El aire del claro estaba cargado de los olores del Clan del Viento y el Clan del Río. Corazón de Fuego sintió un temblor de ansiedad. En sólo unos momentos tendría que subir a la Gran Roca y dirigirse a aquellos gatos. No había ni rastro del Clan de la Sombra. ¿La enfermedad los tendría tan atenazados como para no poder asistir a la Asamblea? Con una punzada de pena por Cuello Blanco, se acordó de Garra de Tigre y del terror que había visto en los ojos del joven guerrero mientras el enorme atigrado se alzaba al borde del Sendero Atronador. De pronto notó un cosquilleo en las zarpas; estaba deseando saltar a la Gran Roca y advertir a los demás clanes de la oscura presencia del guerrero en el bosque.
—¡Corazón de Fuego! —exclamó Bigotes, corriendo a su encuentro.
Al lugarteniente del Clan del Trueno le sorprendió el ronroneo amistoso de Bigotes. El último gato del Clan del Viento que había visto era Enlodado, mientras huía por el brezo dando alaridos de rabia. Pero era evidente que Bigotes no había olvidado cómo Corazón de Fuego había guiado a su clan a casa desde el exilio. Los dos guerreros habían intimado durante aquel viaje, y ambos seguían valorando el vínculo que habían forjado.
—Hola, Bigotes —lo saludó—. Será mejor que Enlodado no te vea hablando conmigo, a pesar de la tregua. La última vez que nos encontramos, no acabamos muy bien que digamos.
—Enlodado está muy orgulloso de defender su territorio —contestó Bigotes incómodo, trasladando el peso de una pata a otra. Obviamente sabía lo de los dos ataques a gatos del Clan del Trueno en el territorio del Clan del Viento.
—Tal vez —aceptó Corazón de Fuego—, pero eso no justifica que impidiera a Estrella Azul viajar hasta las Rocas Altas. —Deseaba que la líder hubiese podido compartir sueños con el Clan Estelar en la Piedra Lunar. Las cosas podrían ser muy distintas si ella hubiese recibido la garantía de que sus antepasados guerreros no le habían dado la espalda.
—A Estrella Alta no le hizo gracia lo sucedido. Aunque estuvieseis dando asilo a Cola Rota, eso no era razón para…
—Cola Rota ya estaba muerto para entonces —lo interrumpió el lugarteniente, y lamentó su tono al ver que el guerrero marrón agitaba los bigotes azorado—. Lo siento, amigo —maulló más amablemente—. Es estupendo verte de nuevo. ¿Cómo estás?
—Bien —respondió el gato con expresión aliviada—. Lamento mucho lo del incendio. Sé lo horrible que es para un clan que lo echen de su territorio. —Miró a Corazón de Fuego con ojos comprensivos.
—Ya hemos regresado al campamento, y estamos reconstruyéndolo lo mejor que podemos. El bosque no tardará mucho en recuperarse. —Procuró sonar lleno de confianza y seguridad.
—Me alegra oírlo —maulló Bigotes—. ¿Sabes? Ahora es como si nunca hubiésemos estado lejos de nuestro campamento. En esta estación de la hoja verde han nacido muchos cachorros, y el hijo de Flor Matinal está aquí como aprendiz: es su primera Asamblea.
Corazón de Fuego recordó el bultito peludo y mojado que había ayudado a cargar bajo la lluvia, a través del territorio de los Dos Patas de regreso al hogar del Clan del Viento. Siguió la mirada de Bigotes por el claro, hasta un joven gato. Pese a ser pequeño, como el resto de su clan, los músculos del aprendiz ya se notaban fibrosos y bien desarrollados bajo su corto y espeso pelaje.
Corazón de Fuego advirtió que Bigotes inclinaba repentinamente la cabeza. Al darse la vuelta, vio que Estrella Alta se les acercaba. El líder del Clan del Viento lo miró entornando los ojos.
—Últimamente te hemos visto mucho, Corazón de Fuego —declaró—. Que en una ocasión nos llevarais hasta nuestro hogar no os da la libertad de pasearos por nuestras tierras.
—Ya estoy avisado —replicó Corazón de Fuego.
Se obligó a mantenerse tranquilo y a que su voz no delatara su resentimiento por el trato que había recibido Estrella Azul. Después de todo, la Asamblea se celebraba bajo una tregua, y él había aprendido a respetar a Estrella Alta en su trayecto juntos por el territorio de Dos Patas. Pero sostuvo la mirada del líder blanco y negro y maulló con firmeza:
—No obstante, debo poner las necesidades de mi clan en primer lugar.
Los ojos del líder relucieron, y asintió levemente.
—Has hablado como un auténtico guerrero. No me sorprendió que Estrella Azul te eligiera lugarteniente. —Estrella Alta miró alrededor y añadió—: Algunos pensaban que un gato tan joven como tú jamás podría con una responsabilidad tan grande. Yo no estaba entre ellos.
Corazón de Fuego se quedó desconcertado. No se esperaba semejante cumplido del líder del Clan del Viento. Reprimió un ronroneo encantado y le dio las gracias con un gesto de cabeza.
—¿Dónde está Estrella Azul? —preguntó Estrella Alta—. No la veo entre tus gatos. —Su voz sonó despreocupada, pero sus ojos delataban un vivo interés.
—Todavía no se siente lo bastante bien para viajar —respondió Corazón de Fuego como si nada.
—¿Resultó herida en el incendio?
—Nada de lo que no vaya a recobrarse —aseguró el joven lugarteniente, deseando con toda su alma estar diciendo la verdad.
A su lado, Bigotes alzó la vista de golpe. Corazón de Fuego siguió su mirada hasta la ladera del otro lado del valle. Tres gatos del Clan de la Sombra estaban entrando en el claro, con Nariz Inquieta a la cabeza. Corazón de Fuego se sintió aliviado al reconocer a uno de los dos guerreros que iban tras el curandero blanco y gris. Se trataba de Cirro, claramente recuperado de la enfermedad… gracias a Carbonilla.
Los gatos de los demás clanes se apartaron de los guerreros del Clan de la Sombra cuando éstos se detuvieron ante la Gran Roca. Era evidente que la noticia de la enfermedad se había propagado por el bosque.
—No os preocupéis —maulló Nariz Inquieta resollando, como si les hubiera leído el pensamiento—. El Clan de la Sombra se ha librado de la enfermedad. Me han mandado que me adelantara para pediros que esperéis antes de iniciar la reunión. El líder del Clan de la Sombra está de camino.
—¿Y por qué Estrella Nocturna se retrasa tanto? —preguntó Estrella Alta, junto a Corazón de Fuego.
—Estrella Nocturna está muerto —respondió Nariz Inquieta sin rodeos.
El asombro se extendió por los gatos como la brisa entre los árboles. Corazón de Fuego pestañeó. ¿Cómo podía estar muerto el líder del Clan de la Sombra? Hacía muy poco que había recibido sus nueve vidas. ¡Qué enfermedad tan atroz! No era de extrañar que Cirro y Cuello Blanco tuviesen tanto miedo de volver a su hogar.
—¿Va a venir Rescoldo en su lugar? —inquirió Tormenta Blanca, refiriéndose al lugarteniente del Clan de la Sombra.
Nariz Inquieta se miró las patas.
—Rescoldo fue una de las primeras víctimas de la enfermedad.
—Entonces, ¿quién es vuestro nuevo líder? —quiso saber Estrella Doblada, surgiendo de las sombras del otro lado de la Gran Roca.
Nariz Inquieta miró al líder del Clan del Río.
—Lo veréis vosotros mismos dentro de poco —prometió—. Estará aquí enseguida.
—Disculpadme —murmuró Corazón de Fuego a Estrella Alta y Bigotes—. Hay algo que debo comentar a Nariz Inquieta.
Y se encaminó hacia él. El gato se encontraba rodeado de guerreros y aprendices, todos ansiosos por descubrir quién era el nuevo líder del Clan de la Sombra. Corazón de Fuego se preguntó cómo reaccionaría el viejo Nariz Inquieta al enterarse de la muerte de Fauces Amarillas. Había visto tanta muerte últimamente que quizá esa pérdida no significara gran cosa para él, pero Corazón de Fuego pensaba que debía contárselo en privado antes de anunciarlo desde la Gran Roca. Después de todo, Fauces Amarillas había entrenado a Nariz Inquieta cuando era la curandera del Clan de la Sombra. El vínculo entre ambos debió de ser muy estrecho, aunque sólo fuera durante un breve tiempo, antes de que Cola Rota expulsara a Fauces Amarillas del clan.
Corazón de Fuego le hizo una seña con la cola al curandero. Nariz Inquieta pareció aliviado de alejarse del círculo de rostros curiosos, y siguió al lugarteniente a un sitio más tranquilo bajo uno de los robles.
—¿Qué ocurre? —preguntó.
—Fauces Amarillas ha muerto —maulló el joven guerrero suavemente, sintiendo como si una nueva espina de dolor se le clavara en el alma.
Los ojos de Nariz Inquieta se empañaron de pena. El gato blanco y gris agachó la cabeza mientras Corazón de Fuego continuaba:
—Murió intentando salvar del incendio a un camarada. El Clan Estelar honrará su valentía.
Nariz Inquieta no respondió; tan sólo movió la cabeza de un lado a otro, muy despacio. Corazón de Fuego sintió que se le formaba un nudo de tristeza en la garganta, pero no podía permitirse que el dolor lo abrumara. Tocó la cabeza del curandero con el hocico y se alejó rápidamente.
Los demás gatos estaban empezando a dar vueltas de impaciencia, maullando cada vez más alto. Corazón de Fuego oyó cómo un guerrero del Clan del Río susurraba a su vecino:
—¡No podemos esperar más! La luna no tardará en ponerse.
—Si ese nuevo líder piensa llegar tarde, es su problema —coincidió Musaraña.
Corazón de Fuego conocía la verdadera razón del interés de la guerrera por seguir con la reunión y regresar al campamento. Con Garra de Tigre suelto en el bosque, ninguno de los clanes estaba seguro.
Vio un destello de pelo blanco en el centro del claro: Estrella Alta había saltado a la Gran Roca. Obviamente, había decidido iniciar la reunión sin el líder del Clan de la Sombra. Estrella Doblada se encaminó también hacia el peñasco. Corazón de Fuego se preparó; estaba listo para su primera Asamblea como representante de su clan, y desesperado por advertir a los demás sobre la amenaza que acechaba en el bosque.
—Buena suerte.
Corazón de Fuego notó que el aliento de Tormenta de Arena le agitaba el vello de las orejas. Se volvió para tocar delicadamente la cálida mejilla de la gata con la nariz, sabiendo que su discrepancia ya estaba olvidada. Luego se dirigió hacia la Gran Roca zigzagueando entre los reunidos.
Se detuvo en seco al oír un aullido desde la ladera que tenía detrás.
—¡Ya está aquí!
Corazón de Fuego se dio la vuelta y vio junto a él a Cebrado, doblando el cuello, pero le tapaban la visión los demás gatos, que se habían alzado sobre las patas traseras para echar un vistazo al nuevo líder del Clan de la Sombra, que pasaba entre la multitud. De pronto, Cebrado irguió las orejas, sorprendido. El guerrero atigrado se quedó mirando la Gran Roca con ojos centelleantes, disimulando apenas su emoción. Corazón de Fuego estiró el cuello para ver qué había provocado una reacción tan fuerte en su compañero de clan.
Enmarcados por la fría luz de la luna, Corazón de Fuego vio los fuertes omóplatos y la ancha cabeza del gato que había saltado a la Gran Roca junto a Estrella Alta. Al lado de aquella enorme figura, el otro líder parecía enclenque y frágil. Con un gélido escalofrío de miedo, Corazón de Fuego comprendió que el nuevo líder del Clan de la Sombra era Garra de Tigre.