Considero indispensable afirmar que este relato no nace de las crónicas de sucesos y que no guarda ningún parecido con hechos reales: todo se debe enteramente a mi fantasía. Sin embargo, como en los últimos tiempos la realidad parece superar a la fantasía, incluso abolida, puede haberse producido alguna desgraciada coincidencia en el terreno de los nombres o las situaciones. Pero de los juegos del azar, ya se sabe, nadie es responsable.