Tengo que empezar diciendo que no estoy de acuerdo con el título del libro. Estas mujeres de las que hablamos no aman a los hombres, ni a las demás mujeres… quizás ni a ellas mismas. Pienso que sería más acertado y más justo titularlo Las mujeres que no amaban a nadie. Y por seguir en la misma línea, tampoco entiendo estas leyes de la igualdad que hacen que hombres y mujeres seamos más desiguales, que hacen que nos separemos y, aún peor, que nos enfrentemos.
En pleno siglo XXI, al que hemos llegado después de muchos años de lucha por conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, ¿tiene algún sentido que estemos discutiendo sobre la existencia de leyes para mujeres y leyes para hombres? ¿Se hacen distinciones? Pues desgraciadamente si. Y esto es lo que, repito, desgraciadamente, hace que tenga sentido un libro como éste.
No me gustaría para nada que los hombres que puedan leer este libro piensen: «Es un libro para nosotros», «Ya era hora de que se viese lo mal que lo pasamos»… Que estas leyes no son justas lo pensamos muchos. Pero que no se olvide que son injustas para hombres y para mujeres. Porque esos hombres maltratados, difamados, injustamente encarcelados… son hijos, padres, hermanos, amigos, y tienen al lado mujeres que sufren por ello. Como persona anónima me rebelo y alzo mi voz en contra de esta barbaridad. Yo no puedo mirar «desde el otro lado». Nadie puede, porque aquí no hay «otro lado». La justicia no puede tener bando, ni religión, ni raza ni sexo. Lo dice nuestra Constitución de forma tajante y clara, y lo decimos todas las personas que sí amamos.
¿Tantos años para que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres y ahora vamos a hacer leyes para las mujeres? NO. ¿Tantos años denunciando los abusos de los hombres y ahora hacemos leyes abusivas a favor de las mujeres? NO. ¿Tantos años para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres y ahora hacemos leyes desiguales? NO. ¿Tantos años queriendo acercar a hombres y mujeres y ahora hacemos leyes que separen? NO. Rotundamente NO. Pido a nuestros políticos que velen por el interés común, por el bienestar común, por una justicia justa y verdadera para todas las PERSONAS.
Yo, que he estado siempre contra la desigualdad, no voy a ser ahora su partidaria porque me haya tocado «al otro lado». Porque no hay «otro lado». Tampoco voy a denunciar la desigualdad con la «boca pequeña», porque eso es como no decir nada. O aún peor. La indignación ante la injusticia no tiene «medias tintas»: o es o no es. Por eso yo estoy a favor de la igualdad, lo digo a los cuatro vientos, y la practico cada día. ¿Y tú?
C. S. G.
Una mujer anónima. Una persona más