El mismo decorado. La mesa del sofá, con las sillas alrededor, ha sido mudada al centro de la sala. Una lámpara encendida en la mesa. La puerta del vestíbulo está abierta. Se oye música de baile en el piso de arriba.
La SEÑORA LINDE, sentada junto a la mesa, hojea distraída un libro; intenta leer, pero no parece que pueda fijar la atención; a veces escucha atentamente hacia la puerta de entrada.
SEÑORA LINDE (Mirando su reloj.)
Aún no. Y es ya la hora. Con tal que él… (Escucha de nuevo.) Ah, aquí está. (Sale al vestíbulo y abre cautelosamente la puerta del piso; se oyen pasos lejanos en la escalera; dice en voz baja.) Entre. No hay nadie.
PROCURADOR KROGSTAD (En la puerta.)
Me he encontrado en casa una nota de usted. ¿Qué significa eso?
SEÑORA LINDE
Necesito hablar con usted.
KROGSTAD
¿Ah, sí? ¿Y tiene que ser justamente en esta casa?
SEÑORA LINDE
No podía ser en la mía; mi habitación no tiene entrada independiente. Pase; estamos solos; las criadas duermen y los Helmer están en el baile de arriba.
KROGSTAD (Entra en la sala.)
Vaya, vaya; ¿los Helmer están de baile esta noche? ¿De verdad?
SEÑORA LINDE
Sí, ¿por qué no?
KROGSTAD
Es verdad, ¿por qué no?
SEÑORA LINDE
Bueno, Krogstad, hemos de hablar.
KROGSTAD
¿Es que queda algo que decirnos?
SEÑORA LINDE
Tenemos mucho que hablar.
KROGSTAD
No lo creía yo así.
SEÑORA LINDE
No, porque usted nunca me ha comprendido.
KROGSTAD
¿Qué más había que comprender, si era una de las cosas más corrientes del mundo? Una mujer despiadada deja plantado a un hombre cuando se le presenta algo más ventajoso.
SEÑORA LINDE
¿Cree que soy tan despiadada como eso? ¿Y cree que el romper fue fácil para mí?
KROGSTAD
¿Ah, no?
SEÑORA LINDE
Krogstad, ¿de verdad lo ha creído?
KROGSTAD
Si no fue así, ¿por qué me escribió entonces de la forma en que lo hizo?
SEÑORA LINDE
No me fue posible otra. Si tenía que romper con usted, mi obligación era arrancarle de raíz cuanto sintiera por mí.
KROGSTAD (Apretando los puños.)
Luego fue por eso. ¡Y sólo… sólo por dinero!
SEÑORA LINDE
Recuerde que tenía a mi madre inválida y dos hermanos pequeños. No podíamos esperarle, Krogstad; sus expectativas eran entonces a tan largo plazo…
KROGSTAD
Quizá sí; pero usted no tenía derecho a abandonarme por causa de otro hombre.
SEÑORA LINDE
Sí, no sé. Muchas veces me he preguntado si tenía derecho a hacerlo.
KROGSTAD (Más bajo.)
Cuando la perdí fue como si la tierra se hundiera bajo mis pies. Míreme; ahora soy como un náufrago agarrado a una tabla.
SEÑORA LINDE
La salvación puede estar cerca.
KROGSTAD
Lo estaba; pero entonces se interpuso usted.
SEÑORA LINDE
Sin saberlo, Krogstad. Hasta hoy no he sabido que era usted a quien voy a sustituir en el Banco.
KROGSTAD
La creo, ya que lo dice. Pero ahora, que lo sabe, ¿no va usted a renunciar?
SEÑORA LINDE
No; porque no sería de ningún provecho para usted.
KROGSTAD
Oh, provecho, provecho… yo lo haría de todas formas.
SEÑORA LINDE
He aprendido a obrar con sensatez. La vida y la necesidad me han enseñado a ello.
KROGSTAD
Y a mí la vida me ha enseñado a no creer en palabras.
SEÑORA LINDE
Entonces la vida le ha enseñado algo muy razonable. Y en los hechos, ¿cree usted?
KROGSTAD
¿Qué quiere decir?
SEÑORA LINDE
Ha dicho que era usted como un náufrago agarrado a una tabla.
KROGSTAD
Tengo mis razones para decirlo.
SEÑORA LINDE
Yo me encuentro también como un náufrago agarrado a una tabla. Sin nadie a quien cuidar ni nadie por quien preocuparme.
KROGSTAD
Usted lo eligió así.
SEÑORA LINDE
No había otra elección posible entonces.
KROGSTAD
Bueno, ¿y qué?
SEÑORA LINDE
Krogstad, ¿y si ahora los dos náufragos se unieran?
KROGSTAD
¿Qué quiere decir?
SEÑORA LINDE
En un naufragio, dos se defienden mejor unidos que separados.
KROGSTAD
¡Cristina!
SEÑORA LINDE
¿Por qué cree que vine a la ciudad?
KROGSTAD
¿Es que pensó usted en mí?
SEÑORA LINDE
Tengo que trabajar para vivir. Todos los días de mi vida, por muy atrás que recuerde, he trabajado, y el trabajo ha sido mi mayor y única satisfacción. Pero ahora me encuentro completamente sola en el mundo, abandonada e inútil. No hay satisfacción alguna en trabajar para sí. Krogstad, déme alguien y algo por los que trabajar.
KROGSTAD
No le creo. No es más que exaltada generosidad de mujer, que busca sacrificarse.
SEÑORA LINDE
¿Me ha visto usted alguna vez exaltada?
KROGSTAD
¿Sería usted de veras capaz? Dígame… ¿está usted perfectamente al tanto de mi pasado?
SEÑORA LINDE
Sí.
KROGSTAD
¿Y conoce usted cuál es mi reputación aquí?
SEÑORA LINDE
Me pareció oírle decir que conmigo usted hubiera sido otro.
KROGSTAD
Estoy seguro de ello.
SEÑORA LINDE
¿No podría ser lo mismo aún?
KROGSTAD
Cristina…, ¿ha pensado seriamente lo que dice? Sí; lo veo en su cara. ¿Tendría usted valor…?
SEÑORA LINDE
Necesito ser madre de alguien, y sus hijos necesitan una. Nosotros dos nos necesitamos uno a otro. Krogstad, tengo fe en usted… con usted me atrevo a todo.
KROGSTAD (Cogiéndole las manos.)
Gracias, gracias, Cristina… ahora sabré rehabilitarme. Oh, pero me olvidaba…
SEÑORA LINDE (Escucha.)
¡Chist! ¡La tarantela! ¡Váyase, váyase!
KROGSTAD
¿Por qué? ¿Qué ocurre?
SEÑORA LINDE
¿Oye usted la música arriba? Volverán cuando acabe.
KROGSTAD
Ah, ya, he de irme. Todo ha sido inútil. Usted naturalmente no sabe nada del paso que he dado contra los Helmer.
SEÑORA LINDE
Oh, sí, Krogstad, estoy enterada.
KROGSTAD
¿Y no obstante, tiene usted el valor…?
SEÑORA LINDE
Comprendo perfectamente adonde puede la desesperación llevar a un hombre como usted.
KROGSTAD
¡Oh, si pudiera volverme atrás!
SEÑORA LINDE
Nada más fácil; su carta se encuentra aún en el buzón.
KROGSTAD
¿Está usted segura?
SEÑORA LINDE
Completamente; pero…
KROGSTAD (Con mirada inquisitiva.)
¿Es ésa la explicación? Quiere usted salvar a su amiga a cualquier precio. Dígalo francamente. ¿Es eso?
SEÑORA LINDE
Krogstad, cuando uno se ha vendido para salvar a otro, no vuelve a hacerlo.
KROGSTAD
Pediré que me devuelvan la carta.
SEÑORA LINDE
No, no.
KROGSTAD
Claro que sí; esperaré a que baje Helmer; le diré que me devuelva la carta… que sólo trata de mi despido… que no la lea…
SEÑORA LINDE
No, Krogstad; no pida que le devuelva la carta.
KROGSTAD
Pero dígame, ¿no fue en realidad para eso por lo que me citó aquí?
SEÑORA LINDE
Sí, con el sobresalto del primer momento; pero ha transcurrido todo un día, y es increíble lo que he visto mientras en esta casa. Helmer debe enterarse de todo; este desgraciado secreto debe salir a la luz; debe haber una franca explicación entre los dos; es imposible mantener todos estos tapujos y evasiones.
KROGSTAD
De acuerdo, si usted lo desea… Pero puedo hacer algo de todas formas, y hacerlo inmediatamente…
SEÑORA LINDE (Escuchando.)
¡Dése prisa! ¡Váyase, váyase! Ha acabado el baile; no estamos seguros ni un momento más.
KROGSTAD
La espero abajo.
SEÑORA LINDE
Sí, hágalo; puede acompañarme a casa.
KROGSTAD
Es increíble, en mi vida he sido tan feliz.
(Sale por la puerta del piso; la puerta del vestíbulo permanece abierta.)
SEÑORA LINDE (Pone un poco de orden y prepara su abrigo.) ¡Vaya cambio! ¡Sí, qué cambio! Otros por quienes trabajar… por los que vivir; un hogar al que llevar amor. Claro que lo haré… ¿Volverán pronto? (Escucha.) Ajá, aquí están. Me pondré el abrigo. (Se lo pone, así como el sombrero.)
(Se oyen fuera las voces de HELMER y de NORA; el girar de una llave; HELMER entra en la sala llevando a NORA casi a la fuerza. Va disfrazada de italiana y se cubre con un gran chal negro; él viste de frac bajo un dominó negro abierto.)
NORA (En la puerta, resistiéndose.)
No, no, no; aquí no. Quiero volver. No quiero irme tan pronto.
HELMER
Pero querida Nora…
NORA
¡Ah, te lo pido por favor, Torvald; te lo suplico por lo que más quieras… sólo una hora más!
HELMER
Ni un minuto, cariño. Recuerda lo convenido. Así que adentro; aquí vas a resfriarte.
(La conduce suavemente a la sala, a pesar de su resistencia.)
SEÑORA LINDE
Buenas noches.
NORA
¡Cristina!
HELMER
¿Cómo, señora Linde, aquí tan tarde?
SEÑORA LINDE
Sí, mil perdones; tenía tantas ganas de ver a Nora disfrazada.
NORA
¿Has estado esperándome aquí?
SEÑORA LINDE
Sí, por desgracia no llegué a tiempo; habíais ya salido; y me dije: no me voy sin verla.
HELMER (Quitándole el chal a NORA.)
Pues mírela cuanto guste. Creo que merece la pena. ¿No está preciosa, señora Linde?
SEÑORA LINDE
Así diría yo…
HELMER
¿No es una preciosidad? Es lo que decían todos en el baile. Pero es terriblemente terca, mi preciosa niña. No tiene remedio. Figúrese, casi me la he tenido que traer a la fuerza.
NORA
Oh, Torvald, te arrepentirás de no haberme dejado, media hora siquiera.
HELMER
Ya la está oyendo, señora. Ha bailado la tarantela… con un éxito clamoroso… de sobras merecido… aunque a decir verdad quizá hubiera en la ejecución un exceso de naturalidad; quiero decir… algo más de lo que, en propiedad, exige el arte. ¡Pero dejémoslo! Lo importante es… que haya tenido éxito; un éxito de locura. ¿Iba a dejar que continuara allí después? ¿Debilitar la impresión? Por supuesto que no; cogí del brazo a mi preciosa muchachita de Capri… mi obstinada muchachita de Capri, diría yo… una rápida vuelta por la sala; una inclinación a un lado y a otro y… como dicen en las novelas… la hermosa aparición se desvanece. Los finales deben causar siempre efecto, señora Linde; pero esto no hay forma de metérselo a Nora en la cabeza. Uf, qué calor hace aquí. (Arroja el dominó sobre una silla y abre la puerta de su despacho.) Qué oscuro está. Ah, sí, naturalmente. Con permiso… (Entra y enciende un par de bujías.)
NORA (En voz baja, rápida y jadeante.)
¿Qué?
SEÑORA LINDE (Bajo.)
He hablado con él.
NORA
¿Entonces…?
SEÑORA LINDE
Nora… debes decírselo todo a tu marido.
NORA (Sordamente.)
Lo sabía.
SEÑORA LINDE
No tienes que temer nada de Krogstad; pero debes decírselo.
NORA
No lo haré.
SEÑORA LINDE
Entonces será la carta la que hable.
NORA
Gracias, Cristina; ahora sé lo que tengo que hacer. Chist…
HELMER (Volviendo.)
¿Qué, señora, la ha admirado usted bastante?
SEÑORA LINDE
Sí, y ahora les dejo.
HELMER
¿Cómo, tan pronto? ¿Es de usted este punto?
SEÑORA LINDE (Tomándolo.)
Sí; por poco me olvido.
HELMER
¿Luego hace usted punto?
SEÑORA LINDE
Oh, sí.
HELMER
¿Sabe?, mejor haría en bordar.
SEÑORA LINDE
¿Sí? ¿Por qué?
HELMER
Oh, es mucho más bonito. Mire; se tiene el bordado así con la mano izquierda, y con la derecha se lleva la aguja… así… con una ligera, amplia curva; ¿no es así…?
SEÑORA LINDE
Sí, es posible…
HELMER
En cambio, con el punto… no puede ser más feo; mire; los brazos pegados… las agujas, que suben y bajan; …tiene algo de chino… Ah, qué estupendo champán nos han servido.
SEÑORA LINDE
Bueno, buenas noches, Nora, y no seas tan terca.
HELMER
¡Bien dicho, señora Linde!
SEÑORA LINDE
Buenas noches, señor Director.
HELMER (Acompañándola a la puerta.)
Buenas noches, buenas noches; espero que llegue bien a casa. Yo con mucho gusto… pero no tiene usted que andar largo trecho. Buenas noches. (La señora sale; él cierra la puerta y vuelve.) Bueno, por fin se ha ido. Qué pesada es, la pobre.
NORA
¿No estás muerto de cansancio, Torvald?
HELMER
No, en lo más mínimo.
NORA
¿Ni tienes sueño?
HELMER
Tampoco; al contrario, me siento muy animado. ¿Y tú? Sí, tú pareces cansada y con sueño.
NORA
Sí, me siento muy cansada. Voy a dormirme enseguida.
HELMER
¡Lo ves, lo ves! ¿No tenía yo razón en que nos marchásemos?
NORA
Oh, tú tienes siempre razón.
HELMER (La besa en la frente.)
Ahora habla la alondra como una persona. ¿Te fijaste lo alegre que estaba Rank esta noche?
NORA
¿Sí? ¿De veras? No llegué a hablar con él.
HELMER
Y yo apenas; pero hacía tiempo que no le veía de tan buen humor. (La mira un momento; después se le acerca.) Ejem… ¡qué felicidad volver a casa; estar a solas contigo… con esta preciosidad de mujer!
NORA
¡No me mires así, Torvald!
HELMER
¿Es que no puedo mirar a mi bien más precioso? A esta divinidad que es mía, sólo mía, absolutamente mía.
NORA (Apartándose al otro lado de la mesa.)
No me hables así esta noche.
HELMER (Siguiéndola.)
Ya veo que aún te dura la tarantela en la sangre. Y eso te hace aún más atractiva. ¡Escucha! Los invitados empiezan a marcharse. (Más bajo.) Nora, pronto todo quedará en silencio.
NORA
Sí, eso espero.
HELMER
Sí, ¿no es verdad, querida? Oh, sabes… cuando vamos a una fiesta… ¿sabes por qué te hablo tan poco, me mantengo lejos de ti, apenas si te dirijo una mirada a hurtadillas de vez en cuando… sabes por qué lo hago? Porque entonces me imagino que eres mi amante secreta, mi prometida misteriosa, y que nadie sospecha que hay algo entre nosotros.
NORA
Oh, sí, sí; ya sé que piensas siempre en mí.
HELMER
¡Y al marcharnos, cuando cubro con el chal tus hermosos hombros… en torno a esta nuca maravillosa… me imagino que eres mi joven novia, que acabamos de llegar de la boda, que por primera vez te traigo a mi hogar… que por primera vez me encuentro a solas contigo, completamente a solas, temblorosa y divina! Tú has sido lo único que he deseado la noche entera. Cuando te veía correr y girar en un vértigo con la tarantela… me ardía la sangre; no pude aguantar más tiempo; por eso te traje tan pronto…
NORA
¡Vete, Torvald! Apártate de mí. No quiero eso.
HELMER
¿Qué quieres decir? Bromeas conmigo, pequeña Nora. ¿No quiero, no quiero? ¿No soy tu marido…?
(Llaman a la puerta del piso.)
NORA (Estremeciéndose.)
¿Has oído?
HELMER (Dirigiéndose al vestíbulo.)
¿Quién es?
DOCTOR RANK (Desde fuera.)
Soy yo. ¿Puedo entrar un momento?
HELMER (En voz baja, contrariado.)
Oh, ¿qué querrá ahora? (En alto.) Espera. (Sale y abre.) Qué bien, que no pases de largo ante nuestra puerta.
RANK
Me ha parecido oír tu voz y se me ocurrió entrar. (Echando un rápido vistazo en torno.) Ah, el dulce hogar. Qué confortables estáis aquí, los dos.
HELMER
Pues parece que tampoco tú lo pasaste mal arriba.
RANK
Estupendamente. ¿Por qué no lo iba a pasar? ¿Por qué no disfrutar de todo en este mundo? Por lo menos, todo lo que se pueda y mientras se pueda. El vino era excelente.
HELMER
Sobre todo el champán.
RANK
¿También tú lo notaste? Es increíble la cantidad que pude trasegar.
NORA
Torvald ha bebido también mucho champán esta noche.
RANK
¿Sí?
NORA
Sí, y luego se pone animadísimo.
RANK
¿Y por qué no va a pasarse una noche divertida después de un día bien empleado?
HELMER
Bien empleado; por desgracia, no me atrevería a decir tanto de mí.
RANK (Dándole una palmada en el hombro.)
¡Pues yo sí, ya ves!
NORA
Doctor, seguro que ha hecho usted algún examen clínico.
RANK
Sí, exactamente.
HELMER
¡Vaya, vaya; la pequeña Nora hablando de exámenes clínicos!
NORA
¿Y puedo felicitarle por el resultado?
RANK
Por supuesto que puede.
NORA
¿Luego fue bueno?
RANK
El mejor posible, tanto para el médico como para el paciente… la certeza.
NORA (Rápida, inquiriendo.)
¿La certeza?
RANK
Una certeza absoluta. ¿Y no iba a divertirme después por la noche?
NORA
Sí, hizo usted bien, doctor.
HELMER
Lo mismo digo; a no ser que lo tengas que pagar mañana.
RANK
Bueno, todo se paga en la vida.
NORA
Doctor Rank, ¿le gustan mucho los bailes de máscaras?
RANK
Sí, sobre todo si los disfraces son divertidos…
NORA
Dígame, ¿de qué vamos a ir disfrazados usted y yo en el próximo baile?
HELMER
¡Qué frívola… ya estás pensando en el próximo!
RANK
¿Nosotros dos? Se lo diré; usted irá de criatura feliz[4]…
HELMER
Sí, pero cualquiera encuentra un disfraz que represente eso.
RANK
Sólo necesita mostrarse como es a diario…
HELMER
Muy bien dicho. ¿Pero de qué irás tú?
RANK
Lo tengo ya pensado.
HELMER
¿Cómo?
RANK
En el próximo baile seré invisible.
HELMER
Qué idea más divertida.
RANK
Se pone uno un gran sombrero negro… ¿no has oído nunca hablar del sombrero invisible? Cuando uno se lo pone, nadie le ve.
HELMER (Disimulando una sonrisa.)
Sí, tienes razón.
RANK
Pero me olvidaba para lo que había venido. Helmer, dame un cigarro, un habano negro.
HELMER
Con mil amores.
(Le ofrece la caja.)
RANK (Toma uno y le corta la punta.)
Gracias.
NORA (Enciende una cerilla.)
Permita que le ofrezca fuego.
RANK
Muchas gracias. (Ella sostiene la cerilla mientras él enciende.) Y ahora, ¡adiós!
HELMER
¡Adiós, adiós, querido amigo!
NORA
Que duerma bien, doctor Rank.
RANK
Gracias por el buen deseo.
NORA
Deséeme lo mismo.
RANK
¿A usted? Bueno, si así lo quiere… Que duerma bien. Y gracias por el fuego.
(Saluda a los dos y sale.)
HELMER (Con voz contenida.)
Ha bebido bastante.
NORA (Absorta.)
Puede que sí.
(HELMER saca el llavero del bolsillo y sale al vestíbulo.)
NORA
Torvald, ¿qué haces ahí?
HELMER
Voy a vaciar el buzón; está llenísimo; no queda sitio para los periódicos de mañana…
NORA
¿Vas a trabajar esta noche?
HELMER
Ya sabes que no… ¿Qué es esto? Alguien ha andado en la cerradura.
NORA
¿En la cerradura?
HELMER
Seguro. ¿Qué ha podido ser? Nunca creería que las criadas… Hay una horquilla rota. Es tuya, Nora…
NORA (Rápida.)
Habrán sido los niños…
HELMER
Pues tienes que quitarles la costumbre. Ejem, ejem…; bueno, ya he conseguido abrirlo. (Saca el contenido y llama hacia la cocina.) ¡Elena!… ¡Elena!; apague la lámpara del vestíbulo.
(Vuelve a la sala y cierra la puerta.)
HELMER (Llevando las cartas.)
Mira. Ya ves, cómo se han amontonado. (Examinándolas.) ¿Qué es esto?
NORA (Junto a la ventana.)
¡La carta! ¡Oh, no, no, Torvald!
HELMER
Dos tarjetas de visita… de Rank.
NORA
¿Del doctor Rank?
HELMER (Mirándolas.)
Rank, Doctor en Medicina. Estaban encima; las ha debido de echar al salir.
NORA
¿Hay algo escrito en ellas?
HELMER
Hay una cruz negra sobre el nombre. Mira. Qué idea. Ni que anunciase su muerte.
NORA
Eso es lo que hace.
HELMER
¿Cómo? ¿Sabes algo? ¿Te ha dicho algo?
NORA
Sí. Esas tarjetas son su despedida. Quiere encerrarse para morir.
HELMER
Pobre amigo mío. Ya sabía que no iba a conservarle por largo tiempo. Pero tan pronto… Y ahora se oculta como un animal herido.
NORA
Si ha de ocurrir, mejor que ocurra sin palabras. ¿No crees, Torvald?
HELMER (Paseando por la sala.)
Está tan ligado a nosotros. No creo que pueda hacerme a la idea de perderle. Él, con sus dolencias y su soledad, era como un fondo de nubes para nuestra dicha llena de sol… Bueno, quizá sea mejor así. Para él, de todas formas. (Se detiene.) Y puede que también para nosotros, Nora. Ahora nos debemos sólo uno a otro. (La abraza.) Oh, querida, me parece que no te puedo estrechar bastante. Sabes, Nora… muchas veces desearía que te amenazase un peligro inminente, para arriesgar mi vida y mi sangre y todo, todo, por ti.
NORA (Se suelta; con voz firme y decidida.)
Tienes que leer las cartas, Torvald.
HELMER
No, no, esta noche no. Me quedaré contigo, querida.
NORA
¿Con la idea de la muerte de tu amigo…?
HELMER
Tienes razón. Nos ha trastornado a los dos; algo espantoso se ha interpuesto entre nosotros; ideas de muerte y de disolución. Debemos librarnos de ello. Hasta entonces… Cada uno debe ir por su lado.
NORA (Abrazada a su cuello.)
¡Torvald… buenas noches! ¡Buenas noches!
HELMER (Besándola en la frente.)
Buenas noches, alondra mía. Que descanses, Nora. Voy a ver la correspondencia.
(Se dirige con el montón de cartas a su despacho y cierra la puerta.)
NORA (Con ojos extraviados, avanza a tientas, toma el dominó de HELMER, se cubre con él y susurra, rápida, ronca y entrecortadamente.)
No volveré a verle nunca. Nunca. Nunca. Nunca. (Se cubre la cabeza con el chal.) Tampoco volveré a ver a los niños. Tampoco a ellos. Nunca; nunca… Oh, el agua negra, fría como el hielo. Que no tiene fondo… Con tal… con tal que hubiera ya pasado… Ahora la está abriendo; ahora la lee. Oh, no, no; aún no. Adiós, Torvald; adiós, hijos míos…
(Va a precipitarse al vestíbulo en el momento en que HELMER abre de golpe su puerta y asoma con una carta desplegada en la mano.)
HELMER
¡Nora!
NORA (Dando un grito.)
¡Ah…!
HELMER
¿Qué es esto? ¿Sabes lo que dice esta carta?
NORA
Sí, lo sé. ¡Déjame que me vaya! ¡Déjame que salga!
HELMER (Reteniéndola.)
¿Adonde vas?
NORA (Intentando zafarse.)
¡No intentes salvarme, Torvald!
HELMER (Retrocediendo con pasos inseguros.)
¿Es verdad? ¿Es verdad lo que ha escrito? ¡Qué horror! No, no; no es posible que sea cierto.
NORA
Es verdad. Te he querido más que a nada en el mundo.
HELMER
Oh, no me vengas con evasivas estúpidas.
NORA (Dando un paso hacia él.)
¡Torvald!
HELMER
Desgraciada… ¿qué has hecho?
NORA
Déjame marchar. No tienes por qué sufrir por culpa mía. No tienes que cargar con ello.
HELMER
Basta de comedia. (Cierra con llave la puerta del vestíbulo.) Aquí te quedas para responderme. ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Contéstame! ¿Te das cuenta?
NORA (Con la mirada fija en él, en tono de creciente frialdad.)
Sí, ahora empiezo a comprenderlo de verdad.
HELMER (Dando vueltas por el salón.)
De qué forma más horrible me despierto. Durante estos ocho años… ella, que era mi gozo y mi orgullo… ¡una hipócrita, una mentirosa… peor aún… una delincuente!… ¡Oh, qué absoluta vileza hay en todo esto! ¡Qué vergüenza!
NORA (Calla y le mira con fijeza.)
HELMER (Deteniéndose ante ella.)
Debí haber presentido que algo malo tenía que ocurrir. Debí haberlo previsto. Con la ligereza de principios de tu padre. Ni religión, ni moral, ni sentido del deber… Oh, qué caro me cuesta el haber cerrado los ojos con él. Lo hice por ti, y es así como me pagas.
NORA
Sí, así.
HELMER
Has destrozado mi felicidad. Has arruinado todo mi futuro. Oh, es horrible pensarlo. Estoy a merced de un hombre sin escrúpulos; puede hacer de mí lo que quiera, exigirme lo que sea, ordenarme y pedirme cuanto guste… sin que yo pueda ni siquiera protestar. ¡Y tener que humillarme y degradarme por culpa de una insensata!
NORA
Cuando yo no esté en este mundo, serás libre.
HELMER
Oh, basta de truculencias. Palabras así no le faltaban tampoco a tu padre. ¿De qué me beneficiaría el que no estuvieras en el mundo, como dices? Ni en lo más mínimo. Él puede dar publicidad al asunto de todas formas; si lo hace, caería yo bajo la sospecha de estar al tanto de la conducta criminal de mi mujer. Llegarían a decir incluso que yo estaba detrás… ¡que soy yo quien te ha instigado! Y todo esto te lo tengo que agradecer a ti, a ti, a quien he mantenido en un pedestal durante todo nuestro matrimonio. ¿Comprendes ahora lo que me has hecho?
NORA (Con fría compostura.)
Sí.
HELMER
Es algo tan increíble que no puedo concebirlo. Pero debemos pensar en lo que hay que hacer. Quítate el chal. ¡Quítatelo, te digo! Tengo que darle satisfacción de un modo u otro. Hay que acallar el asunto a cualquier precio… Y en cuanto se refiere a nosotros, debe parecer que todo sigue igual. Naturalmente, sólo ante los demás. Vas a seguir aquí, en casa, por supuesto. Pero nada de educar a tus hijos; no me atrevo a confiártelos… ¡Oh, que tenga que decir esto a quien tanto he amado y a la que aún…! No, esto se acabó. De ahora en adelante no hay felicidad posible; sólo será posible salvar los restos, los jirones, las apariencias…
(Suena la campanilla de la puerta.)
HELMER (Estremeciéndose.)
¿Qué será? Tan tarde. ¿Será posible… que ese hombre? Escóndete, Nora. Di que estás enferma.
(NORA permanece sin moverse. HELMER se dirige a la puerta del vestíbulo y la abre.)
DONCELLA (A medio vestir, en el vestíbulo.)
Una carta para la señora.
HELMER
Démela. (Coge la carta y cierra la puerta.) Sí, es de él. No, tú no; la leeré yo.
NORA
Léela.
HELMER (Junto a la lámpara.)
Casi no me atrevo. Quizá estemos perdidos, tú y yo. No; he de saberlo. (Rasga el sobre rápidamente; da un vistazo a las líneas; examina un papel adjunto; un grito de júbilo.) ¡Nora!
NORA (Le mira con interrogación.)
HELMER
¡Nora!… No, tengo que leerlo de nuevo… Sí, sí; es eso. ¡Estoy salvado, Nora, estoy salvado!
NORA
¿Y yo?
HELMER
Tú también; por supuesto; estamos salvados, tú y yo. Mira. Te devuelve el recibo. Dice que se arrepiente y lo lamenta… que un cambio afortunado en su vida… Oh, qué más da lo que diga. ¡Estamos salvados, Nora! Nadie puede hacerte nada. Oh, Nora, Nora… no, antes destruyamos este horror. Voy a ver… (Echa un vistazo al recibo.) No, no quiero verlo; no debe ser para mí más que un mal sueño. (Rompe el recibo y la carta, los arroja a la estufa y contempla cómo arden.) Mira; ya no queda nada de ellos… Dice que tú el día de Navidad… Oh, debes de haber pasado tres días espantosos, Nora.
NORA
Han sido tres días de dura lucha.
HELMER
Y sufriste sin encontrar otra salida que… No; no nos acordemos de este horror. Sólo hemos de alegrarnos y repetir: se acabó, se acabó. Escúchame, Nora, parece que no te has dado cuenta: se acabó. ¿Pero qué te pasa… esa cara tan seria? Ah, ya comprendo, pobre Nora; no puedes creer que te haya perdonado. Pues te he perdonado, Nora, te lo juro: te lo he perdonado todo. Bien sé que cuanto hiciste lo hiciste por amor hacia mí.
NORA
Es verdad.
HELMER
Me has querido como una mujer debe querer a su marido. Fueron sólo los medios, los que no te era posible juzgar. ¿Pero crees que te voy a querer menos porque no sepas cómo arreglártelas sola? No, no; apóyate en mí; yo te aconsejaré, te guiaré. No sería quizá un hombre, si justo ese desamparo femenino no te hiciera doblemente atractiva a mis ojos. No debes tomar en cuenta las duras palabras que te dije en el primer arrebato, cuando creía que todo se derribaba sobre mí. Te he perdonado, Nora; te juro que te he perdonado.
NORA
Te quedo muy agradecida.
(Sale por la puerta de la derecha.)
HELMER
No, espera… (Mirando dentro.) ¿Qué haces en el cuarto?
NORA (Dentro.)
Me estoy quitando el disfraz.
HELMER (Ante la puerta abierta.)
Sí, hazlo; procura tranquilizarte y recobrar el ánimo, mi alondra asustada. Descansa tranquila con toda confianza; mis alas bastan para cobijarte. (Pasea ante la puerta.) Oh, qué casa tan agradable tenemos. Éste es tu nido; te guardaré como una paloma perseguida, que he rescatado sin daño de las garras del gavilán; apaciguaré tu pobre corazón palpitante. Lo conseguiremos poco a poco, Nora; créeme. Mañana lo verás todo muy diferente; pronto será todo como antes; no será necesario repetirte que te he perdonado; tú misma sin lugar a dudas lo advertirás. ¿Cómo puedes pensar que se me ocurriese repudiarte, ni tan siquiera reprenderte por algo? Oh, no conoces el corazón de un hombre, Nora. Nada hay más agradable ni satisfactorio para un hombre que tener conciencia de haber perdonado a su mujer… que la ha perdonado de todo corazón. Porque entonces es como si fuera dos veces suya; esa como si la hubiera traído al mundo; en cierto sentido, se convierte a la vez en su mujer y en su hija. Eso es lo que serás para mí de ahora en adelante, indecisa, desamparada criatura. No temas nada, Nora; confía plenamente en mí y yo seré tu voluntad y tu conciencia… ¿Qué pasa? ¿No te has acostado? ¿Te has vestido?
NORA (En traje de diario.)
Sí, Torvald, me he vestido.
HELMER
¿Cómo, tan tarde?
NORA
Esta noche no voy a dormir.
HELMER
Pero querida Nora…
NORA (Mirando su reloj.)
Aún no es muy tarde. Siéntate, Torvald; tenemos mucho que hablar.
(Se sienta a un lado de la mesa.)
HELMER
Nora, ¿qué pasa? Esa cara tan seria…
NORA
Siéntate… Va a ser largo. Tengo mucho que decirte.
HELMER (Se sienta a la mesa frente a ella.)
Me inquietas, Nora. No te entiendo.
NORA
Precisamente. No me entiendes. Y yo tampoco te he entendido nunca… hasta esta noche. No, no me interrumpas. Tienes que escuchar lo que voy a decir… Esto es un ajuste de cuentas, Torvald.
HELMER
¿Qué quieres decir?
NORA (Tras un corto silencio.)
¿No te resulta extraño que estemos aquí sentados?
HELMER
¿Por qué va a serlo?
NORA
Llevamos ocho años de casados. ¿No te das cuenta que es la primera vez que nosotros dos, tú y yo, marido y mujer, hablamos seriamente?
HELMER
Sí, seriamente… ¿y qué?
NORA
En estos ocho años… aun antes… desde que nos conocimos, no se ha cruzado entre nosotros ni una sola palabra seria sobre un asunto serio.
HELMER
¿Es que iba a estar constantemente teniéndote al tanto de preocupaciones de las que tú no podías hacer nada para resolverlas?
NORA
No estoy hablando de preocupaciones. Lo que digo es que no hemos intentado nunca seriamente llegar al fondo de un asunto.
HELMER
Pero, querida Nora, ¿de qué te hubiera servido?
NORA
De eso se trata. Nunca me has entendido… He sufrido muchas injusticias, Torvald. Primero de papá y después de ti.
HELMER
¿Cómo? ¿De nosotros dos… de nosotros, que te hemos querido más que nadie?
NORA (Negando con la cabeza.)
Nunca me habéis querido. Tan sólo os parecía divertido el quererme.
HELMER
Pero, Nora, ¿qué dices?
NORA
Sí, así es, Torvald. En casa, papá me comunicaba todas sus opiniones, con lo que yo tenía las mismas; y caso de tener otras, las ocultaba; porque no hubieran sido de su agrado. Me llamaba su muñequita, y jugaba conmigo, lo mismo que yo jugaba con mis muñecas. Después vine a esta casa contigo…
HELMER
¿Es así como te refieres a nuestro matrimonio?
NORA (Sin inmutarse.)
Quiero decir que pasé de manos de papá a las tuyas. Lo dispusiste todo a tu gusto, y yo adquirí el mismo gusto que tú; o lo fingía; no sé exactamente… creo que las dos cosas; tan pronto una como otra. Cuando ahora pienso en ello, me parece haber vivido aquí como una pobre… al día. He vivido de hacer gracias para ti, Torvald. Pero eso era lo que tú querías. Tú y papá me habéis causado un gran daño. Sois culpables de que no sea nada.
HELMER
¡Nora, qué absurda e ingrata eres! ¿No has sido feliz aquí?
NORA
No, nunca. Creí serlo; pero no lo he sido nunca.
HELMER
¡Nunca… nunca feliz!
NORA
No; sólo de buen humor. ¡Y tú has sido siempre tan bueno conmigo! Pero nuestro hogar no ha sido más que un cuarto de jugar. Aquí he sido tu mujer muñeca, como en casa era la nena muñeca de papá. Y los niños, a su vez, han sido mis muñecas. Encontraba divertido el que jugases conmigo, igual que les parece divertido el que juegue con ellos. Esto es lo que ha sido nuestro matrimonio, Torvald.
HELMER
Hay algo de verdad en lo que dices… por exagerado y extravagante que sea. Pero de aquí en adelante será diferente. Se acabó el tiempo de los juegos; ahora toca el de la educación.
NORA
¿La educación de quién? ¿La mía o la de los niños?
HELMER
A la vez la tuya y la de los niños, querida Nora.
NORA
Oh, Torvald, tú no eres el hombre para educarme a ser la mujer que necesitas.
HELMER
¿Y lo dices tú?
NORA
¿Y yo?… ¿estoy preparada para educar a los niños?
HELMER
¡Nora!
NORA
Tú mismo lo dijiste hace un momento… que no te atrevías a confiarme la misión.
HELMER
¡Con la pasión del momento! ¿Cómo puedes tenerlo en cuenta?
NORA
Oh, sí, tenías toda la razón. Es superior a mis fuerzas. Hay otra tarea en que debo ocuparme antes. Tengo que educarme a mí misma. Tú no sirves para ayudarme. Tengo que hacerlo sola. Por eso te dejo.
HELMER (Se levanta de un salto.)
¿Qué dices?
NORA
Tengo que estar completamente sola para ver con claridad en mí y en todo cuanto me rodea. Por eso no puedo seguir contigo.
HELMER
¡Nora, Nora!
NORA
Me marcho ahora mismo. Seguro que Cristina me dejará pasar la noche con ella…
HELMER
¡Estás loca! ¡No puedes hacerlo! ¡Te lo prohíbo!
NORA
A partir de ahora no has de prohibirme nada. Me llevo lo mío. No quiero nada tuyo, ni ahora ni nunca.
HELMER
¡Pero qué locura es ésta!
NORA
Mañana me iré a casa… quiero decir, a mi tierra. Será más fácil arreglármelas allí que en otra parte.
HELMER
¡Tú, con tu obstinación y tu falta de experiencia!
NORA
Voy a intentar adquirirla, Torvald.
HELMER
¡Abandonar tu hogar, tu marido y tus hijos! Y no piensas qué dirá la gente.
NORA
No puedo atender a eso. Sólo sé que es necesario para mí.
HELMER
Oh, es indignante. ¿Cómo puedes faltar a tus deberes más sagrados?
NORA
¿A qué llamas mis deberes más sagrados?
HELMER
¿Es que tengo que decírtelos? ¿Es que no estás obligada a tu marido y a tus hijos?
NORA
Tengo otros deberes igualmente sagrados.
HELMER
No tienes ninguno. ¿Qué deberes son ésos?
NORA
Deberes conmigo misma.
HELMER
Ante todo eres esposa y madre.
NORA
Ya no lo creo así. Lo que creo es que ante todo soy un ser humano, yo, exactamente como tú… o, en todo caso, que debo luchar por serlo. Sé perfectamente que la mayoría te dará la razón, Torvald, y que algo así se lee en los libros. Pero ya no puedo contentarme con lo que dice la mayoría ni con lo que se lee en los libros. Debo pensar por mí misma y ver con claridad las cosas.
HELMER
¿Y no ves con claridad cuál es tu posición en tu propio hogar? ¿No tienes para esa pregunta una guía infalible? ¿No tienes religión?
NORA
Oh, Torvald, no sé a ciencia cierta lo que es.
HELMER
¿Pero qué dices?
NORA
No sé más que lo que el Pastor Hansen me dijo al confirmarme. Decía que la religión era esto y aquello. Cuando me marche y me quede sola, analizaré también esta cuestión. Veré si era cierto lo que decía el Pastor Hansen o, en todo caso, si es cierto para mí.
HELMER
¡Es inaudito que hable así una mujer joven! Pero ya que la religión no te sirve de guía, apelaré a tu conciencia. ¿Porque te queda algún sentido moral, no? ¿O, contéstame, o es que tampoco lo tienes?
NORA
¿Para qué sirve contestar a eso, Torvald? No lo sé. Estoy completamente desorientada. Lo único que sé es que sobre ciertas cosas tengo opiniones muy diferentes a las tuyas. También he descubierto que las leyes son distintas a lo que yo pensaba; pero me resulta imposible concebir que las leyes sean justas. ¡Una mujer no tiene derecho a evitar disgustos a su viejo padre moribundo ni a salvar la vida de su marido! No puedo creerlo.
HELMER
Hablas como una niña. No entiendes la sociedad en que vives.
NORA
No, no la entiendo. Pero ahora voy a intentarlo. Voy a averiguar quién tiene razón, la sociedad o yo.
HELMER
Estás enferma, Nora; tienes fiebre; yo diría que no estás en tu juicio.
NORA
En mi vida me he sentido con la mente más lúcida y más segura que esta noche.
HELMER
¿Y con lucidez y seguridad abandonas a tu marido y a tus hijos?
NORA
Sí, les abandono.
HELMER
Entonces sólo hay una explicación posible.
NORA
¿Cuál?
HELMER
Que ya no me quieres.
NORA
Sí, eso es.
HELMER
¡Nora!… ¡Y lo dices así!
NORA
Oh, lo siento en el alma, Torvald; siempre has sido tan bueno conmigo. Pero no puedo remediarlo. Ya no te quiero.
HELMER (Con serenidad forzada.)
¿Es también un convencimiento claro y seguro?
NORA
Sí, absolutamente claro y seguro. Por esto no puedo seguir aquí.
HELMER
¿Y podrías explicarme cómo he perdido tu amor?
NORA
Sí; ha sido esta noche, cuando no se ha producido el milagro; porque entonces he descubierto que no eras el hombre que yo imaginaba.
HELMER
Explícate con mayor detalle; no te comprendo.
NORA
He esperado con toda paciencia estos ocho años; porque, claro está, comprendía que los milagros no se dan a diario. Cuando ocurrió lo peor, estaba tan segura, que me decía a mí misma: ahora se produce el milagro. Cuando la carta de Krogstad estaba allí… nunca pensé que pudieras doblegarte a las exigencias de ese hombre. Estaba completamente segura de que le dirías: vaya y dígaselo a todos. Y cuando eso sucediera…
HELMER
¿Cómo? ¿Es que iba a entregar a mi mujer a la vergüenza y a la infamia?
NORA
Cuando eso sucediera, esperaba con absoluta seguridad que darías un paso al frente, asumirías toda la responsabilidad y dirías: yo soy el culpable.
HELMER
¡Nora!
NORA
¿Crees que yo hubiera aceptado semejante sacrificio por tu parte? No, por supuesto. ¿Pero de qué hubieran valido mis declaraciones frente a las tuyas?… Ése era el milagro que yo esperaba con angustia. Y para evitarlo, estaba dispuesta a poner fin a mi vida.
HELMER
Trabajaría con gusto noche y día por ti, Nora… aguantaría penas y privaciones por ti. Pero nadie sacrifica su honor por el ser que ama.
NORA
Millares de mujeres lo han hecho.
HELMER
Oh, piensas y hablas como una niña irrazonable.
NORA
Puede que sí. Pero tú no piensas ni hablas como el hombre al que puedo unirme. En cuanto terminó tu alarma… no por la amenaza sobre mí, sino por el riesgo que corrías, y cuando el peligro había pasado… ha sido para ti como si no hubiera ocurrido absolutamente nada. Volví a ser, igual que antes, tu pequeña alondra, la muñeca, que de ahora en adelante debería tratarse con mayor cuidado, ya que es tan delicada y frágil. (Se levanta.) Torvald… en aquel momento comprendí que había vivido ocho años con un extraño del que había tenido tres hijos… ¡Oh, no soporto el pensar en ello! Me dan ganas de golpearme hasta hacerme trizas.
HELMER (Sordamente.)
Ya veo, ya veo. La verdad es que se ha abierto un abismo entre nosotros… ¿Pero, Nora, no podríamos salvarlo?
NORA
Tal como soy ahora, no soy una esposa para ti.
HELMER
Puedo convertirme en otro.
NORA
Quizá… si te quitan la muñeca.
HELMER
¡Separarme… separarme de ti! No, no, Nora, no puedo hacerme a esa idea.
NORA (Saliendo por la derecha.)
Razón de más para acabar.
(Vuelve con el abrigo y un maletín, que coloca en la silla junto a la mesa.)
HELMER
¡Nora, Nora, no esta noche! Espera a mañana.
NORA (Poniéndose el abrigo.)
No puedo pasar la noche en casa de un extraño.
HELMER
¿Pero no podemos vivir como hermanos?…
NORA (Atándose el sombrero.)
Bien sabes que no duraría mucho… (Se envuelve en el chal.) Adiós, Torvald. No quiero ver a los niños. Sé que están en mejores manos que las mías. En la situación en que me encuentro ahora, no significo nada para ellos.
HELMER
¿Pero algún día, Nora… algún día?
NORA
¿Cómo voy a saberlo? No tengo ni idea de lo que será de mí.
HELMER
Pero eres mi mujer, tanto ahora como después.
NORA
Escucha, Torvald… cuando una mujer abandona la casa de su marido, como yo hago ahora, tengo entendido que él, de acuerdo con las leyes, queda dispensado de toda clase de obligaciones en cuanto a ella. De todas formas, te libero de todos los deberes. No has de sentirte obligado por nada, como tampoco quiero estarlo yo. Debe haber libertad completa para ambas partes. Toma, aquí está tu anillo. Dame el tuyo.
HELMER
¿También el anillo?
NORA
También.
HELMER
Toma.
NORA
Bien. Ahora todo ha acabado. Aquí están las llaves. Las muchachas están al tanto de todo lo de la casa… mejor que yo. Mañana, después de que me haya ido, vendrá Cristina a recoger mis cosas. Quiero que me las mandes.
HELMER
¡Se acabó! ¿Nora, no vas a pensar nunca en mí?
NORA
Sin duda que pensaré con frecuencia en ti y en los niños y en la casa.
HELMER
¿Puedo escribirte, Nora?
NORA
No… nunca. No lo hagas.
HELMER
Oh, pero podré enviarte…
NORA
Nada, nada.
HELMER
… ayudarte, si tienes necesidad.
NORA
Te digo que no. No admito nada de extraños.
HELMER
¡Nora!… ¿no seré ya más que un extraño para ti?
NORA (Toma el maletín.)
Oh, Torvald, tendría que producirse el mayor milagro…
HELMER
¡Dime cuál es!
NORA
Tendríamos que cambiar los dos de forma que… Oh Torvald, ya no creo en milagros.
HELMER
Pero yo quiero creer. ¡Dímelo! ¿Cambiar de forma que…?
NORA
Que nuestra vida en común se convirtiera en un matrimonio. Adiós. (Sale al vestíbulo.)
HELMER (Se deja caer en un sillón junto a la puerta y se cubre la cara con las manos.)
¡Nora, Nora! (Mira en torno y se levanta.) Nadie. Se ha ido. (La esperanza renace en él.) ¡El mayor milagro!
(Se oye abajo el ruido de una puerta que se cierra.)