—¡Me quemo! —chillé—. ¡Aaaaah! ¿Qué está pasando?
Al cogerme las mejillas para calmar el dolor, la cara empezó a deslizarse bajo mis manos. Noté que se alzaba. Se alzaba, se alzaba…
Aparté las manos… y la cabeza del viejo se elevó por encima de la mía. Noté el aire frío en las mejillas y respiré hondo. La cabeza del viejo se quedó flotando un instante sobre mí, luego se acercó volando al reluciente traje negro que sostenía Carly Beth y finalmente se ajustó en el cuello del traje.
Carly Beth lanzó un grito de sorpresa. Los brazos del traje se agitaban. Las piernas daban patadas. Todo el traje se movía y se retorcía como si intentara liberarse. Carly Beth lo soltó y se apartó de un brinco.
Una sonrisa apareció en la espantosa cara del viejo. Las piernas del traje bajaron al suelo. El viejo se puso a danzar, aleteando los brazos y dando brincos, Luego se volvió de espaldas. La cabeza estaba pegada al traje, las perneras del pantalón dobladas en las rodillas. El viejo se encaminó hacia las escaleras, arrastrando el paso. Carly Beth y yo nos quedamos con la boca abierta. El viejo subió las escaleras y desapareció por la trampilla.
Nos quedamos allí con los ojos desorbitados y la boca abierta, mirando la abertura al final de las escaleras. Permanecimos un rato en silencio, conmocionados, hasta que por fin nos echamos a reír. Nos reíamos como locos, abrazados el uno al otro, hasta que se nos saltaron las lágrimas. En mi vida me había reído tanto. ¡Me estaba riendo con mi voz! ¡Me estaba riendo con mi cara, mi cara de verdad!
El viejo había encontrado su cuerpo… y había escapado. ¡Y yo volvía a ser yo! ¡Era el mejor Halloween de toda mi vida! ¡Jamás me había alegrado tanto de que todo volviera a la normalidad!
Volvimos a casa bailando por las calles y cantando a pleno pulmón, muy contentos. Estábamos a media manzana de mi casa… cuando una criatura salió de un brinco de detrás de un seto y lanzó un rugido con las fauces abiertas. Carly Beth y yo nos abrazarnos, chillando de terror.
La criatura tenía una piel violeta que relumbraba bajo la luz de las farolas, unos ojos rojos y feroces y la boca llena de dientes rotos y podridos. Un grueso gusano marrón le salía de la mejilla.
—¿Eh? —Me quedé mirando el gusano que cabeceaba en la espantosa cara violeta… Y lo reconocí—. ¡Chuck! —exclamé.
Él soltó una fuerte carcajada bajo la más cara.
—¡Os he pillado! —bramó—. ¡Os he pillado a los dos! ¡Menuda cara habéis puesto!
—Chuck…
—Os estaba esperando aquí para daros un susto —dijo con voz ronca. El asqueroso gusano cabeceaba arriba y abajo en su mejilla—. No me viste coger la máscara cuando salí corriendo del sótano. No te dije nada porque quería darte un buen susto.
—Pues a mí me has dado un susto de muerte —admitió Carly Beth, dándole un empujón en broma—. Ahora quítate esa máscara y vámonos a mi casa.
—Es que… tengo un problema —contestó Chuck bajando la voz.
—¿Un problema?
—Sí, me cuesta un poco quitarme la máscara. He pensado que podríais ayudarme…