El 17 de noviembre de 1941, el día que presenté y vendí Bridle and Saddle, Campbell me habló de su proyecto de iniciar una nueva sección en Astounding, titulada «Probabilidad Cero». Sería una sección de relatos cortos, pero cortos de verdad, de quinientas a mil palabras, que habrían de ser unas mentiras plausibles y entretenidas al estilo de las famosas fanfarronadas del barón de Münchhausen. Campbell pensaba que, además del valor como entretenimiento que tuvieran dichos trabajos, la sección ofrecería una puerta de entrada a los principiantes, los cuales podrían empezar a introducirse en el mercado sin tener que competir tan duramente con los autores acreditados. Sería como una escalera para ascender a la categoría de profesionales.
En teoría, la idea era buena, y hasta dio cierto fruto, Ray Bradbury, que más tarde sería uno de los escritores más conocidos y apreciados de ciencia ficción, entró en el género con un trabajito para «Probabilidad Cero», en el número de julio de 1942 de Astounding. Hal Clement y George O. Smith también publicaron cosas en «Probabilidad Cero» casi en los mismos comienzos de sus respectivas carreras.
Por desgracia, no dio bastante resultado. Campbell tuvo que poner la sección en marcha con profesionales, en la confianza de que los aficionados la llevarían adelante en cuanto vieran qué quería él. Sin embargo, nunca hubo bastantes aficionados que alcanzasen el nivel que Campbell exigía, ni siquiera para narraciones ultracortas poco complicadas, y después de aparecer una docena de veces a lo largo de dos años y medio, la sección «Probabilidad Cero» se suprimió. Campbell abandonó el empeño.
El mismo 17 de noviembre quiso que yo le escribiera un «Probabilidad Cero». A mí me encantó que me considerase ya en tal grado de virtuosismo como para poder encargarme que hiciera lo que él quería, a la medida. Me senté en seguida a la máquina y le escribí una narración ultracorta titulada El gran juego. El 24 de noviembre de 1941 se la enseñé. Él le echó un vistazo, y con viva sorpresa por mi parte, me la devolvió. No era lo que necesitaba.
Me gustaría recordar de qué trataba este relato, porque yo lo tenía en suficiente estima como para presentarlo a la revista Collier’s (revista de gran tirada que infundía mucho respeto) en 1944… y, por supuesto, lo rechazaron. Sin embargo, el título no me trae nada a la memoria, y el relato ya no existe.
Lo intenté por segunda vez y produje un relato «robot positrónico» humorístico titulado Primera ley. Se lo enseñé a Campbell el 1 de diciembre, y tampoco le gustó. No obstante, esta vez guarde el trabajito. Gracias a Dios, había acabado aprendiendo que hay que guardar cuidadosamente para la eternidad las obras literarias, por muchas veces que te las rechacen. El gran juego fue el decimoprimero de los cuentos míos desaparecidos, y fue también el último.
En el caso de Primera ley, vino un tiempo en que una revista que en 1941 no existía me pidió un trabajo. La revista en cuestión era Fantastic Universe, cuyo director, Hans Stefan Santesson, me pidió un relato a un precio que habría estado bien en 1941, pero que a mitad de los años cincuenta no me sentía inclinado a aceptar. Sin embargo, me acordé de Primera ley y se lo mandé. Él lo aceptó y lo publicó en el número de octubre de 1956 de Fantastic Universe, y, más tarde, yo lo incluí en El resto de los Robots.
Pero volvamos a «Probabilidad Cero»…
Probé por tercera vez con un cuento corto titulado Cronogato, que escribí la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941, terminándolo momentos antes de que la radio enloqueciera con las noticias de Pearl Harbour. Se lo llevé a Campbell al día siguiente (¡la vida sigue!) y esta vez lo aceptó, aunque «no demasiado entusiásticamente», según mi diario.