Capítulo 16

«Si no te has ganado mi alma, no tienes derecho a someterme».

Savana Island/Ruathym

Territorio de los Villanos. 23:30h

Cleo y Lion se encontraban ocultos entre la vegetación de la pequeña isla ubicada al sudeste de Saint Thomas. En el torneo de Dragones y Mazmorras DS, esa isla se apodaba con el nombre de Ruathym.

Era una isla virgen, sin civilización. Un vergel verde y frondoso en medio del océano, cuyo punto más alto se encontraba a veinticinco metros sobre el nivel del mar. El viento soplaba con fuerza, resquicio todavía de la tormenta tropical del día anterior.

Cleo llevaba un mono ajustado y fino de neopreno de cuerpo entero y una pistola semiautomática en la espalda. Lion vestía igual. Habían llegado con motos acuáticas, por la parte contraria a la que daba el yate negro, pues no querían que nadie les viera llegar.

Savana Island era demasiado tupida para hacer ni construir nada en su interior; no obstante, disponía de una pequeña playita en una de sus calas, donde bien podría celebrarse una fiesta para unas doscientas personas. En el centro de la playa había un montón de maderas amontonadas, preparadas para realizar una cremación o una hoguera. «Cuando lleguéis, encended la hoguera y las antorchas», había dicho Xavier.

Los Villanos querían su particular noche de Walpurgis; y la tendrían. La noche de Walpurgis era conocida como la noche de las brujas. La tradición tenía raíces paganas celtas y, teniendo en cuenta que el trisquel era el símbolo del BDSM, ambos agentes comprendieron que todo estuviera ligado.

El equipo base había recogido los cuerpos y ocultado los de Claudia y el otro individuo hasta la resolución del caso.

Jimmy pasaba las grabaciones de voz y de vídeo por un filtro y dejaba el material preparado para enviar directamente a la oficina central federal de Washington.

Nick había cumplido su cometido, y había llegado a la final con Thelma.

Montgomery se había puesto en contacto con el subdirector de la SVR quién, a su vez, había comunicado a Markus la necesidad de encontrarse con el agente al cargo del FBI.

Y, ahora, la pareja de leones esperaba pacientemente la llegada del agente ruso. Tenía su posición y no tardaría en llegar.

A través del HTC, Lion podía controlar los movimientos en cubierta del yate anónimo.

—Mitch —ordenó Lion a través de su comunicador, cargando su pistola—. Controla ese navío y acerca las cámaras satélite. Fotografía a todo el que asome la nariz. Vamos a ver quién viaja en ese armatoste.

Cleo escudriñaba la zona alrededor de la playa con prismáticos de visión nocturna. No había llegado nadie todavía.

—¿Lo tenemos todo controlado? —la voz de Markus los alteró.

El mohicano, que llevaba un GPS móvil que marcaba la ubicación de los del FBI, se acuclilló al lado de ellos.

Cleo y Lion dieron un brinco y le apuntaron a la vez con las dos pistolas.

—¿Quieres que te volemos la cabeza? —se quejó Cleo.

—No, gracias. Elijo vivir. Agente Romano. —Le ofreció la mano a Lion.

—Agente Lébedev —contestó Lion ofendido por su falta de información hasta entonces.

Markus sonrió por su rebeldía y también al ver descubierto su apellido.

—También hago mi trabajo —murmuró Lion, mirando por los prismáticos, con un par de encendedores en la mano.

—Belikhov va en ese yate —afirmó el ruso tomando los prismáticos de las manos de Cleo—. Y tu hermana también —susurró preocupado—. Han reunido a todos los esclavos y sumisos allí. Y la idea es traerlos a todos a esta isla.

Cleo apretó la mandíbula y negó con la cabeza.

—No quiero que le pase nada a Les… Está sola ahí.

—No te preocupes; hay un par de sumisos infiltrados de la SVR. La protegerán. Mistress Pain les hacía la doma —explicó consternado—. Me he llevado una gran sorpresa al saber que ella era Sombra espía.

—Tú y todos —aseguró Lion con disgusto.

—Los sumisos y las sumisas están preparados para que Pain y los demás amos y amas los reciban en Savana Island. ¿Qué hay que hacer ahora?

—Tenemos que encender las antorchas. —Cleo se levantó tambaleándose. La inyección había detenido el dolor, pero no el shock. Todavía seguía temblorosa—. Le dijeron a Claudia que, cuando llegaran, encendieran el fuego.

Los tres salieron de su escondite y, con suma rapidez, procedieron a encender la hoguera y las antorchas de alrededor, para volver a esconderse segundos después.

La señal del fuego era el pistoletazo de salida.

El olor de la madera al quemarse despertó la ansiedad de Cleo. Por fin vería quiénes eran los miembros de la Old Guard para los que trabajaban los Villanos. En realidad, ya los habían cogido. Esa era la realidad. Pero necesitaban entender qué hacían allí con ellos y por qué.

Los individuos de la embarcación se considerarían, muchos, como los reyes del mundo. ¿Pero tener dinero le daba a uno el poder de jugar con las personas?

Cuando estuvo todo prendido, el yate, un Baron del 2005 todo negro y valorado en más de cuatro millones de dólares, encendió el motor y las luces y navegó hasta la isla.

—A vuestras posiciones —ordenó Lion—. Esperaremos a que todos desembarquen.

—Tengo a ocho hombres armados en todo el peñasco —explicó Markus.

—Nosotros tenemos una pequeña flota marina dirigiéndose a Saint Thomas —replicó el del FBI.

—Bien. Suerte —dijo Markus corriendo a ocultarse y cubriendo su rostro con una máscara de cabeza entera de tela negra.

—Lébedev. —Lion seguía mirando al frente.

—¿Sí, Romano?

—Hazte cargo de mi agente. Espero que Leslie no corra peligro o tendrás problemas conmigo.

Markus inclinó la cabeza a un lado y se alejó de ellos mientras contestaba:

—Leslie nunca ha estado más segura.

Cleo abrió la boca asombrada por la familiaridad con la que hablaban de su hermana. Señal de que los lazos personales y emocionales también hacían lo suyo.

Cuando Markus desapareció entre la vegetación y los árboles, Cleo se quedó mirando el perfil de Lion.

—¿Preparada para la película, leona? —preguntó Lion bajando los prismáticos y estudiando el rostro de Cleo con ojos felinos.

—Sí.

—Has hecho un grandísimo trabajo —aseguró con respeto y veneración. Cleo era, y sería, más de lo que él había soñado; y se sentía como un cabrón afortunado por tenerla con él, y por saber que ella lo aceptaba tal y como era.

—Gracias, señor.

—¿Te duelen las heridas, preciosa?

—No las noto —explicó moviendo las piernas y los brazos. No las notaba; pero eso no quería decir que no siguieran ahí.

Lion la repasó de arriba a abajo, se acercó a ella y le dio un beso en los labios. Como si acabaran de sellar un pacto.

—Cuando todo esto acabe —se aclaró la garganta y volvió a mirar al frente—, me aseguraré de que tus heridas cicatricen bien.

Cleo no supo cómo interpretar esas palabras, porque el yate atracó a cuarenta metros de la orilla y los Villanos, invitados y sumisos, empezaron a descender por la rampa.

***

Se levantaron sus túnicas negras y caminaron por el agua hasta llegar a tierra firme. Era la mismísima imagen cinematográfica de una avance de piratas fantasmales. Todos enmascarados con caretas grotescas.

Tras ellos, desfilaban hombres y mujeres encadenados en fila india: sumisos y sumisas. Vestían solo con un slip, con las cabezas cubiertas con máscaras, y cargaban con cajas sobre sus cabezas, que iban dejando en orden a los pies de los Villanos. Estos las abrían una a una y sacaban todo tipo de instrumentos de tortura. No tortura BDSM, sino tortura de las antiguas. De las que utilizaba la antigua Inquisición contra las brujas y los hechiceros: garruchas, tocas, potros, peras anales, aplastacabezas, collares de púas, ruedas… Hasta piezas de burlas como sambenitos y máscaras infamantes.

Tres esclavos llevaban una antigua silla de tortura con pinchos, como las que el Papa Inocencio IV aceptó para que los tribunales de la Inquisición la utilizaran y arrancaran las confesiones de los acusados.

Ya había un círculo de unos cincuenta hombres y mujeres enmascarados adorando tales objetos y, algunos, afilando las púas metálicas de sus floggers. En el interior del círculo se iban ubicando, arrodillados, todas las sumisas y sumisos vestidos solo con arneses de poni, slips de cuero y arneses de gladiador.

Los cinco miembros de Tiamat se colocaron en medio del círculo, muy cerca de la hoguera.

—Pedimos la presencia de Venger —exigió uno de los cinco, que no era ni Xavier ni Margaret— y de Sombra espía.

El círculo se abrió y, a través de ese corte, apareció Venger. El auténtico Venger, perfectamente caracterizado, tal y como se había visto en la pantalla del día anterior, igualmente vestido. Con su mono de buzo rojo y negro, su cuerno sobre la cabeza y las alas de murciélago que le nacían en la espalda. Llevaba algo en las manos, cubierto con una tela negra, y tiraba de la cadena del collar de un sumiso.

Cleo sonrió, orgullosa de saber que todas esas imágenes se estaban grabando desde varias perspectivas de la isla. Orgullosa de saber que ya no podrían jugar a ese acto sádico.

El rictus feliz de la joven desapareció de su expresión cuando las antorchas iluminaron el rostro del sumiso; y tanto ella como Lion se dieron cuenta de que era Nick a quien arrastraba Venger.

—¡Aquí tenéis a la pareja ganadora de la segunda edición de Dragones y Mazmorras DS! —exclamó mirando a la multitud con ojos sádicos—. Les hemos invitado a que vivan de primera mano nuestra noche de Walpurgis.

—A vuestras posiciones y preparaos —susurró Lion muy tenso mediante el microcomunicador—. ¿Qué hace Nick ahí?

Cleo no podía apartar la mirada de ese individuo. Era muy alto, más que los demás; y el maquillaje blanco y los labios negros le daban un aspecto terrorífico.

—Hemos tenido unas pequeñas diferencias… —Se encogió de hombros—, pero, al final, creo que llegaremos a un acuerdo —miró a su alrededor—. ¿Dónde está Sombra espía?

—¿Mistress Pain? —preguntó Margaret con tono preocupado.

El silencio solo se vio alterado por las olas del mar y el crepitar de la leña de las hogueras.

Lion no comprendía nada, ¿qué había pasado para que Nick cayera en las manos de Venger de ese modo?

Venger oteó alrededor y se echó a reír.

—Estará sodomizando a algún sumiso. Ya sabéis lo que le gusta…

Los miembros de Walpurgis se echaron a reír. Los sumisos permanecían con la cabeza gacha.

«¿Leslie es una de ellas?», pensaba Cleo.

—Hoy limpiaremos nuestras almas. Y para ello le ofreceremos al dios del fuego, Beltane, estos sacrificios —señaló a los esclavos—. Pero, antes, ¡purgaremos sus pecados con un buen castigo! —exclamó tirando a Nick del pelo—. No debéis llorar, no debéis temer —murmuró Venger besando a Nick en los labios—. Es un honor para vosotros servir a la Old Guard. Por fin os tratarán como merecéis; por fin os entregaréis al verdadero significado de la sumisión —le dijo acariciándole la barbilla—. Someterse —aseguró tirando lo que tenía en la otra mano al centro del círculo—, es entregar la vida por los demás.

A Cleo le subió la bilis por la garganta. ¿Era una cabeza rubia? ¿Una cabeza rubia de mujer? ¡Era Thelma!

Cleo y Lion abrieron los ojos cuando se dieron cuenta de lo que iban a hacer. Los Villanos cogieron a los esclavos y empezaron a azotarles a todos con aquellos floggers llenos de cristales y metales cortantes.

—¡Adelante! —gritó Lion estupefacto.

Cleo y Lion salieron disparados de su escondite, impresionados por la visceralidad y la crueldad con la que las personas podían tratar a otras.

Sucedió todo demasiado rápido.

Alguien empezó a disparar desde el yate.

Cleo y Lion corrieron a protegerse de las balas, inmersos en un fuego cruzado muy peligroso.

Los Villanos dejaron sus floggers y sus instrumentos de tortura y huyeron de la playa y de la hoguera, regresando por donde habían venido, decididos a subir de nuevo al yate.

Dos lanchas de la guardia costera, lideradas por Mitch y Jimmy, rodearon la playa; y el yate fue cercado por tres lanchas más, enviadas de la seguridad de la costa naval de las Islas Vírgenes.

El equipo de Markus salió del bosque y redujo a los Villanos que intentaban huir.

Lion corrió tras Venger, que se metía en la frondosidad selvática de la isla.

Cleo corrió a ayudar a Nick, pues lo veía muy malherido. Y cuando estuvo a punto de llegar a él, Xavier lo alcanzó antes y cogió una punta cortante de un flogger para dirigirla a la garganta de Nick.

—¡Suéltale, Xavier! —gritó Cleo apuntándole fijamente con su semiautomática.

Xavier ya no tenía puesta la máscara. Era un hombre atractivo, tan guapo como había sido su hijo.

—¿Dónde está Billy? —gritó nervioso—. ¿Qué haces viva?

—Tu hijo ha pasado a mejor vida, Xavier. Ahora podrá descansar. Tanta maldad no es buena…

—¡No! —gritó Margaret dejándose caer de rodillas y arrancándose la máscara con rabia y desesperación—, ¡nooooo! —lloraba poniéndose las manos a la cabeza—. ¡Mi niñoooo!

Xavier no sabía cómo reaccionar; así que tocó la piel de la garganta de Nick con el filo del metal.

—¡No te muevas, Xavier! —le advirtió—. O te dispararé…

—¿Cómo escapaste? —preguntó pálido.

—Supongo que cuando alguien no quiere estar realmente sometido a otra persona, siempre encuentra el modo de escapar —contestó sin perder de vista a Margaret, que tenía una vara de pinchos en la mano—. Deja eso, Margaret —la amenazó—. Vuestro juego se ha acabado. Os hemos descubierto. Mirad a vuestro alrededor… Se acabó.

—¡Nooooo!

Margaret se alzó y corrió a por Cleo con la vara de pinchos en la mano. Al mismo tiempo, Xavier clavó el pincho metálico en el cuello de Nick.

Cleo disparó. La bala se incrustó en el cráneo de Xavier, entre ceja y ceja, y cayó fulminado. La agente intentó esquivar el mazazo de la fusta de Margaret, pero le dio de refilón en el hombro.

—¡La madre que te parió! —gritó Cleo quejándose, echándose a un lado y dándole un rodillazo en el estómago de la bestia salvaje que había poseído el cuerpo de esa mujer.

Margaret quedó doblada por la mitad, agarrándose el vientre, ovillada.

Cleo apuntó a la cabeza.

«Los impulsos de los seres humanos no son racionales cuando nos tocan aquello que debemos proteger. Puedo entender la ira», había contestado en su entrevista personal. Sí, podía entender la ira. Podía entender la rabia y la impotencia de saber que había personas como Margaret, Xavier, Claudia, Billy, Venger, Belikhov…, que jugaban con las personas y les hacían daño porque… Porque podían. Tenían tanto poder y estaban tan por encima de todos que les aburría la vida. Y lo único que realmente les excitaba era el poder de dar o quitar el aliento a los demás. Ser dioses.

Ella había sufrido el sadismo de otros en sus propias carnes. Y sabía que Leslie, Nick, Lion… Todas esas personas a las que quería, también habían sufrido a manos de ellos. En su mano, tenía el poder de decidir si la enferma mental de Margaret debía seguir respirando.

¿Por qué? ¿Qué bien hacía?

Y, sin embargo, en vez de matarla, tomó el mango del arma y golpeó con ella la nuca de la asesina. Margaret quedó inconsciente.

Cleo bajó su semiautomática y puso el seguro. Qué orgulloso estaría Stewart de ella; y qué feliz haría al cura que le hizo la catequesis. Al final, ante la posibilidad de tomarse la venganza por su mano, decidía otorgar vida. La deberían beatificar.

Había comprendido que matar a Margaret no acabaría con la maldad ni la rabia. Ella no era el origen. Para una mujer de la aristocracia orleanina sería mucho peor que todo el mundo entendiera quién era ella. Qué tipo de sádica y sociópata habían invitado a eventos y fiestas estatales. Eso sería peor para ella que darle una muerte fácil; que por otra parte, era lo que realmente deseaba.

Se pudriría en la cárcel. Y esperaría a que jugaran con ella en las duchas y en las celdas. Seguro que le gustaría. Tenía unas inclinaciones un tanto… turbias.

Cleo alzó la cabeza y, orgullosa de su reacción, corrió a socorrer a Nick.

A su alrededor, nadie hacía caso de nada. Unos huían y los otros perseguían; los agentes disparaban paralizantes, y los cuerpos de los villanos se veían caer uno a uno en el mar, como enormes moscas afectadas por un insecticida invisible.

Nick perdía mucha sangre por el cuello. Cleo taponó la herida y apoyó su cabeza rubia sobre sus rodillas.

—Cleo… —dijo Nick tiritando.

—Estoy aquí, Tigretón —le acarició el rostro—. No te vas a morir, pero tienes una herida muy fea en el cuello. Señor… Y creo que tienes el brazo partido —murmuró divisando la fractura que sobresalía de su antebrazo.

—No importa. Sophie… Louise…

—¿Sophie? —Cleo frunció el ceño—. ¿Sophiestication? —preguntó sin comprender.

—Sí… Sácala del barco.

—¡Pero si la habías echado! ¿Qué hace ahí?

—La cogieron en… —Nick tragó saliva y se quejó—. No salió de la isla. Los Villanos la querían. La iban a vender… la tienes que sacar de ahí… Por favor… Dentro del yate hay sumisas que se han expuesto para ser vendidas a postores millonarios. Han pujado por ella… Y yo me negué. Venger me pidió que me callara. Yo me volví a negar… —Cerró los ojos desmayándose del dolor—. Me retó a un duelo de caballeros, y luché con él. Pero el hijo de puta tenía objetos y yo no… Me ganó; y decidió que Thelma debía pagar por mi intromisión, porque, al ser su sumiso, no había sabido adiestrarme para obedecer órdenes. Y… —Nick desvió la mirada a la cabeza de la rubia ama—… Joder…

Cleo abrió los ojos sorprendida.

—No mires, Nick. —Tenía que dejar ver aquella cabeza decapitada—. No es culpa tuya…

Nick lloraba desconsolado.

—Nick… —Cleo pegó su frente a la de él—. ¿Por qué protegiste a Sophiestication? Era solo una concursante…

—No —negó con la cabeza—. No es una concursante. Es Sophie. Mi ex mujer.

Cleo abrió la boca y tardó varios segundos en reaccionar. El tetris cerebral de la agente empezó a funcionar.

—Nick… —¿Sería posible que todo tuviera relación?—. Tu mujer te puso una orden de alejamiento, ¿verdad? Y se llama Sophie.

—Sí.

—¿Os divorciasteis porque… —«A ver cómo le digo yo esto»— ella se asustó cuando tú tomaste un papel más dominante del que estaba acostumbrada en la cama?

Nick gimió de dolor y los párpados se le cerraron. Asintió con patente debilidad.

—Tienes una niña pequeña que no te ha dejado ver…

—¿Cómo sabes tú… eso? —inquirió incrédulo—. ¿Te lo ha contado Lion?

—No. Lion no me cuenta nada sobre vosotros.

Cleo miró al cielo y negó con la cabeza. Sophie la había acompañado en el vuelo de ida desde Nueva Orleans a Washington; y estaba decidida a recuperar a su marido, a recuperar a Nick metiéndose en Dragones y Mazmorras DS con él. Nick la había descubierto al compartir trío con ella y Thelma, y por eso la había echado. Había echado a Miss Sophiestication del torneo porque se trataba de su ex mujer.

—Sácala de ahí —repitió Nick con una orden alta y clara—. Ahora.

—Sí, Nick. —Miró al yate, que ya estaba siendo asaltado por los agentes del FBI y de la SVR. Habían reducido a los tiradores—. Ya lo están haciendo. Los sacaremos de ahí a todos. ¿Qué ha pasado con Prince, Sharon y los demás?

—La última jornada fue contra los Hombres lagarto… Nosotros no jugamos contra ellos porque conseguimos la llave… Joder… Nunca había visto a tantas parejas pronunciando el codeword. Esos tipos y tipas daban miedo de verdad. Y, después, a los finalistas, inmediatamente, nos prepararon para el duelo con los Villanos.

—¿Quiénes fueron las parejas finalistas?

—Brutus y Olivia, Cam y Lex, Thelma y yo… Todo el mundo se extrañó al no veros. Sharon y Prince no quedaron muy convencidos por vuestra exclusión, e hicieron… Hicieron todo tipo de preguntas que los villanos cortaron de cuajo. La Reina y las criaturas no quedaron satisfechos con su actitud, pero al final se presenciaron como jueces en el desenlace. Y cuando acabó el torneo todos se fueron al hotel a celebrar el fin del campeonato.

Cleo miró hacia el horizonte. La isla de Saint Croix, que era donde se jugaba la final, estaría despierta y atenta ante todos los movimientos de helicópteros, lanchas y sirenas, que estaban teniendo lugar en Savana Island.

—¿Ha habido premio de consolación para los demás?

—Les han regalado un viaje a Luisiana, a Nueva Orleans. Y han recibido un cheque de diez mil dólares cada uno… —Nick sonrió y tosió. La herida del cuello sangró con más fuerza—. Pero…

—Ya vale, Nick. No hables más —ordenó, preocupada por él.

A lo lejos se escucharon dos disparos y Cleo, estremecida, miró hacia el interior del bosque. ¿Qué había pasado? ¿A quién habían disparado? ¿Lion?

—¡Lion! —gritó con todas sus fuerzas.

***

Lion corría por la selva, golpeándose con los matorrales y con las raíces que crecían de incógnito en el suelo.

Tenía a Venger al alcance de la mano; el tipo corría como una gacela, pero la gacela no podía con el rey de la selva.

Lo placó a la altura de las rodillas; y los dos cayeron al suelo. La hierba y la arena húmedas amortiguaron el golpe.

Venger le asestó una patada en la cara; y después Lion lo volvió a coger del tobillo para que no huyera. Se encaramó sobre él, como un mono trepador, y le puso las manos a la espalda, inmovilizándole.

—Hola, enfermo hijo de perra —gruñó sacando unas esposas, que colgaban de la parte trasera del mono—. Vas a ver qué de que pollas y porras hay en la cárcel. Verás cuánto te gusta… En prisión hay amos del calabozo de verdad.

—Saldré. Saldré de ella —murmuró sin preocupación, forcejeando con el agente—. Tú no sabes quién soy…

—Sí. Sí que lo sé… Eres Venger, el villano de Dragones y Mazmorras —susurró en su oído—. Pero ese papel solo existe en tu mente. En realidad, eres un cobarde.

—No es cierto. Existo en la mente de todos. Yo soy el mal —se echó a reír de forma histérica.

—Eres anormal. Tienes razón. Andando —Lion lo levantó del suelo de un plumazo, y lo empujó para que caminara delante de él.

¿Quién sería ese tipo para que toda aquella gente lo siguiera?

No tardarían en descubrirlo.

Lion y Venger caminaban juntos, recorriendo el trayecto de vuelta que habían tomado en la persecución.

Lo habían conseguido. Lion sonrió. Los tenían. Tenían a los putos Villanos. Puede que no a todos los que eran, pero eran todos los que estaban; de eso estaba seguro.

Y Cleo… Su Cleo había estado sublime. Dios… ya se estaba imaginando cómo celebrarían la finalización del caso.

Venger tropezó y se quedó acuclillado en el suelo, casi de rodillas.

—Levántate. Vamos —ordenó Lion, yendo a por él para ayudarlo a incorporarse.

Y, entonces, algo sucedió.

Algo que Lion no comprendió hasta que notó el dolor muy adentro de él.

Venger se había dado la vuelta con rapidez y había embestido con la cabeza en su estómago, de manera que el cuerno que tenía en la sien izquierda, atravesara el lado derecho de sus costillas.

Lion abrió los ojos azules y exhaló cuando Venger se levantó y extrajo el cuerno. Ahora lucía ensangrentado sobre su cabeza.

Consternado, pero no lo suficiente como para no ver el siguiente movimiento de Venger, Lion levantó su pistola y disparó a sus dos rodillas. Venger gritó de dolor, chocando contra la raíz de un árbol.

Lion se llevó la mano a la herida de las costillas. Seguro que así debía sentirse la cornada de un toro. El cabrón lo había ensartado con ese ridículo cuerno que llevaba en la cabeza.

Luchando por respirar, y pensando en lo mucho que se reiría Cleo de él si supiera cómo había caído, cerró los ojos, y esperó a que el frío le cubriera y llegara la oscuridad.