tres metros del suelo. Un desfile de coches los seguía, como un convoy militar. No se distinguía ninguna cara, aunque suponía que el sospechoso estaba entre ellos.
Cinco fotos. En cuatro de ellas salía el trío de Épicos volando juntos. Y en una, justo en mitad de la secuencia, la forma de Firefight estaba borrosa y traslúcida.
—¿Firefight puede volverse incorpóreo como Nightwielder? —aventuró Cody.
—No —respondí—. Firefight no es real.
Cody parpadeó.
—¿Qué?
—No es real. Al menos no como nosotros lo entendemos. Firefight es una ilusión increíblemente intrincada e increíblemente astuta. Sospecho que la persona a la que vemos en esas fotos, la que lleva el traje y el sombrero, es el verdadero Épico. Es un ilusionista capaz de manipular la luz para crear imágenes, muy parecido a Refractionary pero mucho más poderoso. Juntos, el verdadero Firefight y Steelheart concibieron la idea de un falso Épico igual que nosotros hemos inventado a Limelight. En estas fotos captamos un momento de distracción, cuando el verdadero Épico no estaba plenamente concentrado en su ilusión y esta casi desapareció.
—¿Un falso épico? —dijo Megan, incrédula—. ¿Para qué? Steelheart no necesita eso.
—Steelheart tiene una extraña psicología —dije—. Confía en mí. Apuesto que lo conozco mejor que nadie aparte de sus aliados más cercanos. Gran parte de lo que hace es para aferrarse al poder, para obligar a la gente a someterse. Nunca duerme en la misma habitación. ¿Por qué necesita hacer eso? Es inmune a todo, ¿no? Es un paranoico; tiene miedo de que alguien descubra su punto débil. Destruyó el banco entero para que no quedara ni rastro de cómo resultó herido.
—Montones de Épicos harían eso —advirtió Cody.
—Eso es porque la mayoría de los Épicos son igualmente paranoicos. Mirad, ¿qué mejor forma de sorprender a posibles asesinos que hacerlos prepararse para un Épico que no existe? Si pasan todo el tiempo planeando cómo matar a Firefight y luego se enfrentan a una ilusión, los pillarán completamente desprevenidos.
—Eso nos pasará a nosotros si tienes razón —dijo Cody—. Combatir a ilusionistas es muy duro. Detesto no poder confiar en lo que ven mis ojos.
—Mira, un Épico ilusionista no lo explica todo —terció Megan—. Hay grabaciones de Firefight derritiendo balas.
—Firefight hizo que las balas desaparecieran cuando alcanzaron la ilusión, luego hizo que unas balas ilusorias cayeran al suelo. Más tarde los sicarios de Steelheart fueron y esparcieron por el suelo balas derretidas de verdad como prueba. —Saqué otro par de fotos—. Tengo imágenes donde se los ve haciéndolo. Tengo montañas de documentación sobre esto, Megan. Puedes leerla cuando quieras. Tia está de acuerdo conmigo.
Cogí unas cuantas fotos más del montón.
—Mira esto. Tengo fotos de una vez en que Firefight «quemó» un edificio. Saqué estas fotos yo mismo. ¿Ves cómo lanza el fuego? Si observas las huellas del fuego en las paredes al día siguiente, en este otro grupo de fotos, ves que no coinciden con las andanadas que creó Firefight. Las huellas del fuego reales fueron añadidas por un equipo de trabajadores durante la noche. Apartaron a todo el mundo del escenario, así que no pude fotografiarlos, pero la evidencia del día siguiente está clara.
Megan parecía profundamente preocupada.
—¿Qué? —dijo Cody.
—Como tú has dicho —respondió ella—, los ilusionistas son un incordio. Espero que no tengamos que enfrentarnos a uno.
—No creo que tengamos que hacerlo —dije—. Lo he pensado y repensado y, a pesar de la reputación de Firefight, no parece terriblemente peligroso. No puedo atribuirle ninguna muerte directa, y rara vez pelea. Tiene que deberse a que no quiere revelar su verdadera naturaleza. Tengo las pruebas en estas carpetas. En cuando Firefight aparezca, no tenemos más que disparar al que crea la ilusión, al hombre de las fotos, y toda la fantasía se desmoronará. No debería ser demasiado difícil.
—Puede que tengas razón en lo de las ilusiones —dijo Cody, examinando otro conjunto de fotos—. Pero no estoy seguro de que este tipo que tú dices las cree. Si Firefight fuera listo, crearía la ilusión y luego se volvería invisible.
—Es posible que no pueda —respondí—. No todos los ilusionistas son capaces de eso, ni siquiera los poderosos. —Vacilé—. Pero tienes razón. No podemos saber con certeza quién está creando al falso Firefight; aunque sigo pensando que Firefight no será ningún problema. Todo lo que tenemos que hacer es asustarlo: ponerle una trampa que destape la ilusión. Apuesto a que la amenaza de ser descubierto lo hará huir. Por lo que he podido deducir acerca de él, parece un poco cobarde.
Cody asintió, pensativo.
Megan sacudió la cabeza.
—Creo que te tomas esto demasiado a la ligera —dijo. Parecía furiosa—. Si Steelheart ha estado engañando a todo el mundo todo este tiempo, entonces es posible que Firefight sea aún más peligroso de lo que pensamos. Hay algo en esta historia que me inquieta: no creo que estemos preparados para ello.
—Estás buscando un motivo para cancelar esta misión —repliqué, molesto con ella.
—Nunca he dicho eso.
—No ha hecho falta. Es…
Me interrumpió un movimiento en el túnel que daba al refugio y me volví a tiempo de ver llegar a Tia con unos vaqueros gastados y su chaqueta de Reckoner. Tenías las rodillas manchadas de polvo. Se incorporó, sonriendo.
—La hemos encontrado.
El corazón me dio un vuelco en el pecho y envió lo que pareció una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.
—¿La flaqueza de Steelheart? ¿Has descubierto qué es?
—No —respondió ella; los ojos le brillaban de emoción—. Pero esto debería llevarnos a la respuesta. La he encontrado.
—¿Qué, Tia? —preguntó Cody.
—La cámara del banco.