Capítulo 22
Wells

El grito de Clarke alertó hasta el último nervio de su cuerpo. De inmediato, Wells echó a correr. Le había costado mucho seguirla por los bosques, sobre todo porque había tenido que hacerlo a distancia; se habría puesto furiosa si lo hubiera visto.

—¡Clarke! —gritó mientras introducía la cabeza por el hueco del cristal roto.

Estaba muy oscuro en el interior de la ruina, pero no tenía tiempo de sacar la linterna. Distinguió a duras penas unos dedos que se aferraban a una orilla desigual. Agachado, Wells cruzó la abertura y fue a parar a una plataforma de madera. Se deslizó a rastras hacia delante. Cuando llegó al borde de la estructura, se cogió a la pared de piedra y aferró la muñeca de Clarke.

—¡Te tengo! —dijo.

Había hablado demasiado pronto. Cuando la otra mano de la chica perdió apoyo, Wells tuvo que sostener todo el peso. Empezó a deslizarse hacia el borde.

—¡Clarke! —volvió a chillar—. ¡Aguanta!

Gruñendo por el esfuerzo, consiguió sentarse y apoyar un pie contra la pared. Mientras, los dedos de Clarke se deslizaban entre su mano sudorosa.

—¡Wells! —aulló ella. El eco de su voz resonó en el cavernoso espacio, como si hubiera cien chicas en peligro.

Wells apretó los dientes y tiró de ella. Jadeando de alivio y cansancio, vio cómo la otra mano de Clarke se asía al borde del palco.

—Ya casi estás. Venga.

Clarke apoyó los codos en la plataforma de madera, y él se inclinó para cogerla por los brazos. Tiró de ella hasta que vio asomarse el resto de su cuerpo. Por fin, cayeron amontonados contra la pared de piedra.

Llorando, Clarke intentaba recuperar el aliento.

—Todo va bien —le dijo Wells, rodeándola con los brazos—. Ya estás a salvo.

Supuso que ella se apartaría. En cambio, Clarke se recostó contra él. Wells la estrechó con más fuerza.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella con la voz ahogada por el abrazo—. Pensaba… Tenía la esperanza de que…

—Te he seguido… Estaba preocupado —explicó Wells, que hablaba contra la cabeza de Clarke—. Siempre cuidaré de ti. Pase lo que pase.

Wells había hablado sin pensar, pero en cuanto hubo pronunciado las palabras se dio cuenta de que era verdad. Aunque algún día besara a otra chica —aunque le gustara otra— Clarke siempre podría contar con él.

Ella no respondió, pero tampoco deshizo el abrazo.

Wells la retuvo contra sí, temiendo que si hablaba se rompiera el hechizo. Su alivio creció hasta transformarse en alegría. A lo mejor aún podía recuperarla. Quizás allí, en las ruinas del viejo mundo, pudieran construir algo nuevo.