Agradecimientos

Mi más inmensa gratitud a Joelle Hobeika, que no solo soñó la premisa de Los 100, sino cuya imaginación, perspicacia editorial y tenacidad fueron esenciales para que el libro cobrara vida. Lo mismo se aplica a Katie McGee, Elizabeth Bewley y Farrin Jacobs, cuyas incisivas preguntas e inteligentes sugerencias modelaron el libro a todos los niveles. Doy gracias también al inteligentísimo grupo de Alloy, en particular a Sara Shandler, Josh Bank y Lanie Davis, y a los incansables equipos de Little, Brown, y Hodder & Stoughton.

Gracias a mis excelentes amigos de las dos orillas del río Este, el canal Gowanus, el Misisipí y el Atlántico por los ánimos y el apoyo. Un saludo muy especial a mis confidentes y coconspiradores de ambos lados de la 557 de Broadway, la gente de Crossroads, que me iniciaron en la ciencia ficción, y a Rachel Griffiths por llegar miles de años luz más allá de lo que era su deber para ayudarme a crecer como escritora y como editora.

Por encima de todo, doy las gracias a mi familia: a mi padre, Sam Henry Kass, cuya obra rebosa un ingenio sin parangón y un corazón inmenso; a mi madre, Marcia Bloom, cuyas obras de arte irradian la sabiduría de una filósofa y el alma de una esteta; a mi brillante hermano, Petey Kass, que me hace reír hasta perder el aliento; a mis inspiradores abuelos, Nance, Peter, Nicky y David; y a los clanes Kass/Bloom/Greenfield, que consiguen hacerte sentir como en casa en mil lugares distintos.